Dios antes que los hombres

La enseñanza de Jesús de la no resistencia al mal puede inducir a pensar que el cristianismo supone la sumisión y la aceptación de lo injusto sin ningún tipo de cuestionamientos. Pero, tal idea solamente podría sostenerse dejando de lado otros elementos de las enseñanzas de Jesús.

Sin dudas que el uso de la violencia es rechazado como método para el establecimiento de la justicia. Cualquier causa que se repute de justa pone en duda su autenticidad si para demostrarse necesita lastimar a seres humanos. El fin no justifica los medios. Son los medios los que definen el fin. Métodos destructivos conducen a finales destructivos.

Las causas justas se definen y se establecen por su misma naturaleza. Es responsabilidad del cristiano ejercer una acción enérgica a favor de la justicia. Esta acción no debe pasar nunca por el uso de medios injustos o controvertidos. La ética cristiana no acepta excepciones ni relativismos.

La justicia siempre tendrá oposición. Todo aquel que abrace lo justo sufrirá persecución. Aún así, para el cristiano la justicia no es una opción, es un imperativo que, al final de cuentas, define su ser cristiano.

La enseñanza de la no resistencia al mal no es una limitación para la acción del cristiano. Tampoco implica una resignación ante lo injusto. Cuando el creyente se choca con la injusticia debe resistirla incansablemente. Para que su causa continúe siendo justa debe ser cuidadoso no sólo del fin sino de los medios que emplea.

cuando los discípulos de Jesús se encontraron frente a la prohibición de las autoridades religiosas, que les conminaba a no predicar más el evangelio, dieron una respuesta valerosa: «¿Es justo delante de Dios obedecerlos a ustedes en vez de obedecerlo a él?» Hch. 4:19.

La enseñanza de la no resistencia nunca fue entendida por los discípulos como un acatamiento silencioso de la injusticia. Simplemente se negaron a hacer lo incorrecto. Su negativa no fue violenta, tampoco irrespetuosa; pero sí muy firme.

Siglos después Henry David Tho- reau, en su libro «Desobediencia Civil», llegó a la misma conclusión por vía diferente: «No es deseable cultivar respeto por la ley más de por lo que es correcto. La única obligación a la que tengo derecho de asumir es a la de hacer siempre lo que creo correcto». Posteriormente, Gandhi sumó a la enseñanza de Thoreau la de la no violencia. Luego, Martin Luther King tomó los conceptos de no violencia y de desobediencia civil en un esfuerzo de inspiración cristiano, que condujo a la derogación de leyes segregacionistas.

Aunque no se debe negar las elaboraciones de Thoreau, Gandhi y King: tampoco se debe soslayar que la semilla de sus propuestas se encuentran en el evangelio de Jesús. Lo que los discípulos hicieron frente a las autoridades religiosas fue, en términos modernos, una acción de desobediencia civil. Por esa acción, posteriormente fueron amenazados, azotados y encarcelados. Pero ello, en nada opacó la justicia de su causa.

En palabras de Thoreau: «Bajo un gobierno que encarcela injustamente, el verdadero lugar para un hombre justo está en la cárcel… Es allí, en ese suelo separado, pero más libre y honorable, donde el Estado coloca a los que no están con él, sino en su contra, donde el hombre libre puede habitar con honor».

La todopoderosa justicia siempre prevalecerá. La no resistencia al mal por vía violenta y la desobediencia civil son medios infalibles que el cris- tiano debe ejercer activamente en contra de la injusticia. Como resultado, tendrá la victoria asegurada.

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