Escuelas abiertas para la paz
El programa de escuelas abiertas se considera uno de las más pertinentes y efectivos para la prevención de la violencia en Latinoamérica. El mismo ha sido implementado en México, Guatemala, Brasil, Argentina y Uruguay. Aunque cada uno de esos países posee condicionantes diferentes de la violencia, el método ha resultado ser muy exitoso en todos ellos.
La idea es bastante simple, pues consiste en abrir las escuelas los sábados y domingos para ofrecer a los jóvenes y sus familias actividades culturales, deportivas, artísticas, recreativas y de formación profesional. El resultado es que se empodera a los jóvenes, se fortalece el tejido comunitario y se potencia el rol de la escuela para la reducción de los índices de violencia, construyendo una cultura de paz.
En una sociedad como la salvadoreña, en la cual se estigmatiza a los jóvenes, el programa resulta vital para articular las relaciones dinámicas que son claves en el plano local: los jóvenes, las escuelas y las comunidades. El enlazar la escuela a la comunidad permite enriquecer los procesos pedagógicos utilizando la riqueza del entorno, cosa que normalmente no se logra porque las escuelas suelen funcionar en total autonomía de sus localidades.
Esa es una de las razones por las que los propios jóvenes destruyen la infraestructura escolar, con la que no se sienten identificados. El programa se construye sobre la base de reconocer la falta de espacios e iniciativas para el deporte, la cultura y la recreación como un factor de riesgo que asociado a otros genera expresiones violentas.
En la misma línea, el programa sostiene la convicción de que la educación no es un proceso exclusivo de la escuela, sino que se extiende a diversas esferas sociales, por lo cual se puede enseñar y aprender a través del juego y de los esfuerzos de actores diversos como las familias, la comunidad, los medios de comunicación, las iglesias, la empresa privada, etc.
Por todo lo dicho, la iniciativa de escuelas abiertas es una acción fundamental del Plan El Salvador Seguro que se pretende establecer y mantener en los primeros 26 municipios priorizados. Para ello se necesita de una asignación de 11.1 millones de dólares para 2017.
Con esa inversión, se podrá atender a un estimado de 20,000 jóvenes en el programa, un total de 148,000 estudiantes serán beneficiados por las mejoras en infraestructura y se estiman varias docenas de miles de maestros, padres y madres recibiendo apoyo psicológico.
Para esa inversión no se necesita establecer un nuevo impuesto, pues la recaudación de la Contribución Especial para la Seguridad ha colectado los recursos suficientes para la puesta en marcha del programa. El retraso que se tiene ahora es la reorientación de los recursos que se ha propuesto en la Asamblea Legislativa y que sugiere invertir mucho más en balas que en programas de educación como el de las escuelas abiertas.
Eso, a pesar de que la distribución actual del fondo se encuentra ya desbalanceada, asignando un 61 % a la represión y solo un 39 % a la prevención; rompiendo con ello el marco conceptual que inspiró el Plan y que produjo la adhesión de las diversas expresiones sociales representadas en el Consejo Nacional de Seguridad.
Que Dios ilumine a nuestros legisladores para que comprendan las razones que asisten al Consejo de Seguridad cuando solicita fondos para el programa de escuelas abiertas como método probado de prevención de la violencia.