Lección de célula de adultos para sábado 13 de febrero
Sábado 13 de febrero de 2021
Ya no vivo yo
LECTURA: Gálatas 2:20-21
20 Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí. 21 No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo.
VERDAD CENTRAL: El sacrificio de Cristo es suficiente para la salvación y no se necesita nada más.
INTRODUCCIÓN
Pablo había anunciado el evangelio en la región de Galacia, allí había fundado diversas comunidades cristianas. Algún tiempo después, llegaron a la misma región unos predicadores de la iglesia de Jerusalén. Ellos sostenían la enseñanza de que para alcanzar la salvación se necesitaba no solo creer en Jesús sino añadir las obras de la ley de Moisés. Pablo expresó que ellos obligaban a los gentiles a judaizar, es decir, a abrazar prácticas del judaísmo que no tenían nada que ver con el cristianismo. Eso movió a Pablo a escribir la Carta a los Gálatas, la cual, es una de las más ardientes del apóstol. En ella defiende apasionadamente que la salvación es por la fe, sin las obras de la ley.
CUERPO
1- Crucificado con Cristo. Pablo defiende el hecho de que la ley no debe ser guardada porque el creyente ha sido muerto para la ley. Esto sucedió de la siguiente manera: «Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí» (v. 20). El creyente goza de una nueva vida porque ha sido crucificado con Cristo. Existe una unidad tan estrecha entre Cristo y el creyente que lo que experimentó Jesús también se aplica a cada creyente. Al ser crucificado, cada creyente fue crucificado. Al morir en la cruz, cada creyente experimentó su muerte. La ley de Moisés, como cualquier otra ley, se aplica solamente mientras las personas viven. En consecuencia, la ley no puede ser exigida a quien cree en Jesús porque se encuentra ya muerto. Es más, no solo ha muerto el yo en la cruz, sino que en su lugar es Cristo quien vive en el creyente. Así, el cristiano no necesita de una ley que norme su vida, porque Cristo vive en su lugar y él no hace nada en contra del amor a Dios y al prójimo.
2- Viviendo en la fe del Hijo de Dios. Sin duda que al hablar de morir en Cristo el apóstol se refería a una experiencia de la fe. Pero, físicamente, Pablo seguía vivo. No obstante, para ello también tenía una explicación: «…y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí» (v. 20). Lo que Pablo aún vivía en el cuerpo lo vivía para el Hijo de Dios. La vida en el cristianismo la sostiene la fe en el Hijo de Dios, no la observancia de la ley. Fue Jesús quien se entregó y murió, por tanto, los creyentes solo tienen una deuda de amor con él, no con el judaísmo. La ley no tiene nada que ver con la vida cristiana. El caminar con el Señor va más allá de los preceptos externos, es una nueva vida en el espíritu y la motivación a servirle es producida por el amor de Jesús. La vida cobra sentido para el creyente cuando la dedica al servicio del Señor, el pecado ya no es atractivo. Eso no depende de que haya una norma o regla específica, sino del hecho de haber crucificado al yo con sus deseos. Muerta la vida de pecado solo queda la nueva vida en el Espíritu, la que agrada y sirve al Señor.
3- La necesidad de la gracia de Dios. La visita de los predicadores de Jerusalén había producido que muchos gálatas tuvieran una conducta vacilante. La duda siempre es contraria a la fe. El gran problema es que gracia y ley son incompatibles. Son opuestos que se anulan el uno al otro. Si es por gracia, no puede ser por la ley. Y si es por la ley es porque se ha rechazado la gracia. Tan incompatibles son que lleva a Pablo a pronunciar: «No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo» (v. 21). Si una persona puede tener justicia delante de Dios por guardar la ley, entonces la muerte de Cristo fue en vano. Cualquier persona que agregue un requisito más a la muerte de Cristo, en esencia está diciendo que el sacrificio de Cristo no fue suficiente para la salvación.
APLICACIÓN
Por milenios los seres humanos intentaron acercarse a Dios por medio de las obras. El resultado fue un fracaso completo. Por eso, Dios preparó la salvación por medio de su Hijo y por su gracia. Cuando el yo muere en la cruz de Jesús somos dados por muertos para la ley. A partir de ese momento ya no vive el creyente para sí mismo sino para Cristo. Este es el nuevo camino para alcanzar la salvación, el cual, está al alcance de todo el que desee creer. El llamado de Dios para nuestros días es que no debemos confiar en nuestras fuerzas sino en el sacrificio de su Hijo y en su gracia. Esta es suficiente.