La verdad y las tecnologías emergentes
Vivimos una época ampliamente conocida como el siglo de la biotecnología, con progresos rápidos y muchas veces no imaginados. Lo que en su tiempo fueron grandes innovaciones como los llamados «bebés de probeta», se perciben ya lejanos ante el desarrollo de técnicas que hacen hoy posible nuevos hechos como los vientres de alquiler, la concepción de un hijo de un padre ya fallecido, la posibilidad que una madre pueda lograr un embarazo de una criatura que no es biológicamente hijo suyo ni de su esposo la eugenesia y la posibilidad técnica de la clonación humana entre otros. Cada una de estas técnicas traen aparejadas serias complicaciones legales; pero, sobre todo, nuevos retos éticos.
Por su parte, la informática, la digitalización, la realidad virtual, la inteligencia artificial, la robótica y el desarrollo de las nano-tecnologias presentan también nuevos desafíos. Implicaciones novedosas y profundas para la iglesia y para su misión, particularmente en relación a la verdad bíblica de lo que significa ser humano.
Las iglesias necesitan promover una respuesta auténticamente cristiana y una acción práctica en el campo de las políticas públicas para asegurar que la tecnología no se use para manipular, distorsionar y destruir nuestra humanidad sino para preservarla y promover su realización plena y equitativa como aquellos a quienes Dios ha creado a su propia imagen.
Para articular tal respuesta los pastores deben identificar a los miembros de las iglesias que están profesionalmente relacionados con la ciencia, la tecnología, la medicina y las políticas públicas. Se les debe animar, apoyar y consultar para reunir los insumos que permitan a los teólogos y pensadores cristianos elaborar conclusiones y adoptar posturas de manera informada. De igual manera, se debe dar a conocer a los estudiantes de teología la necesidad de conocer y elaborar constantes respuestas cristianas a los nuevos desafíos.
Se debe incluir en la currícula de seminarios y universidades cristianas el estudio y la investigación de estos campos, para que tanto los futuros líderes eclesiásticos como los educadores teológicos desarrollen una crítica cristiana informada y sustentada de las nuevas tecnologías.
También se deben propiciar las condiciones para la formación de tanques de pensamiento nacionales o regionales en los que participen teólogos, cristianos en cargos públicos, la academia y los campos tecnológicos para pronunciarse y modelar la elaboración de políticas con una voz que sea bíblica y relevante. Tales consultas deberían incluir la asociación con otros foros que permitan el intercambio de información, documentos y acercamientos interdisciplinarios.
Pero todo ese esfuerzo no cobrará vida ni fuerza mientras las comunidades cristianas no demuestren de maneras prácticas la única dignidad y santidad de la vida humana. Sin manifestaciones concretas de un cuidado práctico y holístico que integre los aspectos físicos,emocionales, sociales y espirituales de lo que constituye el ser un humano las iglesias serán, como Pablo lo dijo, sólo un metal que hace ruido, sin un mensaje contundente ni fuerza ética.
Como una continuación a iniciativas previas, las iglesias evangélicas trajeron a la mesa de diálogo y discusión el tema de las tecnologías emergentes en el recién realizado Congreso Internacional para la Evangelización Mundial Lausana III, realizado en octubre pasado, en Ciudad del Cabo, Sur África. Como resultado de las plenarias, talleres, sesiones de diálogo y participaciones en las mesas de estudio y reflexión se llegó a las conclusiones expuestas y, además, se sintetizaron en el documento «Compromiso de Ciudad del Cabo», principalmente en su parte segunda titulada «Un Llamado a la acción». Es importante que los cristianos atiendan tal llamado si no desean verse sorprendidos por el mundo siempre cambiante de las nuevas tecnologías