La prevención eficaz

El presente año se encamina a convertirse en el más violento de la última década con la sola excepción de 2015. Eso ocurre a pesar de la puesta en acción de las medidas extraordinarias de represión. Repetidas veces se ha insistido en que no se puede mitigar la violencia solamente con represión, especialmente cuando ésta se basa en el uso de la fuerza que escala hasta el nivel del abuso. La represión puede frenar la violencia homicida durante un tiempo; pero, luego, brota de nuevo y con más fuerza. El año 2016 es una clara ilustración de lo mencionado.

Con esto, no se quiere decir que se deba ser blandengue con el delito. Lo que se quiere decir es que a una represión eficaz se la debe acompañar con una prevención igualmente eficaz. La impaciencia popular del salvadoreño le hace pensar que el uso de la fuerza bruta resolverá el problema de la violencia, pero los hechos vienen demostrando repetidamente que los resultados que se obtienen son los opuestos.
Pero, igualmente podría preguntarse por qué las medidas de prevención no parecen dar resultado. La respuesta es que no a todo lo que se le llama prevención en realidad lo es. Para que pueda hablarse con propiedad de prevención la intervención debe tener al menos las siguientes características: focalización, integralidad, simultaneidad y persistencia. La focalización se vuelve necesaria en un país sin recursos como lo es El Salvador. Se deben concentrar los esfuerzos en puntos específicos de alta incidencia de hechos violentos y de conjugación de factores de riesgo, entre ellos, el de la exclusión como el más importante. La focalización también demanda la articulación de esfuerzos estatales y ciudadanos a manera de evitar la replicación de acciones.

Por su parte, la integralidad habla de la necesidad de atender a todos los factores de riesgo de la violencia. Si solamente se atiende a unos factores descuidando los demás, no se tendrán resultados que satisfagan. Está bien construir canchas deportivas e iluminarlas, pero ello no mitigará la violencia. Se deberá, además, construir mecanismos de resolución de conflictos, veda de armas, procesos de reconciliación, prevención de embarazos precoces, reducción de la deserción escolar, atención médica preventiva y curativa, apertura de oportunidades de superación y trabajo, participación comunitaria, acciones de saneamiento ambiental, fortalecimiento de valores espirituales, prevención del abuso y violencia doméstica, etc.

La simultaneidad se refiere a la necesidad de abordar esos factores en conjunto. Si los factores de riesgo se tratan uno a uno se puede ir agotando la efectividad de esa intervención antes de comenzar la siguiente. Pero, si existe una acción bastante coordinada que atienda a los diferentes factores, las nuevas generaciones se educarán en un ambiente diferente que les puede ofrecer nuevas perspectivas de vida.

Finalmente, la persistencia es necesaria dado el carácter de la prevención. En una palabra, prevenir la violencia consiste en educar a una nueva generación en una cultura de paz. ¿Cuánto tiempo lleva educar una nueva generación? Todos esos años son los que se necesitan para comenzar a ver resultados. Por la misma razón, la prevención no puede consistir en actos o acciones aisladas en el tiempo. Deben ser constantes que se implementen persistentemente a lo largo de años respondiendo a políticas públicas muy bien definidas. Prevenir la violencia no es más que gobernar bien.

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