La Málaga ayer y hoy
El 3 de julio de 2008 se produjo lo que los medios de comunicación denominaron «la tragedia de la Colonia Málaga». En esa fatídica noche un autobús con 32 personas a bordo, que volvían de un culto en la iglesia Elim, fue embestido por el desborde del Arenal Montserrat y posteriormente arrastrado por el galopar de la corriente. De los 32 pasajeros solamente sobrevivió un joven, entonces de 16 años, que logró saltar peligrosamente hasta alcanzar una pared cercana. En la misma zona otro anciano fue arrastrado con parte de su vivienda por el mismo desbordamiento sumando un total de 32 víctimas mortales.
Próximos al quinto aniversario de la impactante tragedia es propicio hacer una reflexión en torno a aspectos relacionados. El primero es el imparable crecimiento de las aguas invernales del Arenal Montserrat. Como muchas veces los especialistas lo han explicado, la razón estriba en la pérdida de permeabilidad de amplias zonas de la cuenca del Valle de las Hamacas. A pesar de la gravedad de la tragedia, la deforestación y las construcciones han continuado en la Cordillera del Bálsamo y en lo que queda de la finca El Espino. Da la impresión que como sociedad nos cuesta interiorizar y aprovechar los graves hechos de violación a los derechos a la seguridad y a la vida de las personas para adoptar las providencias que impidan la reiteración de los mismos. Por el contrario, parece que nos apresuramos a crear las condiciones para una hecatombe mayor que ha de afectar a los barrios aguas abajo de la ciudad. Es decir, donde viven los pobres. Los más alienados de las edificaciones de río arriba.
El segundo elemento es la negligencia y la falta de previsión de las carteras de Estado responsables de anticipar y prevenir estas catástrofes. Existe amplia evidencia que la tragedia tuvo como catalizador un fortísimo componente humano que coronó la salida de una controvertida gestión pública en términos de transparencia y honradez. La irresponsabilidad cobró un alto precio en irrecuperables vidas de inocentes sin que hasta el presente se hayan realizado procesos justos de investigación y de deducción de responsabilidades.
Un tercer elemento es el de la necesidad de planear para el futuro. En este campo queda pendiente la elaboración de un plan maestro de drenaje urbano acorde a lo que hoy es y será en las décadas venideras el área metropolitana. La promulgación de una ley general del agua. La aplicación de sanciones a los infractores de las normas ambientales y a quienes utilizan el soborno para burlar la planificación urbana.
El aniversario también es útil para reconocer los elementos positivos en torno al caso. El más evidente es la ejecución de las obras de mitigación en la zona de la Colonia Málaga, la cual, era un clamor de sus pobladores que cada invierno revivían las dantescas escenas de 2008. También la construcción del monumento conmemorativo a la memoria de las 32 víctimas como paso simbólico inicial a las reparaciones morales que el derecho humanitario internacional prescribe para casos graves de violación a los derechos humanos. Un espacio en donde por las tardes los padres ya se sientan con sus hijos y en donde las preguntas infantiles resultan inevitables. Una buena oportunidad para entregar a las nuevas generaciones las lecciones del pasado.