Lección de célula de adultos para sábado 10 de julio
Sábado 10 de julio de 2021
El fariseo y el publicano
LECTURA: Lucas 18:9-14
9 A unos que confiaban en sí mismos como justos, y menospreciaban a los otros, dijo también esta parábola: 10 Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo, y el otro publicano. 11 El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; 12 ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano. 13 Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador. 14 Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido.
VERDAD CENTRAL: El hombre alcanza el perdón cuando es humilde ante Dios.
INTRODUCCIÓN
La parábola que hoy nos ocupa solamente aparece en el evangelio de Lucas. Tiene una clara dedicatoria que el mismo evangelio explica: «A unos que confiaban en sí mismos como justos, y menospreciaban a los otros, dijo también esta parábola» (v. 9). Menospreciar a los demás era una actitud injusta que los fariseos mostraron muchas veces. A ellos se dirigió el Señor para hacerles ver lo desatinada que era su manía de enfatizar las diferencias sociales, morales y religiosas entre los publicanos y los fariseos de su época. A la inversa de eso, Jesús enfocó la atención de sus oyentes en las actitudes básicas correctas que debe tener todo aquel que se acerca a Dios.
CUERPO
1 – La oración del fariseo. La parábola nos presenta la historia de «dos hombres [que] subieron al templo a orar: uno era fariseo, y el otro publicano». Se trataba de dos extremos sociales y religiosos. Los fariseos eran las personas que se consideraban más santificadas. La palabra fariseo significa separado, siempre se alejaban de lo pecaminoso. En cambio, el publicano era considerado lo más perverso, sucio e inmoral que pudiera haber. Se les consideraba ladrones y traidores por su trabajo de cobrar los impuestos para los romanos. No debe extrañar que el Señor dijera que «el fariseo, puesto en pie, oraba» (v. 11), porque orar de pie era una señal de orgullo y vanidad. «Oraba consigo mismo» (v. 11), al parecer, no le importaba si Dios le escuchaba. Se consideraba diferente a los demás que, para él, eran: «ladrones, injustos, adúlteros» y, con desprecio añadió: «ni aun como este publicano» (v. 11). Luego continuó hablando de lo bueno que era (v. 12), se trataba de un caso clásico de autojusticia y orgullo.
2 – La oración del publicano. Muy diferente fue la oración del publicano quien decidió hacerla «estando lejos» (v. 13), porque no se sentía digno de acercarse a la presencia de Dios. Además, «no quería ni aun alzar los ojos al cielo» (v. 13), porque sentía vergüenza de su pecado y «se golpeaba el pecho» (v. 13), que era una señal de duelo y tristeza. La petición del publicano es una de las más cortas de la Biblia, solo atinó a decir: «Dios, sé propicio a mí, pecador» (v. 13). Lo único que pedía era que Dios lo perdonara pues reconocía su identidad de pecador. Él estaba consciente de la necesidad de misericordia que tenía pues no había manera de justificarse ante Dios. Solo le quedaba ampararse en la gracia del Señor. Este hombre era la viva expresión de la realidad del ser humano ante Dios: es un pecador sin excusa que necesita urgentemente el perdón. El publicano había ido al lugar correcto, a Dios. Pues solo en él es posible encontrar la misericordia que el pecador necesita.
3 – Una conclusión sorprendente. En la historia que Jesús contó hemos encontrado a un hombre fariseo, separado de todo lo malo y con un buen currículo de buenas obras; y a un publicano que era muy honesto al reconocer que no era más que un pecador. La lógica moral enseña que el hombre bueno debe salvarse en tanto que el malo condenarse. Pero Jesús invirtió las cosas al expresar: «Os digo que éste [el publicano] descendió a su casa justificado antes que el otro» (v. 14). Eso iba en contra de toda la lógica humana. Pero, en verdad, a Dios no le interesa otra cosa más que la honestidad que se expresa con humildad ante él. El reconocer que no se tienen méritos para poder agradarle y tampoco manera de explicar el mal que se ha hecho. Simplemente se hace el mal porque se es malo y solo la gracia de Dios puede cambiar ese hecho. De allí que es necesario acercarse a Dios en humildad y en pleno reconocimiento de la culpa.
APLICACIÓN
Jesús terminó su parábola con la siguiente moraleja: «Cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido» (v. 14). Todo el problema del ser humano es el orgullo. La salvación se recibe cuando reconocemos delante de Dios lo que realmente somos. No se trata de una cuestión de moralidad o de religiosidad sino de un sincero quebrantamiento. Hoy es un buen día para ser sincero con uno mismo y con Dios, reconocer los pecados propios sin compararse con los demás. En Jesús tenemos la promesa de que, si reconocemos nuestros pecados, alcanzaremos misericordia. Mostremos humildad ante Dios y recibamos a Jesús para ser perdonados y enaltecidos.
Dios continúe bendiciendo su vida pastor Vega… sus publicaciones siempre han sido , son y serán de gran bendición para mi vida espiritual .
Dios lo bendiga hermano gracias por la guía
Bendiciones hermano gracias por la guía
Estudios muy edificantes!