Debilidades del movimiento no violento de 1944

A pesar de que el movimiento no violento de mayo de 1944 tuvo éxito en lograr la destitución de Maximiliano Hernández Martínez, la acción presenta diversas debilidades que pusieron en peligro el esfuerzo y limitaron su alcance.

En primer lugar, la acción no surgió como resultado de una convicción amplia sobre la eficacia y la superioridad de los métodos no violentos. La historiadora Patricia Parkman, en su libro «Insurrección no violenta en El Salvador» (Concultura), explica que la estrategia no violenta fue tomada por razones meramente pragmáticas: carecían de los medios para hacer cualquier otra cosa. Respalda su afirmación citando al, entonces, dirigente estudiantil Jorge Bustamante, quien expresó: «Sabíamos que si las cosas se violentaron, entonces el ejército iba a tomar cartas en el asunto, iba a disolver la huelga a pura fuerza».

Como puede verse lo que guió la desobediencia civil fue el sentido de protección y seguridad, en lugar de la adopción de la filosofía y de los principios que implica una campaña no violenta. Ello supuso, desde el principio, una debilidad del método que se evidenciaría en los resultados posteriores.

En segundo lugar, el movimiento no violento careció de un liderazgo conductor. La acción fue espontánea y, consecuentemente, no tenía un guía, un mentor, un inspirador y un asegurador de los resultados. La misma autora afirma: «Ninguna de la propaganda de oposición que apareció entre septiembre de 1943 y fines de abril de 1944 menciona el asunto de la resistencia pasiva y no existe evidencia que apunte a algún intento de organizarla o prepararse para ella durante ese período» (p. 136). Líderes específicos no aparecieron sino hasta las fases finales. Las iglesias se mantuvieron al margen de todo el esfuerzo.consecuentemente, podría decirse que el movimiento fue una afortunada sucesión de casualidades. Pero las casualidades no podían continuar de manera indefinida y, así fue, llegaron a su fin.

En tercer lugar, por carecer de una filosofía sustentadora y del movimiento fue limitado. El movimiento cesó con la salida de Martínez, pero continuó en el poder la élite militar que él había dejado en control del gobierno. No fue posible despojar a la institución militar del poder político que había acumulado durante la era de Martínez. El movimiento fracasó en lograr su objetivo más amplio.

En cuarto lugar, Martínez huyó del país sin efectuar ningún tipo de reparación moral. Ninguna campaña no violenta puede sentirse satisfecha -hasta lograr la conversión del ofensor. Es importante para el no violento defender con hechos su verdad de manera inclaudicable, pero también saber mostrar sus razones de modo que hasta el poderoso las entienda. La meta a lograr no es la eliminación del enemigo sino su conversión hacia el pueblo. Más vale ganarle el corazón que sobreponerse a su fuerza.

En quinto lugar, no se aprendió la lección. Un nuevo golpe derrocó al presidente provisional en octubre de 1944. De nuevo se produjo la resistencia no violenta que se extendió por más de un mes y puso en serios problemas a los nuevos gobernantes.

Lastimosamente, la dirigencia civil optó por una revuelta armada en diciembre. Retados en el ámbito donde descansaba su mayor fuerza, la institución militar derrotó rápida y decididamente a los insurgentes. El poderío político militar se consolidó y condujo a un continuo enfrentamiento social, que fue en crecimiento hasta alcanzar los niveles de la década de los setenta. Pero, ese, es un período que merece otro análisis para una ocasión futura.

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