¿Cómo se gana el voto de los evangélicos?

De acuerdo a las más recientes encuestas un 28.3% de la población salvadoreña se define como evangélica. Tal cantidad representa casi un tercio de la población nacional. El hecho no ha dejado de ser percibido por los partidos políticos, que ven en los evangélicos un segmento importante de población para sumar a su caudal de votos.

Pero la tarea de ganar el voto evangélico no es tan simple como los políticos lo conciben. Ellos utilizan métodos proselitistas que funcionan con otros grupos sociales, pero no con los evangélicos. El ganar el voto de la iglesia evangélica es posible solamente si se comprende la cosmogonía del evangélico, la cual, se rige por presupuestos teológicos esenciales. El más importante de ellos, originado en la Reforma del Siglo XVI, es el que resalta la relación del individuo con Dios sin que medie ninguna institución, ceremonia o persona. Esta relación es el elemento dominante e insobornable de su fe.

Ningún pastor o líder religioso puede interferir en tal relación. Consecuentemente, no se puede conquistar el voto evangélico por la vía de entendimientos con su liderazgo. Tampoco se puede articular una alianza con un sector tan amplio como el evangélico, que tiene como definición ontológica la propia e inviolable individualidad.

Erran aquellos dirigente religiosos que piensan que pueden decidir por sus feligreses y erran aquellos políticos que intentan conquistar el voto evangélico ganándose el favor de pastores. Los evangélicos no son influenciables por los acercamientos políticos que sus pastores puedan tEner o por las preferencias partidarias que expresen. En la iglesia evangélica no existe una jerarquía inobjetable de autoridad. Fue un logro de la Reforma la emancipación de la conciencia.

Las asociaciones de pastores que se muestran obsecuentes a partidos políticos, generalmente son organizaciones de reciente hechura y con poca representatividad. Pero aún si tales asociaciones fuesen auténticos referentes, el evangélico seguiría siendo fiel a sus convicciones y a nadie más. La iglesia evangélica no es manipulable. El aferro a su fe no es negociable.

El dicho frecuente de que los evangélicos fueron quienes definieron las elecciones presidenciales anteriores es solo un dicho que no tiene más fundamento que la imaginación de aquellos que desean impresionar a los políticos. Tal aseveración no es objetiva pues presenta a la iglesia evangélica como un bloque social, que toma decisiones unánimes en el campo electoral y, tal cosa, no es cierta.

Lo más objetivo con respecto a los evangélicos es que en su seno se reproducen preferencias políticas similares a las del ámbito nacional. En cada iglesia se mezclan los simpatizantes y los militantes de los partidos políticos existentes sin que ello obste para su comunión. La armonía no se basa en una única preferencia partidaria sino en el respeto a las diversas predilecciones.

El evangélico respeta y muestra mucha reverencia hacia pastores que son ejemplares en su conducta moral, en su vida familiar y en su fidelidad a las Escrituras. Pero, aún en estos casos, muy pocos tomarán una opción política siguiendo el ejemplo de tales pastores. Su orientación es respetada siempre y cuando no sea para alinearse a un partido político.

La iglesia evangélica valora el amor, la verdad, la solidaridad y la justicia. Rn la medida que un candidato y su programa de gobierno interpreten, recojan y se normen por tales valores ganarán el apoyo mayoritario de la iglesia. Fuera de ello, nada asegura el voto de los evangélicos, Ni siquiera que el candidato sea evangélico.

Lo siento amigos, erraron el blanco.

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