Frontera silenciosa

Centroamérica comparte con México una frontera de 1,149 kilómetros. De ese total 956 kilómetros corresponden a la frontera de México con Guatemala y está indicada por los ríos Suchiate y Usumacinta. El resto corresponde a la frontera con Belice. La región comparte muchos elementos comunes; antes de la colonia era habitada por pueblos que compartían los recursos del lugar. Posteriormente se les impuso una frontera artificial separando lo que antes había estado unido. En la actualidad, la población continúa siendo mayoritariamente Maya y comparte tradiciones, costumbres y lenguas nativas comunes, especialmente el Mam. También comparte una historia de pobreza ya que son las zonas de ambos países con más altos índices de pobreza, con muy poca infraestructura y una fuerte ausencia de trabajo formal. Por el lado de México el estado de Chiapas es el más empobrecido del país, con aproximadamente la mitad de su población viviendo con un ingreso de menos de $2.60 al día. Del lado de Guatemala los departamentos de San Marcos, Huehuetenango, Quiché, Alta Verapaz y Petén, son los que poseen mayores índices de extrema pobreza y malnutrición.

De acuerdo a la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), un estimado de 400,000 migrantes cruzan la frontera de Centroamérica y México cada año. La cantidad es difícil de determinar ya que se basa en datos recabados por una red de refugios y casas de paso fundadas mayoritariamente por iglesias y otras organizaciones de la sociedad civil. No obstante, se sabe que sólo una porción de los migrantes hace uso de tales refugios. Otra fuente de información es el Instituto Nacional de las Migraciones que se basa fundamentalmente en las personas detenidas y deportadas de México, dato al cual escapan los viajeros que no son detenidos. También introduce incertidumbre a las cuentas el hecho que esos datos pueden representar migrantes que hacen múltiples intentos para ingresar a México.

El contrabando diario es una forma de subsistencia importante en la frontera. Existen solamente ocho puntos oficiales de cruce contra más de cincuenta pasos vehiculares e incontables pasos peatonales no oficiales. Los balseros que trabajan en el traslado de viajeros entre Ciudad Hidalgo y Tecún Umán lo hacen todo el día llevando personas en ambas direcciones. De México transportan cerveza, bebidas gaseosas, arroz, papel higiénico y pañales desechables. De Guatemala cruzan vendedores informales que pagan aproximadamente $0.80 para cruzar ilegalmente. Muchos de ellos lo hacen diariamente para trabajar, para visitar a familiares o para comprar productos de consumo. Ellos pueden obtener un pase de visitante para cruzar oficialmente pero no se toman esa molestia, para ellos la frontera no existe. Los oficiales migratorios ven el cruce como cotidiano sabiendo que mezclados con los vendedores y vecinos van los migrantes. El empeño por detener a los migrantes ilegales no se encuentra en el cruce mismo sino en los puntos de control más adentro del territorio mexicano y en las unidades móviles conocidas como volantas. La frontera, pues, es completamente permeable y hace fácil el paso de los migrantes que se dirigen hacia el interior de México. No obstante, no significa que no existan riesgos o peligros al cruzarla de manera irregular. La tradicional desconfianza de los indígenas hacia las autoridades hace que las denuncias de delitos sea un monumental subregistro que oculta la peligrosa realidad.

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