El psicólogo social Muzafer Sherif desarrolló su teoría de la identidad social a partir de observaciones realizadas en su experimento de la Cueva de los Ladrones. El nombre procede del Robber’s Cave State Park (en castellano, el Parque Estatal Cueva de los Ladrones), lugar donde realizó sus estudios sobre el prejuicio en los grupos sociales.

El experimento consistió en formar dos grupos con niños de once años de edad, sin previa relación entre ellos. Los dos grupos acamparon en ubicaciones distantes de manera que no tenían conocimiento de su mutua existencia. En una primera etapa los niños en cada grupo desarrollaron sus propias relaciones internas y establecieron una jerarquía. Pertenecer a un grupo provee al individuo de una inclinación positiva hacia sí mismo y hacia el propio grupo, llamado endogrupo en oposición a otros colectivos o exogrupos.

En una segunda etapa, los grupos se pusieron en contacto y se desarrolló una hostilidad y fricción espontánea. Los niños exageraron las diferencias intergrupales y debilitaron las que percibían dentro del grupo. Se produjo así un conflicto entre el endogrupo contra el exogrupo, motivado por la búsqueda de una autoestima positiva. El experimento mostró que denigrar al exogrupo contribuye en teoría a mejorar la autoestima social del endogrupo.
La teoría de la identidad social es útil para explicar la profunda rivalidad que existe entre jóvenes miembros de grupos disfuncionales. Rivalidad que ha llegado al extremo del odio asesino hacia el exogrupo en la búsqueda desesperada de una autoestima perdida. El individuo dentro del grupo se evaluará más positivamente si otros grupos dentro de su contexto tienen menos prestigio.

En una tercera etapa, los dos grupos fueron sometidos a un deseo, un desafío o un peligro que ambas partes en conflicto social necesitaban resolver y que no podían solucionar por sí solas. Los retos lograron que disminuyese el comportamiento hostil y que los niños comenzasen a ver con menos rivalidad al exogrupo.

Cuando una amenaza es mayor que la misma existencia del otro grupo se desarrollan lazos de colaboración y entendimiento. Esa podría ser la razón por la cual durante la depresión tropical 12E, el promedio de asesinatos en nuestro país disminuyó de doce por día a ocho. Aunque la cantidad no es enorme, es una disminución al fin. Pero, pasada la situación especial, la distensión cesa y las rivalidades vuelven a aflorar.

Pero Sherif observó que no sólo las amenazas pueden reducir la fricción entre los grupos, sino también aquellas situaciones que exigen un esfuerzo conjunto, como resolver un problema de escasez de agua o sacar un camión del barro. Eso también ocurrió en nuestro país durante el paro al transporte de septiembre de 2010, cuando un interés común disminuyó también los asesinatos entre grupos. Si la sociedad tuviese la suficiente creatividad como para proporcionar proyectos que permitieran a los grupos en confrontación descubrirse como seres humanos, los índices violentos disminuirían sensiblemente.

El experimento de la Cueva de los Ladrones concluyó cuando los niños que habían logrado superar sus diferencias insistieron en volver a la ciudad en el mismo autobús. Que el evangelio sea la razón superior y última que permita a nuestra juventud reconocerse como seres humanos y que la sociedad pueda aportar el autobús que pueda transportarles de regreso a casa.