Campaña no violenta en El Salvador

Frecuentemente la no violencia se considera un recurso idealista y falto de objetividad. Como un recurso irrealista que sirve más a los poderosos para preservar el status quo.

No obstante, existen múltiples ejemplos que demuestran su viabilidad y efectividad. La historiadora Patricia Parkman ha realizado y publicado un interesante estudio titulado: «Insurrección no violenta en El Salvador», publicado por Con cultura en la serie «Biblioteca de Historia Salvadoreña». En dicha obra la autora se refiere al movimiento no violento de mayo de 1944 que puso término al cuarto período presidencial de Maximiliano Hernández Martínez.

Después de la insurrección armada de abril del mismo año, que Martínez manejó con habilidad y castigó con una serie de fusilamientos, la población creció en indignación pero también en impotencia al comprobar que la vía violenta no había producido los resultados esperados. La población estaba luchando en el campo del adversario. Donde era fuerte, hábil y sin remilgos.

De acuerdo a Parkman la idea del movimiento no violento fue propuesta por el periodista Joaquín Castro Canizales, quien se encontraba en el exilio. La propuesta fue entregada por escrito en un documento que tituló: «Hacia la desobediencia civil: mi mensaje al pueblo salvadoreño». Entre otras cosas Castro escribió: «Hay una manera decente para lograr el derrocamiento del gobierno de Martínez, sin que el país sufra menoscabo en su crédito internacional. Esta solución es la que se ha dado en llamar: Resistencia pasiva o desobediencia civil. ¿En qué consiste esto? En que todo aquel ciudadano que actualmente es una pieza en el engranaje administrativo y económico del país, deje, por su propia voluntad de serlo».

Castro Canizales proponía un amplio movimiento no violento que paraliza a los empleados públicos, la universidad, las escuelas, el correo, el telégrafo, servicios de radio, empleados del comercio, choferes y ferrocarrileros hasta lograr una total paralización de todas las actividades. Sugería que los trabajadores se preparan para la huelga ahorrando suficiente dinero para vivir durante un mes o dos si fuera necesario.

El grupo de Acción Democrática Salvadoreña planeaba utilizar métodos más rápidos, la fuerza militar, para derrocar a Martínez.

Al enterarse de la propuesta no violenta la adjuntan a su movimiento estableciendo que la revuelta armada sería la chispa que encendería la mecha de la desobediencia civil. Pero los acontecimientos de abril apagaron la chispa de manera rápida y muchos miembros del grupo fueron fusilados.

El plan no violento de Castro Canizales se desarrolló de manera bastante fiel. La iniciativa fue de los estudiantes universitarios. El plan excluía las manifestaciones callejeras para evitar confrontaciones con las fuerzas armadas. Como lo recuerda Reynaldo Galindo Pohl, el movimiento no violento fue «como si una pequeña piedra desprendida de una montaña hubiera causado una avalancha».

Pocos días después de ser desalojado de la presidencia, Martínez manifestó a un periódico guatemalteco: «En los primeros días de abril, yo derroté con las armas a los sediciosos; pero últimamente provocaron una huelga… ¿Contra quién iba a disparar?

«¿Podría hacerlo contra niños y contra jóvenes que no se daban cuenta cabal de sus actos? También mujeres fueron enroladas en el movimiento y de esa manera ya no había objetivo contra el cual disparar».

El 8 de mayo, Martínez ya desmoralizado y sin saber cómo controlar una acción no violenta aceptó renunciar de inmediato y salir del país. Lo que la revuelta armada no pudo lograr lo logró el movimiento no violento. La lucha se trasladó al campo moral. Donde Martínez nada pudo hacer. Seguir el camino de la violencia le hubiese perpetuado en el poder.

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