El patógeno de la violencia
James Gilligan, médico psiquiatra, fue llamado por el sistema de prisiones del estado de Massachusetts en busca de una solución para los altos índices de violencia y suicidios que se producían en la población interna. El doctor Gilligan se dedicó afanosamente a identificar la razón última de la violencia. Después de varios años de estudio identificó el patógeno y le llamó «humillación abrumadora».
Concluyó que la violencia es siempre un intento desesperado y riesgoso de ganar respeto, atención y reconocimiento hacia sí mismo o hacia el grupo con quien la persona se identifica. Su teoría es capaz de explicar todos los rangos de conductas violentas, desde las individuales (homicidios y suicidio) hasta las colectivas (guerra, terrorismo y genocidio) y permite desarrollar métodos prácticos de prevención de la violencia.
En palabras del Dr. Gilligan: «Toda violencia es un intento por reemplazar la humillación con autoestima”. Tal idea no solo es un presupuesto teórico sino que Gilligan tuvo la oportunidad de demostrarlo al cambiar el énfasis de castigar la violencia por prevenirla antes de que ocurra. Los resultados fueron fabulosos.
Durante los 25 años que duró su trabajo en las prisiones, los índices de violencia y suicidios se redujeron casi a cero. En los Estados Unidos el índice de reincidencia de los reos que cumplen su condena es del 65% en los siguientes tres años a su liberación. Con la aplicación de su método, el Dr. Gilligan logró reducir la reincidencia a un 1% en un período de 25 años. Sus logros extraordinarios le convirtieron en catedrático del Departamento de Psiquiatría de la Escuela de Medicina de la Universidad de Harvard por 34 años.
En esa universidad llegó a convertirse en el director del Instituto de Leyes y Psiquiatría. Además ha trabajado como consultor y asesor de Tony Blair y de la Cámara de los Lores en el Reino Unido, del Tribunal Criminal Internacional de la ex Yugoslavia en La Haya, del Colegio Estadounidense de Abogados y de muchas legislaturas estatales, departamentos de sheriffs y comisionados policiales. Además es autor de una docena de libros en el tema de la violencia. Actualmente el Dr. Gilligan se encuentra jubilado y vive al lado de su esposa Carol.
Sus estudios y sus libros demuestran cómo el enfoque de la civilización humana por tratar de corregir las acciones violentas con castigos severos es un camino incorrecto que perpetúa el problema.
De nuevo en sus palabras: «El castigo es el detonador de violencia más poderoso que hemos inventado». La afirmación de que mayor represión provoca mayor violencia no es una idea antojadiza sino un hecho que ha sido demostrado en todo lugar y en todo tiempo en que se haya aplicado.
Si el patógeno de la violencia es el sentimiento de humillación abrumadora, es obvio que un trato más severo y humillante profundizará aún más los sentimientos de inadecuación, derivando en nuevas y mayores expresiones violentas.
No ha ocurrido en la historia humana alguna ocasión en la que el uso de la fuerza haya resuelto algún tipo de violencia. Tampoco ha ocurrido en nuestro país. Pero las propuestas del Dr. Gilligan están saturadas de éxitos que demuestran la veracidad de sus enfoques.
Cuando el problema de la violencia se pretende resolver, debería hacerse desde un enfoque científico y probado; no desde la emotividad popular o el ganguerismo político. Por amor a Dios, ya hay demasiado dolor para continuar experimentando con la vida de los pobres.