Ética, política y el caso de la Málaga
Aquí usamos el término “política” en el sentido más frecuente, haciendo referencia estricta al gobierno de la sociedad. Así definido el término el sentido común indica que la política no debería alejarse de la ética en razón de la responsabilidad moral que el Estado adquiere frente a la ciudadanía. Lastimosamente ética y política son dos elementos que a menudo se encuentran divorciados y hasta encontrados.
Cuando la política pierde su capacidad para ejercer valores morales, tratando de abordar políticamente lo que en realidad debe ser abordado, éticamente se pierden de vista los elementos esenciales y sus componentes humanos.
En la tragedia de la Colonia Málaga, el pasado jueves 3 de julio, treinta y un personas perdieron sus vidas en condiciones dramáticas. Tal cantidad de víctimas crea un peso moral que hace necesario enfrentar el hecho de manera ética. El enfoque ético conduce a la necesidad de ir al fondo de las razones por las que ocurrió la tragedia y la consecuente deducción de responsabilidades. Todo ello por ética elemental.
Ante los cuestionamientos éticos alrededor de la tragedia, hechos por Iglesia Elim, los funcionarios de Gobiernos reaccionaron desde la política, perdiendo el sentido esencial de la interpretación. Al dar una respuesta política a un planteamiento ético, la política llevaba las de perder.
Por esa razón la ciudadanía fue testigo de un desfile penoso que fue desde la presentación de excusas, razonamientos inconsistentes, explicaciones contradictorias, traspaso de responsabilidades hasta afirmaciones que los hechos se encargaban de desmentir. Ante la debilidad de sus argumentos los funcionarios se deslizaron a posiciones cada vez más absurdas, mientras la sociedad entera se encontraba conmovida por la magnitud de la tragedia.
Y es que a un cuestionamiento ético solamente se le puede responder desde la ética. Y solo había una manera ética de responder ante tantas muertes: reconociendo que hubo negligencia, admitiendo los errores, pidiendo perdón a las familias de las víctimas, reparándolas moralmente y ejecutando las medidas para que tales desgracias no ocurran más. Pero esas son precisamente las cosas que políticamente no convienen. Principalmente cuando la política se encuentra carente de ética.
Ahora se han hecho obras mínimas en el lugar de la tragedia. Es otra respuesta política a una situación que todos sabemos no se resuelve de esa manera. Se hace necesario ejecutar las obras adecuadas que impidan que el Acelhuate vuelva a desbordarse. Pero el sentido ético también nos dice que no basta con ello. Se debe ir a la solución integral del problema. Esa solución solo puede ser la suspensión inmediata de todo permiso de construcción en la cordillera del Bálsamo y en la finca El Espino, al mismo tiempo que se elabora una Ley de Ordenamiento Territorial y se aplica prontamente. Solo esa puede ser la respuesta correcta al peso moral que representan tantas muertes.
Mientras se prefieran las respuestas políticas a las éticas los desbordes del Acelhuate continuarán ocurriendo, provocando más pérdidas materiales y más fallecimientos. Como ya está sucediendo. Si no se produce una conversión de los políticos a la ética cristiana, la tragedia de la Málaga no será nada más que el preludio de una sinfonía mortal que apenas acaba de comenzar.