La diplomacia preventiva

El 24 de octubre de 1962 entró en vigor la cuarentena naval alrededor de Cuba que el presidente Kennedy impuso en respuesta a la instalación de misiles nucleares soviéticos en la Isla. Los barcos estadounidenses y soviéticos llegaron a una peligrosa proximidad y, según se sabe ahora, el capitán de un submarino autorizó el empleo de armas nucleares en defensa de los barcos soviéticos. Ese fue el momento más peligroso de la historia de la humanidad. No obstante, el Secretario General de las Naciones Unidas, U Thant, en su discurso del mismo día recalcó que estaba en juego el destino de la humanidad. Además, envió tanto a Kennedy como a Kruschev exhortaciones urgentes para establecer una moratoria de dos a tres semanas con el fin de crear el espacio para dialogar una solución con las partes involucradas. Después de convenidos todos los detalles y superada la crisis, los negociadores estadounidenses y soviéticos dirigieron una carta conjunta a U Thant que decía lo siguiente: “En nombre de los Gobiernos de los Estados Unidos de América y la Unión Soviética, deseamos expresarle nuestro reconocimiento por sus esfuerzos para ayudar a nuestros gobiernos a evitar la grave amenaza a la paz que surgió en la zona del Caribe”.

Los logros de la diplomacia preventiva en la crisis de los misiles en Cuba se catalogan como el más espectacular ejemplo de éxito en este tipo de misiones. Y desde ese logro, la idea de la diplomacia preventiva ha cautivado a las Naciones Unidas en su trabajo de pacificación global. Consiste en reunir información sobre determinadas situaciones que presagian el estallido de conflictos, establecer contactos con las partes y enviar emisarios del Secretario General en misiones especiales con el fin de atajar o contener la eclosión de la crisis. Una de las características para intervenir es alcanzar la decisión de si los esfuerzos serán útiles. En la actualidad, este instrumento ha cobrado fuerza a medida que los logros pacíficos han alimentado la confianza en su aplicación. El hecho real es que en las últimas décadas los enviados y mediadores de las Naciones Unidas han demostrado el valor de la diplomacia preventiva a tiempo al proteger transiciones democráticas, alentar acuerdos políticos o canalizar enfrentamientos hacia el diálogo y la negociación. Durante la administración del Secretario General Ban Ki-moon, la diplomacia preventiva se estableció como una prioridad en el orden del día alcanzando resultados concretos con, relativamente, pocos recursos que permitieron salvar muchas vidas y proteger los avances en materia de desarrollo.

¿Para qué esperar a que las crisis y conflictos estallen cuando se reconoce de antemano las condiciones que los propician? Al igual que en medicina, es mucho más ventajosa la prevención que la curación.

A fin de lograr en nuestro país acuerdos políticos en temas medulares que podrían limitar o involucionar su consolidación democrática es que el actual Secretario General, António Guterres, a invitación del presidente de la República, lidera un proceso de diálogo en el marco de la diplomacia preventiva.

La construcción de acuerdos políticos no es algo que deba dejarse totalmente en manos de los partidos políticos sino que la ciudadanía, beneficiaria final de tales acuerdos, debe asumirlos como propios y acompañar de manera informada, pero también en activa exigencia, el proceso de negociación. Sin duda que será una de las inversiones más inteligentes que se puedan hacer en los próximos meses con una mirada esperanzadora al largo plazo.

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