La soledad de la Franja de Gaza

La Franja de Gaza es parte de los territorios reconocidos del Estado de Palestina, pero sus fronteras con Israel y Egipto no son las ordinarias: sus cercas convierten a Gaza más que en un Estado en una prisión que parece no importarle a nadie. Con un territorio de solo 365 kilómetros cuadrados es el hogar de dos millones de personas, convirtiéndolo en uno de los lugares más densamente poblados y miserables del planeta. Su asfixiante situación es agravada por la imposición del ejército israelí de una franja de 500 metros perimetrales que aleja a todo habitante de Gaza de la frontera con Israel. Cualquier persona que camine en esa «tierra de nadie» puede recibir un tiro. Con esa restricción adicional, Gaza pierde otro 8% de su exiguo territorio.

A pesar de que Israel se retiró unilateralmente de Gaza, continúa controlando el territorio. Lo hace por medio de un bloqueo total por aire, mar y tierra. Habiendo declarado a la Franja de Gaza como «entidad hostil» le ha suspendido la provisión de agua potable, electricidad, comunicaciones, combustibles y mercancías. Tal desabastecimiento le genera una de las tasas de desempleo más altas del mundo, con un 44%. Se ven en la necesidad de arrojar las aguas servidas al mar y poseen muy poco acceso a medicamentos. Gaza vive desde hace años una de las condiciones más precarias del planeta. Habiendo retirado sus fuerzas militares en 2005, Israel afirma que no es de su incumbencia lo que ocurra con los dos millones que se apiñan en la Franja. Por su parte, Egipto también contribuye a su miseria ya que el único punto de cruce que controla es abierto para el paso de bienes y personas solamente unos pocos días cada año. Como si fuera poco, la Autoridad Palestina retiene los salarios de sus empleados trabajando en Gaza y limita los envíos de medicamentos, leche para bebés y otras necesidades.

Desde 2007 Hamás ejerce el gobierno sobre Gaza, pero ha sido solamente para agravar su situación. La corrupción, la opresión, la incompetencia y la persecución en contra de los cristianos han complicado las cosas. Han almacenado y ocultado armas en escuelas y mezquitas convirtiéndolas en blancos militares. El cemento que reciben de la ayuda internacional para la reconstrucción lo emplean para construir túneles para atacar a Israel. La Organización de las Naciones Unidas publicó un informe en el que afirma que tan cerca como el 2020 Gaza será un lugar inhabitable, poniendo en riesgo de muerte a cientos de miles de personas. Las cosas han empeorado con la decisión de los Estados Unidos de suspender su ayuda humanitaria para la gestión que las Naciones Unidas hacen de los campamentos de refugiados. Gaza es una tragedia humanitaria olvidada por el mundo, pero también por muchos creyentes cristianos que, siendo totalmente acríticos, demonizan a su población como «enemigos del pueblo escogido», obviando que allí habitan cristianos, hermanos en la fe, abandonados a su miseria y a la apatía mundial. La Biblia presenta a Ismael e Isaac como hijos de Abraham, consecuentemente, árabes e israelíes son hermanos sanguíneos. Un elemento que debería normar el posicionamiento cristiano y debería orientar sus esfuerzos hacia el cese de la violencia de ambas partes para buscar en la aceptación y tolerancia mutuas una solución permanente. Para ello, la resolución 181 aprobada por las Naciones Unidas en 1947 continúa siendo una propuesta equilibrada. Los cristianos deberían suscribirla en lugar de ponerse de uno u otro bando en su intento de eliminar al contrario.

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