Lección de célula de adultos para sábado 19 de junio

Sábado 19 de junio de 2021

El segundo desierto de Jesús

LECTURA: Mateo 26:36-39 NVI

Luego fue Jesús con sus discípulos a un lugar llamado Getsemaní, y les dijo: «Siéntense aquí mientras voy más allá a orar». 37 Se llevó a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, y comenzó a sentirse triste y angustiado. 38 «Es tal la angustia que me invade, que me siento morir —les dijo—. Quédense aquí y manténganse despiertos conmigo». 39 Yendo un poco más allá, se postró sobre su rostro y oró: «Padre mío, si es posible, no me hagas beber este trago amargo. Pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tú».

VERDAD CENTRAL: En los desiertos debemos rendir nuestra voluntad al Señor para que él cumpla sus propósitos en nosotros.

INTRODUCCIÓN

Jesús y sus discípulos recién salían del aposento alto, donde celebraron la cena pascual, y donde quedó establecida la cena del Señor. Caminaron hacia el huerto de Getsemaní. En Mt. 26:30 el evangelista nos dice que lo último que hicieron en el aposento alto fue cantar un himno, muy probablemente el Salmo 118, que era el último de los salmos que el pueblo de Israel entonaba durante la Pascua. De todos los personajes de las escrituras, solo hay uno que nunca pecó: Jesús. Él obedeció siempre a la voluntad perfecta del Padre, aun cuando el resultado implicaba un gran sufrimiento. Al evaluar cómo el Señor manejó el sufrimiento, comprenderemos mejor de qué manera debemos reaccionar ante momentos similares en los que nuestra voluntad debe ser doblegada a los propósitos divinos.

CUERPO:

1- La soledad del Getsemaní. Mientras vivamos en este mundo, afrontaremos dolores y dificultades. Como Jesús, atravesaremos noches oscuras en nuestro propio Getsemaní, pero Jesús nos dio el ejemplo de cómo reaccionar cuando la voluntad de Dios incluya más dolor del que pensábamos que éramos capaces de soportar (Mt 26:37). En tiempos de sufrimiento, podemos batallar en oración. Cuando el terror de lo que le esperaba cayó sobre Jesús esa noche, prontamente acudió a su Padre. Su agonía no fue causada por renuencia a cumplir con el propósito de Dios: morir en la cruz. Lo que aterraba a Jesús era la separación de su Padre. Es por eso que oró diciendo: «Si es posible, pase de mí esta copa» (Mt 26.39). A diferencia de las luchas que enfrentó Jesús, las nuestras a menudo implican una resistencia a obedecer la voluntad de Dios, o la incertidumbre en cuanto a lo que él está haciendo. Cuando el dolor es tan intenso, lo único que queremos es sentir alivio. Pero, aunque seguimos pidiendo quedar libres de nuestro sufrimiento, Dios se mantiene silencioso y nada cambia. Aunque parezca como si a Él no le importara, el Señor está demostrando su amor al utilizar nuestro sufrimiento para enseñarnos, purificar nuestro corazón, motivar la obediencia y profundizar nuestra relación con Él.

2- La angustiosa separación. Es importante saber que todos sufrimos por causa del pecado. La transgresión tuvo origen en Edén cuando Adán y Eva desobedecieron a Dios. A partir de ese momento, la tierra ha estado bajo maldición, y toda la humanidad ha nacido con una naturaleza de pecado. Por esta razón tenemos enfermedades, muerte, desastres naturales, accidentes, violencia y toda clase de males. La intensidad del sufrimiento de Cristo en la cruz demuestra la gravedad y el alcance de lo que está mal en el mundo y en las personas. Con frecuencia solemos pensar solo en el dolor insoportable de su crucifixión, pero la mayor agonía de Jesús no fue física. Cuando fue colgado en la cruz, el pecado de sus escogidos fue puesto sobre él para sufrir la ira de Dios (1 P 2:24). No podemos ni imaginar tal sufrimiento. El pecado puesto sobre Cristo fue tan grande que el Padre le dio la espalda, por primera y única vez. Dios Padre y Dios Hijo estuvieron separados (Mt 27:46). Nadie ha sufrido tanto por el pecado como Dios, pero era necesaria esa separación para alcanzar la reconciliación.

3- Una voluntad rendida. Jesús fue a su Padre tres veces, preguntando si habría otra manera de lograr la redención de la humanidad; sin embargo, cada vez terminaba su petición con estas palabras: «Pero no sea como yo quiero, sino como tú» (Mt 26.39). Fue entonces cuando su lucha terminó, y su determinación por llevar a cabo la voluntad del Padre se hizo más fuerte. En nuestros desiertos debemos entender que él responderá nuestras oraciones, pero solo en su tiempo y a su manera. Mientras tanto, nos confortará y nos fortalecerá, como hizo con Jesús en el huerto de Getsemaní. La lucha terminará solo cuando nos sometamos al Señor y nuestra voluntad quede completamente rendida a Dios tal como Jesús lo hizo.

APLICACIÓN

La forma como anhelamos que sea la vida, y lo que realmente es, son dos cosas muy distintas. Dentro de nosotros existe un anhelo de que todo funcione sin problemas y de manera cómoda. Y aunque existen momentos así, al final enfrentaremos situaciones que nos causarán dolor, desesperación y dificultades. El sufrimiento en la vida es inevitable, pero nuestra respuesta al mismo es una opción. Nadie ha sufrido más de lo que Jesús sufrió. Pero eso era lo que se requería para reconciliar a la humanidad caída con el Padre y así cumplir su voluntad. En medio de la soledad y el dolor ¿está dispuesto a rendir su voluntad siempre al Señor?

Comments
One Response to “Lección de célula de adultos para sábado 19 de junio”
  1. Claire dice:

    E aprendido mucho de los temas y en ellos e podido giarme en todo lo que ago para Dios

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