Adentro y afuera del muro
Los Estados Unidos producen el 36 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero del planeta, solamente detrás de China. Por ello, se comprende el revuelo mundial que ha causado la decisión del presidente Donald Trump de retirar a su país del acuerdo tomado en París por la Conferencia Cumbre sobre el Clima y que, estableció normas para regular la emisión de esos gases. Al retirar a su país, Trump deja también de lado las advertencias de la Agencia Meteorológica de las Naciones Unidas que advierte que si Estados Unidos no respeta el acuerdo no se podrá detener el calentamiento del planeta, lo cual provocará más tormentas e inundaciones, más sequías, escasez de agua, reducción de las cosechas de alimentos, nuevos conflictos y migraciones masivas. Todo eso no parece importarle al presidente estadounidense, quien argumenta que el acuerdo de París afecta negativamente el desarrollo económico y el aumento del empleo en su país. Desde hace mucho es sabido que el deseo de hacer dinero milita en contra de la naturaleza. A mayor ambición mayor daño al ecosistema.
Usualmente, quienes pagan las consecuencias son los pueblos vulnerables que no poseen grandes presupuestos para hacer frente a las inundaciones y tampoco fondos para paliar el hambre provocada por las sequías. Las tragedias humanas están fuera del campo de interés del presidente estadounidense, lo cual es concordante con su política de construcción de muros. Éstos separan al mundo de afuera del mundo de adentro. Afuera del muro quedan los que sufren las consecuencias de las políticas erradas mientras que adentro quedan los que hacen nuevos negocios. El muro sirve tanto para impedir que de los de afuera entren como para que los de adentro miren a los de afuera. Los efectos han comenzado a experimentarse en el Triángulo Norte de Centroamérica. Tal como El Diario de Hoy informó a principios de mes, la laguna de Atescatempa ha desaparecido en Guatemala y, eso, solamente es el principio de los efectos que el cambio climático provocará en nuestros países. Como cristianos, debemos rechazar firmemente los valores anticristianos que se expresan en la indiferencia hacia los más pobres y vulnerables, como también en el manifiesto egoísmo de cerrarse a las necesidades de los demás en busca del interés propio. El calentamiento global es consecuencia del uso desmedido de los recursos naturales y lo menos que como cristianos podemos hacer, es apoyar todo esfuerzo por adoptar un estilo de vida personal y comunitario que demuestre verdadero cuidado de la creación. Hay mucho que los cristianos podemos hacer por cambiar el rumbo de las cosas.
Trump es de las personas que, intencionalmente o por desconocimiento, niegan las innumerables evidencias científicas que atestiguan el calentamiento del planeta. Las Naciones Unidas afirman que si los Estados Unidos no respeta el acuerdo de París, en 30 años la temperatura del planeta aumentará en 0.3 grados centígrados. Visto en el termómetro, eso parece ser nada. Pero en términos ecológicos representa el inevitable aumento de los niveles de los océanos que, entre otras cosas, dejará sumergido el complejo hotelero Mar-a-Lago, propiedad de Trump, hacia el año 2060. Lastimosamente, él ya no estará para verlo. Pero sus descendientes pagarán los costos de la egolatría de su padre. La naturaleza siempre las cobra y eso no hay muro que lo pueda detener.