Es otra campaña que corre paralela a la actual campaña política. La diferencia es que esta otra campaña es mucho más violenta. Sus actores principales en el lugar de darse a conocer e interactuar con los ciudadanos buscan pasar desapercibidos y evaden el contacto social. Es una campana mucho más prolongada y sistemática pero ocupa mucho menos espacio en los noticieros que la justa electoral. Es la campaña de la violencia homicida. Dado que en los procedimientos policiales se cometen errores al recolectar evidencias y se vulneran garantías constitucionales, las declaraciones de los testigos se encuentran en la prueba fundamental de los procesos judiciales. Consecuentemente, es vital asegurar la protección de los testigos designando los fondos necesarios y la sustentación jurídica adecuada. Al mismo tiempo es importante profesionalizar a la policía en la ejecución de sus tareas. También es perentorio el asunto del control de las armas de fuego. Ya para nadie es un secreto que la nueva ley de armas no ha dado un aporte al control de la violencia. Algunos de los componentes que debería incluir son la regulación a la importación tanto como las medidas contra el contrabando y las redes irregulares de comercialización de armas. No podemos decaer cuando es preciso levantarse con fuerza en contra de la impunidad. La idea de la muerte se nos ha hecho cada vez más familiar en los últimos años.

Ya no nos extrañamos de la impasibilidad con que recibimos la noticia de las muertes cotidianas de nuestros coetáneos. Debemos rechazar el acomodo a la idea de la muerte y nunca reconciliarnos con ella. De otra manera, en el fondo, presentiremos que le pertenecemos y lo que debería ser el correr de la vida diaria comenzaremos a verlo como un milagro. Un estado milagroso cuyo rompimiento concebiremos como completamente natural.

Entonces nuestras vidas se verán totalmente desbaratadas ya que lo único certero que poseeremos será la idea del fin. No serán las circunstancias externas sino nosotros mismos quienes convertiremos nuestra muerte en lo que puede ser: una consentida. El ser testigos de tantos actos malos nos ha reblandecido o nos ha vuelto cínicos. No esperemos que unos pocos busquen la solución. Lo que necesitamos no son genios ni tácticos sagaces sino personas sencillas, humildes y rectas. ¿Será bastante nuestra capacidad de resistencia interior contra lo que nos ha sido impuesto como para reencontrar el camino de la humildad y de la rectitud? ¿No clama desde los cielos la voz de Aquel que nos exhorta a no cejar?