Las epidemias y los votos

Durante 2017 El Salvador enfrentó varias epidemias. Éstas, como todas las epidemias, tuvieron características que les fueron comunes: un patógeno y vectores de propagación. Por ejemplo, en la epidemia de influenza, el patógeno es una mutación del virus de la gripe y los vectores de propagación son el contagio que se produce por medio de la tos, el estornudo y tocar objetos infestados. La manera de detener la epidemia de influenza fue básicamente por la higiene, la cual, cortó los vectores de propagación. Pero, otra epidemia que también sufrió nuestro país fue la de la violencia. La Organización Mundial de la Salud establece que a partir de los diez asesinatos por cada cien mil habitantes se debe declarar una epidemia de violencia. Nuestro país se encontró más de seis veces arriba de ese promedio, lo cual, debería hacer sonar todas las alarmas. Al igual que con cualquier otra epidemia, la violencia también posee un patógeno que es la humillación abrumadora y sus vectores de propagación que son las pandillas y el sistema penitenciario.

En el énfasis represivo que se hace del tema de seguridad el esfuerzo se encamina a colocar la mayor cantidad de miembros de pandillas en prisión. Pero con ello no se logra controlar la violencia ya que el sistema penitenciario, lejos de ser un disuasivo, es uno de los vectores de la epidemia. De acuerdo al reciente estudio de la Universidad de Florida sobre las pandillas en El Salvador, el 66% de los reclusos han pasado antes por la cárcel dos o tres veces. Es decir que la prisión de ninguna manera es un disuasivo y mucho menos un recurso efectivo de reeducación o de rehabilitación. Como el común lo expresa: los centros penales son la universidad del crimen. En la medida que se envían más y más personas a prisión se refuerza uno de los vectores de la epidemia y la violencia se incrementa. Se hiela la sangre con solo pensar en lo que ocurrirá en la calle cuando vayan recobrando su libertad las personas que han estado recluidas en penales bajo el régimen de las medidas extraordinarias.

La acción efectiva para combatir la epidemia de violencia es la de ir directamente al patógeno, que es la humillación abrumadora. La humillación que provoca la marginación, la falta de oportunidades, la vivienda precaria, la desigualdad, la ausencia de servicios, el hacinamiento, el desempleo, el abuso, el maltrato doméstico e institucional. Cuando esos factores se combinan la humillación llega a ser abrumadora. La persona ya no es capaz de manejarla por su mismo tamaño y porque no posee las herramientas para hacerlo. Es así como la violencia surge y se convertirá en epidemia cuanto mayor sea la cantidad de personas que vivan sometidas a condiciones semejantes. Desde esa perspectiva es fácil comprender que medidas tales como las de incrementar la cantidad de policías por kilómetro cuadrado, colocar cientos de cámaras de vigilancia, construir nuevos penales, endurecer las penas son medidas irrelevantes para la epidemia de violencia. Lo que en verdad dará resultados es atacar el patógeno. Sin patógeno no hay epidemia. Sin condiciones humillantes para las personas no hay violencia. ¿Qué candidatos a funciones de elección popular hablan de tal enfoque? Si acaso los hay, ellos serían los indicados para los votos.

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