Diálogo o garrote

En el Génesis la primera enseñanza que Dios impartió fue la de la virtud del diálogo. La historia bíblica relata que Dios visitaba cada tarde al hombre y a la mujer para conversar con ellos. El ser humano aprendió a dialogar con Dios, el prójimo y la creación. Pero esa enseñanza fue rota cuando Caín echó mano de la violencia contra su hermano Abel. Desde entonces, han existido personas que juegan sucio de una manera particularmente burda para infligir temor por medio de la agresividad. Su esencia es simple: en lugar de convencer con razones apelan a la amenaza, al miedo o al uso de la fuerza para hacer que alguien acepte su voluntad. No importa si la amenaza es física, psicológica social o económica. La validez del argumento no se logra por medio de la lógica del diálogo, sino del poder que lo respalda.

Ahora bien ¿por qué el recurso del garrote es tan efectivo? Porque si al ser humano se le da la opción entre pensar o evitar el castigo la mayoría elegirá lo segundo. El problema con esto es que la razón resulta disminuida, la verdad o falsedad de una postura depende de las consecuencias que pueda tener rechazarlo y no de si tiene valor en sí misma. En el desarrollo de la civilización humana la fuerza ha sido usada históricamente por religiones, gobiernos y sistemas ideológicos para disciplinar a las masas. Hoy la vemos en contextos políticos, empresariales y hasta en dinámicas familiares.

La historia está llena de ejemplos donde la verdad no importaba tanto como el miedo que podía imponerse. La Santa Inquisición no sustentaba la verdad de la fe en la razón, sino en el temor al castigo. En regímenes como el nazi o el soviético se aplicaba el temor al castigo de manera sistemática: si cuestionas al partido eres un enemigo del Estado y terminarás en un campo de concentración. No importaba si el sistema tenía fallas, el castigo aseguraba la obediencia. Los gobiernos autoritarios modernos continúan justificando sus medidas con el miedo, no con la razón que se ejerce en el diálogo. Quien muestra disenso al gobierno es censurado o encarcelado. Es un intento de imponer verdades a través de la coerción.

Pero el uso del miedo también se puede encontrar en la crianza, en las relaciones y hasta en los negocios. De hecho, las personas autoritarias normalmente han sufrido modelos paternales exigentes y agresivos. De niños escucharon muchas veces: «si no te comes toda la comida te quedas sin jugar». No les explicaron por qué es bueno comer bien, solo les impusieron miedo. Así, fueron asimilando el garrote como la forma de establecer la voluntad. Ya en la juventud amenazaban: «si terminas conmigo voy a hacerme daño». En lugar de argumentar las razones que demostraban su amor o su compatibilidad, recurrían a la violencia emocional con la consecuente incapacidad para construir entendimientos.

El peligro de quienes recurren al garrote para imponer su voluntad es que normalizan la coerción. Si alguien obtiene lo que desea porque amenaza, en realidad no ha ganado nada. Solo ha silenciado la discusión. Por otra parte, cuando las personas aceptan argumentos por miedo dejan de desarrollar su pensamiento crítico. Ya no se preguntan si algo es cierto, solo buscan evitar el castigo. Cuántas creencias en la sociedad persisten no porque sean verdaderas, sino porque se ha enseñado a temer cuestionarlas.

Las amenazas pueden ser eficaces a corto plazo, pero en el ámbito del debate desmontarlas es importante para evitar caer en la manipulación. El garrote es una de las herramientas más primitivas del control, pero sigue siendo efectiva porque explota un instinto humano básico: el miedo al castigo. Sin embargo, el conocimiento es la mejor defensa contra la coerción. Si una idea no puede sostenerse sin amenazas probablemente no sea una idea fuerte. Por eso cuando alguien intenta ganar un debate con un simple: «si no aceptas esto sufrirás las consecuencias», es importante recordar que las ideas se debaten con razones no con amenazas. Pero cuando las sociedades aceptan la amenaza como argumento, la verdad se vuelve irrelevante. El pensamiento crítico desaparece y se crea mayor distancia del ideal divino de que el diálogo es el método cristiano para resolver conflictos.

Restauración 100.5 FM · Editorial de la semana – Diálogo o garrote
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