La casa sobre la roca
El mensaje de Jesús es definitivo; se toma o se deja. Por ser radical, exige también una definición radical de sus oyentes. Existen las personas que escuchan sus palabras y no las hacen, y existen las personas que las escuchan y las ponen por obra. El sólo escuchar con interés las enseñanzas de Jesús no hacen de nadie un cristiano; es necesario dar el siguiente paso, que es comenzar a vivir de acuerdo con los valores nuevos que enseña. Es por estas razones que, cuando Jesús terminó sus enseñanzas, las remató con esta alegoría: «Voy a decirles a quién se parece todo el que viene a mí, y oye mis palabras y las pone en práctica: Se parece a un hombre que, al construir una casa, cavó bien hondo y puso el cimiento sobre la roca. De manera que cuando vino una inundación, el torrente azotó aquella casa, pero no pudo ni siquiera hacerla tambalear porque estaba bien construida. Pero el que oye mis palabras y no las pone en práctica se parece a un hombre que construyó una casa sobre tierra y sin cimientos. Tan pronto como la azotó el torrente, la casa se derrumbó, y el desastre fue terrible».
Aquel que no se conforma con oír, sino que, además, comienza a hacer la palabra es la persona que construye sobre la roca, bien fundamentada sobre la puesta en práctica de la enseñanza de Jesús; la embestida de las persecuciones no la hacen vacilar. Sus raíces son hondas y posee convicciones que no pueden ser cambiadas. Aunque haya una inundación y torrentes de amenazas, su casa ni se tambaleará. Sus cimientos son profundos y no están sujetos a las circunstancias. Baja la conciencia de que cada ideal tiene un oponente y cada verdad exige un sacrificio, las personas de convicciones firmes siguen adelante contracorriente.
La segunda casa, en cambio, fue construida sin mayor empeño. No se cavó hondo, todo se dejó superficial. Tampoco se buscó un manto rocoso, bastó la sola tierra. Es más, ni siquiera tenía cimientos. De la superficie hacia arriba la casa se veía bien, pero de la superficie hacia abajo no tenía solidez. Esta persona es la que oye las enseñanzas de Jesús, pero nada más. Le agradan y las aplaude, pero no tienen la menor incidencia en su vida. Las olvida pronto o las cuestiona desde un principio; le parece que es un imposible vivir de acuerdo con la norma divina. Aunque posee toda la apariencia de un cristiano, le durará hasta el momento en que comience a llover. Cuando las primeras dificultades aparezcan, su entusiasmo desaparecerá. Porque no posee convicciones, solo sensaciones. Pronto olvidará al Crucificado y cruzará hacia el camino cómodo. La acometida de la tempestad le significará demasiado, en cuestión de minutos la inundación le habrá anegado y causado la ruina total. Ya no le quedarán vestigios de lo que temerariamente llamó fe.
Quienes oyen y no hacen la voluntad de Jesús satisfacen su ego religioso, pero descuidan al prójimo, olvidan al hermano y agravan los conflictos con sus adversarios. Quizá les agradan las letras de las palabras, pero de una manera mezquina e interesada. No tienen certidumbres personales y están dispuestos a seguir al primer engañador que les ofrezca emociones. Pero el mensaje de Jesús constituye una provocación a las formas egoístas de vida. Hoy más que nunca, necesitamos ser cristianos que nos mantengamos firmes contra las ideas que amenazan a la Iglesia. Para emular a las personas firmes que resisten los vientos cambiantes de la opinión y los argumentos persuasivos, es importante desarrollar una práctica inquebrantable de las palabras de Jesús. Es necesario hacerlas parte de la vida diaria.
Nuestra manera de reaccionar frente a las incitaciones al odio, la mentira y la viveza revelará a cuál dios estamos adorando, cuáles son nuestros ídolos y hacia dónde está inclinado nuestro corazón. Se necesita edificar sobre la roca mientras seguimos rodeados de cristianos profesantes y de una cultura que se opone a la sinceridad y al amor que Jesús enseñó. Es la hora de la prueba cuando nuestro cristianismo es sometido al fuego y solo nosotros somos los responsables de nuestros actos y decisiones.
Abordar esta enseñanza y sacar a luz la verdadera esencia del cristianismo, a lo cual El Señor nos ha llamado: La Fe y La práctica, Confianza en El y obrar como El. El mismo Señor lo enfatizó: no todo el que me dice Señor entrará al Reino sino El que hace la voluntad de Dios. La parte más fácil toma el hombre, oír, hablar, vestir, pero se tiene otro ingrediente para conformar el ser a semejanza del Hijo de Dios. El apóstol Juan lo menciona: 1 Juan:1
[6] Si decimos que tenemos comunión con él y andamos en tinieblas, mentimos y no practicamos la verdad. Y también señala la manera de caminar en el Reino: 1 Juan2:[6] El que dice que permanece en él debe andar como él anduvo.
Algunos se mantienen solamente en una fe vaga, irreal, sin fundamento, ya que olvidan que Cristo nos llama a convertirnos en Hacedores de Justicia, del bien, El amor de Dios ha Sido derramado en nuestro corazones y por lo cual se manifiesta: En esto conocerán que son mis discípulos en que se aman unos con otros. El no dijo que haciendo una reunión, un show, un grito, con vestimentas externas, o con misterios teológicos o escatológicos, etc. Es más bien Andar como El anduvo, practicar el bien que recibimos de El, en suma : vivir en el amor de Dios y amando al hermano, al prójimo.
1 Juan:2
[15] No amen al mundo ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él
[17] Y el mundo está pasando y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.
Una vital exhortación llega hoy a nuestras vidas para no vivir superficialmente, antes bien dando testimonio fiel de que El vive en nosotros. La fe debe ser vista cuando practicamos la verdad. Y siendo ya el tiempo final permanezcamos en Cristo sin menguar lo que El un día puso en nuestros corazones: Fe, amor y su Verdad. Amén
AdalR
5marzo2023