La construcción de la paz
En la construcción de la paz son elementos indispensables la seguridad, el desarrollo y el respeto a los derechos humanos. Estos elementos no sólo son necesarios sino que se fortalecen recíprocamente. Si bien es cierto que la pobreza y la negación de los derechos humanos pueden no ser las causas inmediatas de la delincuencia, definitivamente sí incrementan de forma considerable el peligro de la inestabilidad y la violencia.
Después de un conflicto, la consolidación de la paz se entiende como aquellas medidas destinadas a desarrollar una política preventiva, que busca resolver las controversias antes que estalle la violencia. Cuando la guerra termina se puede crear la ilusión de que el pasado quedó atrás y que puede continuar hacia el futuro sin afectaciones. Pe- ro tal opinión es ingenua al ignorar el carácter de la historia como continuo permanente en donde los actores del conflicto, un número más
amplio que los combatientes, son los mismos en ambos momentos. No existen puntos finales porque no existen los olvidos masivos y voluntarios. Tampoco hay transiciones. ejemplares si no se han liquidado, al menos, los componentes más injustos del conflicto. La verdad nunca será una caja de Pandora, la negación de la verdad y el ocultamiento son los males que brotan de la caja de Pandora ya abierta.
postergar la resolución soslayando la necesidad del reconocimiento, previo al perdón, como cualquier otro pecado, se termina pagando a un precio exageradamente alto en términos de convivencia. Véase nuestra realidad social, en la que siempre se airea el posible error del consenso político frente a la ruptura social como una duda que envenena y empaña la transición del autoritarismo a la democracia, y que cuestiona que estemos en una democracia real y no en una permanente transición sin futuro. De ahí que con alguna frecuencia se oye hablar, tras diecisiete años de cesado el conflicto, de iniciar una segunda transición.
Paz y justicia, lejos de ser conceptos adversos e incompatibles, son dos realidades que en los campos de la ética y del derecho transitan siempre juntas. La justicia es la condición indispensable para encontrar y consolidar la paz. La paz solamente puede nacer y crecer entre personas justamente tratadas. La paz comienza donde termina todo aquello que dificulta o impide eliminar distinciones fundadas en la arbitrariedad, establecer el adecuado equilibrio entre los intereses adversos, sancionar a los culpables y dar protección a los más débiles.
La paz nace y crece en las medidas que una sociedad toma para garantizar que los débiles tengan asegurada su dignidad y que el desarrollo no sea ajeno a su situación sino que los incluya. Al final, éticamente, el desarrollo remite a la forma como se garantiza el ejercicio de la dignidad humana. Que las personas sepan que son reconocidas como tales. Eso incluye el derecho a recibir la verdad que necesitan conocer para la tolerancia.
El desarrollo del que se debe partir es la vida en sí misma. El desarrollo produce bienes pero para fortalecer la búsqueda de la paz se requiere que la fuente mayor de los bienes sea la gente y que a ella se le devuelva la libertad de alcanzar el nivel de vida que necesitan para sus familias. Al no existir tal libertad, se fuerzan los caminos por la ruptura social. El ciclo queda establecido. Para emprender el camino, pues, es importante llevar a la práctica lo dicho por Dios, siglos atrás, por el profeta: «El producto de la justicia es la paz, el fruto de la equidad una seguridad perpetua». Isaías 32:17.