El valor de uno solo

El ser humano tiene un valor absoluto. Vale por lo que es en sí mismo y esa valía no puede perderse, disminuirse ni intercambiarse por nada ni nadie. El valor de una sola persona está por arriba de cualquier otra consideración. No hay nada que pueda colocarse por arriba de la dignidad humana. No hay ningún cálculo ni objetivo que justifique tratar al humano como un instrumento para alcanzar otros fines. Todas las leyes y las disposiciones de los Estados deben inspirarse en el reconocimiento del valor único de la persona. Los derechos y valores fundamentales del humano no son otorgados por las leyes, sino que le son propios y deben ser respetados porque son dados con anterioridad a todas las leyes y están allí desde su creación. A los no creyentes no les resulta difícil reconocer esos valores que se imponen por sí mismos. La obviedad de los derechos, como el de la vida, pueden ser comprendidos por todas las personas.

Estos derechos y valores fundamentales deberían ser válidos para todas las personas, sobre todo en una sociedad que se precia de cristiana. Cada creyente debería ser un férreo defensor de la dignidad humana sin importar si esos humanos son ricos o pobres, sabios o ignorantes, poderosos o débiles, sanos o enfermos, buenos o malos. Lastimosamente, se ha impuesto un concepto de moral en el que se ve bien y hasta recomendable pisotear a las personas para favorecer determinados proyectos políticos o publicitarios. La manipulación de las emociones ha hecho que se desvanezcan ciertos valores que estaban profundamente arraigados en la conciencia de las personas, bien por propia convicción o bien por influencia social.

Ahora resulta que no hay cosas correctas o incorrectas en sí. Todo depende del provecho que puedan producir. Ese sentido utilitario de la vida y las personas resulta totalmente interesado, egoísta e inhumano. Va en contra de los elementos básicos del cristianismo y no debería ser admitido ni por un momento. No todo lo que se puede hacer se debe hacer. De otra manera, viviremos en un mundo inseguro en el que todos correremos peligro. El sentido de la vida es el servicio. En el aprecio que hago de los demás, principalmente los más vulnerables, encuentro el camino a mi realización y a mi encuentro con el creador.

En estos tiempos es cuando se necesita que los cristianos demos un buen testimonio y tomemos en serio nuestra fe. Debemos convertirnos en promotores de los valores fundamentales que son consustanciales a la dignidad de la persona. Esa dignidad se establece y se rige por la norma de no hacer al otro lo que no queremos que nos hagan a nosotros. Este es el principio regulador de toda relación humana. No debo maltratar si no quiero que me maltraten. No debo irrespetar si no quiero que me irrespeten. No debo quitar la vida si no quiero que me la quiten. Ese es el mínimo humano. Con ese mandato cristiano es necesario que entremos en el debate público y expongamos las razones de tales valores. No debemos avergonzarnos del evangelio ni acomodarnos a la corriente de la época.

Pero el cristiano debe ir más allá, pues, la verdadera fe, no se trata sólo de relacionarme con los demás en la manera como quiero que ellos me traten sino de devolver bien por mal. Esa es la milla extra que solo el cristiano puede recorrer. El precepto en negativo es racional y humano: no matar, no robar, no mentir. Pero en clave cristiana el precepto se vuelve positivo: dar vida, ayudar a que la vida sea posible, compartir los bienes con quienes no tienen, ser generoso con todos, incluso con los que no se lo merecen. Al igual que el Dios a quien invocamos como Padre, que hace salir su sol sobre buenos y malos, que envía la lluvia sobre buenos y malos. Con valentía debemos dar testimonio de nuestra fe y cumplir con la comisión que se nos ha encomendado. Al ser fieles al mensaje del evangelio de seguro seremos vilipendiados por una sociedad que ha dado las espaldas a Dios. Pero eso no hace más que conducirnos a la bienaventuranza de los profetas.

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One Response to “El valor de uno solo”
  1. Adal R dice:

    El mejor contenido de sabiduría y verdad en relación al hombre es La Palabra del Señor. Si deseamos conocer nuestra procedencia, propósito y fin último debemos buscar en las Sagradas Escrituras. Aquí encontramos el verdadero sentido de nuestra vida y propósito.
    El valor de cada persona se da a conocer a través de la obra creativa y el amor de Dios en Cristo Jesús.
    Primero El amor de Dios: La sangre de su Hijo.
    Juan 3:16 Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.
    Dios amó al mundo, no lo abandonó a hombre en su perdición en su fracaso. ¿Por qué razón? Porque todo ese valor intrinseco procede de Dios. Dios desea coronarlo de Gloria y honra, y el hombre una vez levantado Glorifica a Dios. Cosa que desean ver los ángeles.
    Con esta verdad es suficiente para declarar que hay un valor innato, permanente y eterno en cada persona. Dios Padre entregó lo más preciado de su Reino a su Hijo Bendito. Aquí en Dios somos amados con el precio de su Hijo: Su sangre preciosa.
    Segundo, Somos hechura de Dios. Esto nos da valor. Diseñados y amados desde antes de la fundacion del mundo. Hechos 17:26 Y de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra; y les ha prefijado el orden de los tiempos, y los límites de su habitación;
    Salmos 100:3 Reconoced que El Señor es Dios; El nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos; Pueblo suyo somos, y ovejas de su prado.
    Es lo mejor que ha acontecido en el Universo. Hechos a su imagen y semejanza, y aquí comienza toda esa manifestación y providencia de Dios al crearnos, cuidarnos, salvarnos y guiar nuestra vidas de nuevo a su presencia. Hay un valor escondido en nosotros. Hay una joya que limpiar. Hay barro en las manos de nuestro Dios y nadie debe perder lo que Dios ha creado, no debemos echar a perder lo que El hace. Debemos respetar su obra. Debemos amar su creación. Debemos valorizar lo que es cada persona.
    Y tercero, La humillación de Jesucristo, el Hijo del hombre. La condición de Cristo al tomar forma de hombre siendo igual a Dios. Tomó forma de siervo. Cristo se humilló sufriendo en la cruz todos los males por nuestros pecados. Y el castigo de nuestra paz sobre El, y sufrió la ira de Dios. Cristo fue desechado, aborrecido, escupido, abofeteado, insultado, padeció en su cuerpo todo el peso de la ira de Dios. El justo por los injustos, Siendo El sin pecado sufrió la muerte de cruz para levantar al hombre pecador. Padeció para hacernos dignos delante de Dios, de su Reino, de sus beneficios. Todos los derechos y valores fueron elevados a su máxima expresión en la cruz de Cristo. Fueron esculpidos en el cuerpo de Cristo. Se puede decir que el hombre se dignifica con el trabajo, con la educación, con la libertad de expresión, con ser hombre o mujer creados a la semejanza de Dios. Pero viene ese oficio eterno de nuestro Bendito Alfarero: su sacrificio en la cruz. Desde entonces hay una nueva exaltación humana: la humillación de Cristo se convierte en dignificación, liberación y nueva posición. La salvacion de los hombres esa es la voluntad de Dios. ¿Cómo ha sido? Cuando Cristo derramó su sangre hizo esa obra eterna y poderosa delante de Dios. Entregó su vida y la volvió a tomar. Hizo con mansedumbre y humildad la voluntad del Padre para llevar muchos hijos a su Gloria. Cristo nos ha dignificado al entregar su vida. Cada persona posee un valor que solo puede ser definido desde esta perspectiva divina. Sólo Dios valoriza y dignifica de manera justa. Y lo hace desde su Hijo que tomó nuestro lugar al sufrir en la cruz. El valor que poseemos es valor o precio que viene de Dios: La sangre de Cristo. Muchos no desean hablar de Dios cuando se define al hombre, la mal llamada ciencia pone de lado el contenido divino: La Palabra de Dios. Y fallan el blanco. Redundan en falsos argumentos a nivel de suelo o polvo. Pero Sin el Verbo hecho carne no habría valorización, dignificación y redención alguna. Dios nos ha dado precio, el precio de su Hijo. Somos de gran valor. Aun para aquellos que no le conocen pues la puerta está abierta y es Cristo el que redime esa alma y cuerpo perdido.
    Filipenses 2:6 el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, 7 sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres;
    La humillación del Hijo, eleva a la humanidad a un nivel inalcanzable por los esfuerzos y conceptos humanos. De modo que, para evaluar o comprender plenamente al ser humano, debemos partir de La obra y el amor de Dios, que se ha manifestado en la muerte y resurrección de Cristo. Es decir en la humillación de Cristo.
    Ahora bien bajo esta bendición de ver lo que hay en el hombre y el precio que posee, debemos ser más consecuentes y ayudar a otros a su verdadera realización, valorización y dignificación que está en Cristo Jesús. El amor al prójimo es el mandamiento nuevo de Jesucristo: que se amen unos a otros, amar a nuestros enemigos, amar al desnudo, necesitado, mutilado, golpeado, maltratado, despreciado, desempleado y sin alimento. Este es el camino a seguir el amor al prójimo.
    Hay ideas en el mundo como:
    El fin justifica los medios que lo usan para pisotear multitudes y servirse de beneficios temporales y efímeros. Establecen estructuras para granjear el mundo y despojar a otros de lo más elemental. Matan a muchos, capturan a muchos arbitrariamente. El mundo se jacta de opresión, desatención, olvidando y marginando a muchos por la cual Cristo murió. El mundo dice: dañar al que ya está pobre o jodido. Quirarle al que ya esta sin nada, Arrebatandoles la vida. Pero en Dios es diferente: Dios levanta los caídos, a los mancos, sordos, ciegos, pobres, cansados y desahuciado les da vida en Cristo Jesús. Nuestro Dios es un Dios viviente. Y por último no debemos olvidar que El Hijo apareció para deshacer las obras del Diablo.
    Las obras dde satanas es hurta, matar y destruir, ese imperio de muerte procede de Satanas, pero Cristo apareció para destruir las obras del Diablo. Satanás lo que busca es destruir al hombre. Juan 10:10 El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.
    De manera que aquel que mata al mismo hombre o daña a su prójimo el oficio satanas hace.
    Sal de en medio de ellos, aléjate de entre los maleantes que pretenden destruir al mismo hombre. Deja proyectos cuyos intereses es dañar el medio ambiente, aléjate del robo de fondos públicos. Sé un fiel seguidor de Cristo, conoce su manera de amar, conoce su estilo de hacer el bien, míralo a El y aprende de El y valoriza las personas como El lo ha hecho. Nadie como El Señor Jesucristo. Y satura tu ser de ese sentir de Cristo que se humilló hasta darlo todo. Cristo le dijo al rico: una cosa te falta, vende todo lo que tienes y dalo a los pobres y ven sígueme. Valorizar al ser humano es amar verdaderamente a Dios. Dios les bendiga hermano. Dios es siempre vencedor y su Reino dominará las naciones enteras. Hay un himno Internacional que debe ser cantado por todas las naciones. Veamos:
    Salmo 22: 25-31
    25 Te alabaré en la gran asamblea;
    cumpliré mis promesas en presencia de los que te adoran.
    26 Los pobres comerán y quedarán satisfechos;
    todos los que buscan al Señor lo alabarán;
    se alegrará el corazón con gozo eterno.
    27 Toda la tierra reconocerá al Señor y regresará a él;
    todas las familias de las naciones se inclinarán ante él.
    28 Pues el poder de la realeza pertenece al Señor;
    él gobierna a todas las naciones.

    29 Que los ricos de la tierra hagan fiesta y adoren;
    inclínense ante él todos los mortales,
    aquellos cuya vida terminará como polvo.
    30 Nuestros hijos también lo servirán;
    las generaciones futuras oirán de las maravillas del Señor.
    31 A los que aún no han nacido les contarán de sus actos de justicia;
    ellos oirán de todo lo que él ha hecho.

    Adal R
    3Sept2023

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