Que no se rompa el encanto
Desde hace ya varias elecciones se ha mostrado una y otra vez que los salvadoreños que acuden a las urnas se encuentran divididos en dos grandes opciones, que por cuestiones prácticas podemos simplificar llamándolas derecha e izquierda.
La más reciente elección para presidencia y vicepresidencia lo confirmó de manera dramática, cuando las preferencias se dividieron en partes casi iguales. Además, para estas alturas, es también evidente que los salvadoreños no están muy interesados en fortalecer una tercera fuerza, mucho menos si la misma pretende llenar lo que se suele llamar el centro.
La posibilidad de que pueda surgir un nuevo partido político que sobreviva a un par de elecciones es mínima. Los partidos políticos no pueden inventarse al antojo. Los partidos fuertes y perdurables son aquellos que se originan como resultado de procesos históricos nacionales.
Por ahora, no se ve en el horizonte ningún suceso histórico que justifique la aparición de un nuevo partido o el resurgimiento de alguno de los antiguos en peligro de extinción.
El que los votantes se distribuyan mayoritariamente entre dos grandes opciones debe conducir, en primer lugar, a un reconocimiento del hecho. No es objetivo pensar que la derecha o la izquierda vayan a desaparecer. El camino de la descalificación y el ultraje parece que sólo sirve para acicatear las preferencias ya adoptadas.
El pensar que en una, o más elecciones, uno de los principales partidos se fragmentará y desaparecerá tampoco parece veraz. Algunos analistas presagiaban que el partido que perdiera las elecciones del 15 de marzo terminaría desvandándose. Pues bien, ARENA es el partido que por poco margen perdió y no se ve realista que el mismo vaya a desvandarse. Obviamente que tendrán sus evaluaciones y rectificaciones. Pero es bastante probable que el partido continuará sin mayores sobresaltos.
En segundo lugar, aceptado el hecho de las dos grandes preferencias, se debe proseguir a la labor constructiva del desarrollo nacional. Los discursos que se han escuchado de los líderes de ambas fuerzas en las horas que siguieron a las elecciones son sumamente alentadores.
Los monstruos creados se desvanecieron para dar paso a los rostros humanos, las imaginarias conspiraciones cedieron para desvelar auténticas preocupaciones democráticas, los discursos atemorizantes se tornaron en comentarios constructivos sobre la realidad. Lo anterior quedó como parte de una campaña política que ya terminó. Ahora, todos se reconocen como salvadoreños, se refieren el uno al otro con todo respeto, se disponen a colaborar activamente en desmontar las actitudes confrontativas. Tal parece que nuestra adolescente democracia electoral está alcanzando su mayoría de edad sin traumatismos.
Que no se rompa el encanto. Es la hora de la reconciliación. Los dos grandes partidos corren paralelos y ahora dan muestras que también pueden entrecruzarse. Es importante captar la relevancia que para el presente y el futuro tienen el respeto y la aceptación mutuos. Los hechos han demostrado que los políticos son capaces de alzar el vuelo en poco tiempo. Es una gran lección para el resto de la sociedad. Sigamos por ese camino de hermandad, pues es el camino que conduce al bien común.
No es necesario que una fuerza persuada a la otra para convertirla a la propia. Hay que desconfiar de aquellas ideas que pretenden convertir al adversario. Las ideas no existen para la coerción sino para ser vividas. Es entonces cuando se propagan por sí mismas.