El diálogo para alcanzar la seguridad
Las recientes declaraciones de un testigo criteriado produjeron una nueva conmoción por los presuntos entendimientos entre partidos políticos y líderes de las pandillas para obtener ventajas electorales. En años pasados, en investigaciones periodísticas bastante documentadas salieron a la luz evidencias convincentes de esa práctica y ahora se sabe que no hay un partido que no haya utilizado el mismo recurso de una manera directa o indirecta a través de sus aliados. El hecho es condenable dado que la compra de votos constituye un delito, pero también porque desnuda la inmensa hipocresía que existe entre el discurso público y las actuaciones de los politiqueros.
También se debe lamentar el uso inadecuado que se hace del recurso del diálogo. Las pandillas han demostrado ya por años que son capaces de convertirse en interlocutores y sostener acuerdos. Su lenguaje va muy ligado con la violencia y, sin embargo, son capaces de distinguir entre lo uno y lo otro. El problema es que un recurso tan importante se eche a perder por el uso inmediatista que se le ha dado para obtener ventajas electorales y no para llegar a acuerdos que permitan el desmontaje de la violencia. La gran paradoja de los partidos políticos es que se consideran necesitados del apoyo de las pandillas para ganar elecciones o para hacer sostenibles sus proyectos al mismo tiempo que vociferan en contra de los entendimientos ante sus electores. Eso es así porque en el pasado se usó el recurso del diálogo tan solo para simular el éxito de uno u otro programa que se sabía de por sí inefectivo. Desde entonces, el recurso fue satanizado y sometido a una narrativa popular que lo presenta como el peor de los males.
Por ese motivo, los politiqueros se ven en la necesidad de llegar a acuerdos de manera clandestina y condenan aquello que en secreto practican. No obstante, las pandillas mismas se han encargado de desenmascararlos con grabaciones de video en donde han hecho manifiesta su hipocresía. Todo ello, no anula el hecho de que el diálogo y los entendimientos son posibles. Han hecho ganar elecciones y hecho posible que funcionarios se jacten de lo que catalogan como éxitos de sus planes. Sin duda que es repudiable esa utilización vergonzosa e hipócrita, cuando el diálogo bien podría ser utilizado para acelerar la mitigación de la violencia. Lo que ha hecho falta son los políticos que vean más allá de sus narices y se atrevan a hacer de manera transparente un esfuerzo por llegar a acuerdos para la supresión de los homicidios, las extorsiones y las limitaciones a la circulación. Al fin y al cabo lo que las pandillas piden no es dinero, ni amnistías sino que los niños y los jóvenes de sus comunidades puedan tener oportunidades de desarrollo. Por oportunidades entienden fundamentalmente trabajo aceptable.
Eso no es algo que el ejecutivo deba hacer solo, por el contrario, debe involucrar a los sectores sociales que son vitales para la producción de empleo, la rehabilitación y la inserción social. También requiere de una inversión pública generosa pero que, al final, resolverá carencias crónicas y generará lo que los electores más desean: seguridad. Esto se hace en otros países para neutralizar y desarticular a las mafias. En nuestro país solamente hacen falta las personas valientes, ilustres y de mentes esclarecidas que lo hagan posible.