Afrontar el patógeno de la violencia
Con la entrada de la COVID 19 quedó claro para buena parte de la humanidad lo que es una epidemia. Pero, aunque se tenga la noción práctica, no siempre se comprenden los conceptos esenciales. En toda epidemia siempre existe un patógeno, los vectores de propagación y los factores de riesgo. En el caso de la COVID 19 se sabe que el patógeno es un coronavirus, nominado como SARS-Cov-2, que provoca complicaciones respiratorias. El vector de contagio son las gotitas de saliva que se dispersan cuando una persona infectada tose, estornuda o habla. Los factores de riesgo son los lugares cerrados, las aglomeraciones, el escaso distanciamiento entre personas, el uso inadecuado de mascarilla o su ausencia.
La violencia también puede ser enfocada desde un punto de vista epidemiológico. Cuando los niveles de violencia en un país alcanzan los 10 homicidios por cada 100,000 habitantes se está frente a una epidemia de violencia. El Salvador se encuentra actualmente en el doble de ese parámetro. Como en toda epidemia, la violencia también posee un patógeno, factores de riesgo y vectores de propagación.
El patógeno de la violencia no es un virus ni ningún otro ente biológico, se trata de una condición psicológica conocida como humillación abrumadora. Esta se produce cuando una persona vive en una situación humillante que termina por abrumarla. Entre los elementos que provocan la humillación juega un papel esencial la marginación. A mayor marginación, mayor humillación. La violencia —como lo expresó el doctor James Gilligan— es «un intento por reemplazar la humillación con autoestima». Se debe tener mucho cuidado de comprender que no se está diciendo que la pobreza conduce a la violencia. Aunque la pobreza es un factor de riesgo, por sí sola muy pocas veces degenera en violencia. Lo que se afirma es que la condición de humillación abrumadora, sumada a los factores de riesgo, eclosiona en agresividad violenta.
Entre los factores de riesgo de la violencia se encuentran: abuso infantil o negligencia, machismo, hacinamiento, altos niveles de delincuencia, fácil acceso a armas, pobreza, disponibilidad de alcohol o drogas, ausencia de valores. De igual manera que para evitar la propagación de la COVID 19 se evitan las aglomeraciones y los lugares cerrados, para controlar una epidemia de violencia se deben sustituir los factores de riesgo por los factores de protección. El abuso infantil debe ser sustituido por el cuido responsable, el machismo por la equidad de género, la delincuencia por el fomento de los valores, la pobreza por el desarrollo humano
Los vectores de propagación de la epidemia de violencia son las pandillas y el sistema penal salvadoreño. Desde hace muchos años la simple observación popular ha reconocido que tanto las pandillas como los penales son escuelas del crimen. Desde este punto se pueden comprender mejor las palabras de Gilligan, el padre de la teoría de la violencia, cuando afirmó: «El castigo es el detonador de violencia más poderoso que hemos inventado». Los últimos veinte años de historia salvadoreña son testimonio fehaciente de la sabiduría que contiene esa frase.
El sentido común indica que, para derrotar cualquier epidemia, en este caso de violencia, los esfuerzos deben concentrarse en neutralizar el patógeno. La humillación abrumadora solo puede ser combatida con políticas de Estado de mediano y largo plazo para reducir la desigualdad, la marginación y la exclusión. Debe existir un esfuerzo honesto para anteponer los factores de protección a los factores de riesgo. En este campo la Organización Mundial de la Salud recomienda, entre otras cosas: desarrollar relaciones seguras, estables y amorosas entre los niños y sus padres o encargados; desarrollar valores y habilidades para la vida en niños y adolescentes; tomar medidas para reducir la disponibilidad de alcohol y drogas; cambiar las normas culturales y sociales que apoyan la agresividad y la violencia; promover la equidad de género; reducir el acceso a armas de fuego; identificar a las víctimas, protegerlas y apoyarlas.
Como puede observarse, las medidas de protección requieren de un esfuerzo prolongado. Se trata de orientar recursos a largo plazo para focalizarlos de manera integral en las zonas más afectadas por la violencia. La tragedia nuestra es que los plazos que requieren todos estos esfuerzos son más extensos que los del calendario electoral.
Muy acertado su publicación, Pastor Mario Vega, no es cuestión de combatir la violencia, con mas violencia, tiene que ser un arduo trabajo entre todos, gobierno y familias, pero tan corto el tiempo para solucionarlo. y la mayoria de gobernantes solo ven intereses prppios.
DIOS LO BENDIGA, ES EL UNICO DE ESTE PAIS QUE HABLA CORRECTAMENTE ILUMINADO POR EL PADRE.