De ganadero a profeta

Jeroboam reinaba sobre la parte norte de Israel y había expandido las fronteras. Pero la corrupción y la idolatría también se expandían. En fidelidad a su rol, Amós denunciaba con palabras firmes no solo los lugares de culto sino también a la corona misma. El santuario principal se ubicaba en la ciudad de Betel y en ella fungía como sacerdote principal Amasías. Este era empleado de la corona y respondía a los intereses del rey antes que a los de Dios. Al escuchar la denuncia de Amós, no hizo esperar su reacción, pues, como guardián del santuario y de los intereses del rey, sus palabras le resultaban intolerables.

Amasías envió un mensaje al rey calificando las palabras de Amós como «conspiración». Dejando de lado las razones éticas y teológicas del profeta, se enfocó en lo que interpretaba como un acto deliberado de complot. El sacerdote intentaba limitar la libertad de Amós para proclamar la palabra de Dios y silenciar sus cuestionamientos morales a la forma de ejercer el poder. Pero, no contento con denunciarlo ante el rey, preocupado por callar a Amós de la manera más pronta posible, se dirigió a él y le ordenó huir. Parece que el sacerdote esperaba una reacción inmediata del rey y si Amós deseaba conservar su vida debía huir de inmediato. Si la acusación que le había hecho era de instigación en contra del rey, lo lógico es que él actuaría en su defensa para enviarlo, como mínimo a la cárcel o al exilio. Antes de que eso ocurriera Amasías le recomendaba a Amós «huye a la tierra de Judá», el lugar de donde el profeta era originario. Era una invitación a que volviera a lo suyo, que se ocupara de su Dios delante de sus adeptos y que no se entrometiera en las cosas del rey.

Amós podía seguir con su vida, incluso profetizando, pero en su propia tierra, donde su voz no descubriera maldades; pero no en Betel, porque era el santuario nacional y capital del rey. Es decir, donde su profecía ponía en riesgo al poder. ¡Y pensar que todo eso por la sola palabra del profeta! Tanto Amós como Amasías hablaban en nombre de Dios, el problema era que lo estaban haciendo en el mismo lugar. El sacerdote no ponía en duda las palabras de Amós, nunca afirmó que fueran falsas. Lo que le preocupaba era que el profeta pronunciaba sus palabras, no callaba, por tanto, debía ponerles freno.

Amós no hizo esperar su respuesta, ante la invitación a huir y renunciar a su testimonio profético respondió que él no era profeta, ni pretendía serlo: su trabajo era en el campo y con el ganado. Pero si estaba allí no era por voluntad propia, sino por encargo directo de Dios. No podía callar porque, aunque no era profeta, Dios les había ordenado hablar. La oposición de Amasías, en ese orden, no era contra el profeta, sino contra Dios, quien lo había enviado. Si el sacerdote se negaba a escuchar al profeta, se estaba negando a escuchar a Dios mismo.

La manera en que Amós y Amasías entendían su llamado y su responsabilidad ante Dios y el pueblo cambiaba radicalmente dependiendo de su condición personal. Amós era completamente independiente de los intereses de la corona, en cambio, Amasías debía una absoluta dependencia al rey. El profeta era independiente y el sacerdote era asalariado. Este buscaba satisfacer las necesidades del rey y, en consecuencia, las propias, mientras que el profeta solo buscaba cumplir el encargo del Señor. Aunque esto le generara denuncias, peligro de parar en la cárcel, amenazas, insultos, incomprensión y la probabilidad de perder la vida.

Todo esto ocurría a vistas del pueblo. ¿Cómo se sentían viendo y oyendo esta confrontación? El rey, los nobles, los hacendados y el sacerdote mismo, muy incómodos. Nada a gusto. Pero los desfavorecidos, los pobres y oprimidos, los olvidados, al escuchar un mensaje de justicia, de sentencia contra los poderes tanto civil como religioso, sabían ahora que había una voz que hablaba por ellos. Entendían ahora que había un Dios que no les había olvidado y no los desampararía.

Comments
One Response to “De ganadero a profeta”
  1. Adal R dice:

    En buena hora y buen momento llega la Palabra del Señor. Dios utiliza a todo aquel que está dispuesto a pagar el precio: la persecusion. Amos es el tipo de ministro y ministerio que se necesita hoy día, sin límites de tiempo, lugar ni título, sino más bien es un llamamiento pleno que va más allá de un nombre. Aún en el anonimato, dónde nadie conoce ni de dónde hemos surgido, ni quién nos paga, o quien nos impulsó. Esto de servir a la manera de Amos es el carácter de siervos sin sueldo o fama. Sólo se reconoce quien nos ha llamado, cual es la palabra a proclamar y una intensa responsabilidad por el Reino de los cielos. Somos embajadores de Cristo. El problema que existe en el mundo religioso es :
    Tu carnet
    Tu título
    Tu espacio, tu salario, tu estructura religiosa
    Tu país, con tantas limitaciones habidas y por haber atrapados en redes, en tecnología, en el mismo mundo que pone el precio, y el estilo.
    Pero lejos de ser verdaderos siervos obedientes a Dios antes que a los hombres.
    A Amos no querían verlo ni oírlo, duro era su mensaje: desistid de la maldad , y para el religioso muy pagado de si mismo y asalariado le era difícil de soportarlo. Por eso le dijeron: deja de hablar en este lugar ( Betel ), eres un rebelde al rey. Vete!
    Cuántos creyentes son expulsados, ignorados en por muchos religiosos por no ser afín al poder imperante y político que tiende a vivir en maldad, vanidad e injusticia?
    Cuántos seguidores de Cristo son asesinados y perseguidos por anunciar la verdad?
    Por defender a la viuda, al pobre, a la los marginados no hay salario. El trabajo en el Reino de los cielos es por amor, Y este amor es el amor de Cristo, Él Es el motivo único de nuestra predicación, enseñanza y escritura. En todo sea Dios exaltado y como siervos menguamos a fin de que Cristo sea Glorificado. Sin nombre y sin Salario vamos por el mundo predicando el Evangelio del Reino.

    Adal R
    27nov2022

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