Lección de célula de adultos para sábado 26 de junio
Sábado 26 de junio de 2021
El desierto florecerá
LECTURA: Isaías 35:1-2 NVI
Se alegrarán el desierto y el sequedal; se regocijará el desierto y florecerá como el azafrán. 2 Florecerá y se regocijará: ¡gritará de alegría! Se le dará la gloria del Líbano, y el esplendor del Carmelo y de Sarón. Ellos verán la gloria del Señor, el esplendor de nuestro Dios.
VERDAD CENTRAL: El Señor embellece los momentos difíciles cuando ha cumplido sus propósitos en nuestras vidas
INTRODUCCIÓN
La palabra en hebreo para desierto es: midbar. Viene de la raíz hebrea: dabar, que suena o significa: «hablar» y «palabra». El desierto es el lugar donde Dios nos habla. Dado que el desierto es un lugar desolado, es ahí donde se convierte en un lugar ideal para oír la voz de Dios, pues no existen muchos distractores. Los desiertos de nuestras vidas son lugares tormentosos de prueba, tentación y duda. Sin embargo, nuestra vida misma es un desierto que necesita de la constante intervención divina y una profunda renovación espiritual que nos permita florecer. Esto solo es posible cuando escuchamos la voz de Dios en la soledad de los momentos difíciles que el Señor nos permite atravesar.
CUERPO:
1 – Se alegrarán el desierto y el sequedal. Se cree que el capítulo 35 de Isaías fue redactado por un discípulo del primer Isaías en el exilio en Babilonia cuando Jerusalén sucumbió a la invasión y destrucción de dicho imperio. Cuando Israel fue a parar al exilio en Babilonia enfrentó uno de sus momentos históricos más difíciles. Sin un rey, símbolo de protección política y militar; sin un templo, símbolo de la presencia de Dios en medio de su pueblo; y sin tierra, símbolo de la promesa hecha a sus antepasados. Estas condiciones desérticas para el pueblo judío representaban un momento oportuno para considerar su verdadera posición ante Dios. Si bien el exilio fue la consecuencia final de su desobediencia, fue tan solo al ser despojado de todos esos elementos emblemáticos que el pueblo judío entendió el valor y la riqueza que existe en una vida de obediencia a Dios. Es duro estar en un desierto espiritual, nadie piensa en llegar allí en realidad, pero todos en algún momento llegamos a ese punto, no porque lo queramos, sino porque muchas veces es consecuencia de nuestro bajo nivel de comunión con Dios o es producto de permitir que los problemas que nos rodean le ganen la partida a nuestra fe. El salmista David experimentó esos desiertos espirituales y escribió: «Oh Dios, tú eres mi Dios; de todo corazón te busco. Mi alma tiene sed de ti; todo mi cuerpo te anhela en esta tierra reseca y agotada donde no hay agua» Salmos 63:1 NTV. En medio de nuestra aflicción el Señor puede darnos gozo pleno que las circunstancias más difíciles no nos podrán arrebatar.
2 – Se regocijará el desierto y florecerá. Las condiciones naturales de los desiertos no son favorables para que la vegetación pueda subsistir. Las condiciones climáticas no solo hacen imposible la vida agrícola, sino que representan una dificultad para la subsistencia humana. Lo que significa que el día a día en el desierto es un milagro continuo que solo Dios puede realizar en beneficio del hombre. Así como solo Dios puede hacer posible la vida en el desierto por su poder sobrenatural, solo Dios en su amor por sus hijos, puede hacerlos florecer en las circunstancias más complejas. Aquellas áreas que consideramos que nunca podríamos cambiar y que muchas veces representan un obstáculo permanente, que marchitan nuestra relación con el Señor, bajo su intervención y poder nuestra naturaleza puede ser transformada por completo al encontrarnos a solas con Él.
3 – Ellos verán la gloria del Señor. En muchas ocasiones anhelamos que Dios obre sobrenaturalmente en nuestra vida, pero en el momento que evaluamos cuál es el espacio que realmente tenemos para que Dios trabaje, nos percatamos que no hay lugar suficiente para que pueda construir algo nuevo en nosotros y así manifestar su gloria. Al ser transformados de manera sobrenatural por el poder de Dios, y entrar en una relación íntima con él, Dios nos concede la oportunidad y el privilegio de poder contemplar su gloria. La gloria de Dios es la belleza de su espíritu. No es una belleza estética o material, sino una belleza que emana de su carácter, de todo lo que él es. Santiago 1:10 hace un llamado al hombre rico para que se «gloríe en su humillación», indicando una gloria que no tiene que ver con la riqueza, el poder o la belleza material, elementos que son despojados de nosotros en los desiertos.
APLICACIÓN
Durante todos estos estudios hemos visto cómo el Señor utiliza los desiertos como escenarios de preparación en el modelaje de nuestra vida y carácter. El desierto es el lugar propicio donde no solo nos encontramos a nosotros mismos, sino podemos acercarnos a Dios de una manera única. Los desiertos también nos invitan a una profunda reflexión sobre las realidades espirituales que vivimos. Cuando la desnudez de un desierto desviste ante nuestros sentidos la exuberancia del mundo material, quizá volvamos nuestros corazones a Dios y tratemos de descubrir lo que es verdaderamente importante en nuestras vidas. ¿Ha permitido que la gloria de Dios transforme las áreas áridas en su vida despojándolo de todo aquello que marchita su comunión con él? ¿Ha experimentado la transformación que solo Jesús puede hacer en su vida?