El coloso con pies de barro
Para quienes están en el poder y su principal preocupación es preservarlo, la vida es una continua zozobra. Se entregan sin lástima a asegurar que ninguna de sus órdenes se deje de cumplir y se aseguran de acabar por completo con sus opositores, no sea que sobrevivan y tengan un enemigo para toda la vida. Sus relaciones personales son transformadas severamente al darle prioridad a las dinámicas del poder. Por las noches pierden el sueño pensando en lo que vendrá después. Justamente estas cosas pasaban por la cabeza del rey de Babilonia mientras dormitaba. Entonces tuvo un sueño que lo asustó, pero al despertar lo olvidó.
Al día siguiente, el rey convocó a sus consejeros y sabios para que le recordaran el sueño y le dieran su interpretación. Pero esa exigencia estaba más allá de las capacidades humanas. El rey los amenazó con la muerte si no le revelaban el sueño porque estaba seguro de que era presagio de una conspiración. En su inseguridad, pensó que no le querían revelar el sueño para que el complot continuara oculto. Decidió condenarlos a muerte como una acción preventiva. Más que temer a su sueño olvidado, temía a sus consejeros. Su inseguridad se manifestaba en el intento de mantenerlos bajo continuo control, sin oportunidad de destacar.
Para entonces, Daniel ya participaba exitosamente en la vida política del imperio caldeo. Su vida y sus profecías estaban enfocadas en lo político y se había convertido en un precedente de cómo un creyente puede desenvolverse exitosamente en ese campo. Al conocer la decisión del rey, pidió tiempo para orar a Dios. Una vez que le fue revelado el sueño y su interpretación solicitó una audiencia con el rey. El sueño consistía en la imagen de un coloso cuya cabeza era de oro, el torso superior de plata, el torso inferior de bronce, las piernas de hierro y los pies en parte de hierro y en parte de barro. Luego entraba en escena una pequeña piedra que golpeaba a la imagen en sus pies desmenuzándola por completo. Al interpretar el sueño, Daniel explicó que cada metal representaba la sucesión de los gobiernos humanos hasta llegar a su final.
Los metales dispuestos en orden descendente de valor mostraban que el poder es decreciente. El declive ha sido la característica de los gobiernos durante muchas generaciones. Mientras más autocrático es un gobierno, más vulnerable se vuelve. El balance de poderes no solo protege a los ciudadanos, también protege a los mismos gobernantes. Cuanto más se concentran los poderes en una sola persona, más indefensa se encuentra. El sueño del rey lo figuraba en que la estatua, por imponente que fuera, se sostenía en la fragilidad de los pies de hierro mezclado con barro. Mientras más metales se acumularan arriba, más seguro sería el desplome. Y eso fue lo que ocurrió, el final fue la irrupción de un poder destructor y purificador de Dios. El poder termina y no puede continuar por siempre. El punto final no es la entropía, un estado entre mediocridad y tiranía implacable. El final es más optimista, es el triunfo del reino de Dios sobre los reinados humanos.
Para Daniel, el sueño del rey era una señal de los tiempos. La evidencia de lo débil y efímero que es el gobierno humano. Al mismo tiempo, era una señal que abría caminos de esperanza para el pueblo de Dios, que sufre bajo el poder del gobierno de turno, y que debe recordar todas las posibilidades de Dios aun cuando estén en medio de las circunstancias más duras. Los poderes del mundo van camino a su fin y están por ser juzgados. Pero esa no fue razón para que Daniel esperara el desenlace pasivamente. Por el contrario, se involucró activamente en la vida pública y no desaprovechó la ocasión para hacer ver al rey que el final de su gobierno venía en camino. Dios se disponía a quitar a un nuevo rey y eso le daba al profeta el ánimo suficiente para continuar sembrando su mensaje de justicia, integridad y misericordia. La buena nueva es que los gobiernos humanos pasan, pero los que se colocan del lado de los valores divinos perdurarán para siempre.
Otro desplome estrepitoso, Dios está en Control.
La iglesia siempre tuvo Injerencia en la política y aún la tiene, que los políticos no acepten lo que Dios determine eso es otra cosa
Palabras muy sabias para nuestros tiempos