Lección de célula de adultos para sábado 31 de octubre
Sábado 31 de octubre de 2020
El Señor ve el corazón
LECTURA: 1 Samuel 16:6-7 RVC
6 Y cuando todos estuvieron reunidos, Samuel vio a Eliab, y pensó: «Seguramente, éste es el que Dios ha escogido.» 7 Pero el Señor le dijo: «No te dejes llevar por su apariencia ni por su estatura, porque éste no es mi elegido. Yo soy el Señor, y veo más allá de lo que el hombre ve. El hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero yo miro el corazón.»
VERDAD CENTRAL: Lo importante para Dios es su elección y no la apariencia de las personas.
INTRODUCCIÓN
El primer rey de Israel había fallado a las exigencias de Dios para ese cargo. Por ese motivo, el Señor le pidió al profeta Samuel que ungiera a un nuevo rey. Dios le envió a la ciudad de Belén, la cual, no había sido importante hasta ese momento. Era una aldea pequeña que históricamente no había tenido ninguna relevancia. Pero, en ese lugar sencillo era donde Dios había preparado al siguiente rey de Israel. Lo que a los ojos de los hombres no tiene importancia sí la tiene a los ojos de Dios. Pero el ir a Belén a nombrar un nuevo rey no era fácil para Samuel. El primer rey aún vivía y estaba en el ejercicio del poder. Por tanto, legalmente, lo que Samuel hacía era un acto de traición. Eso, no era porque el profeta tuviera un carácter bajo sino porque obedecía a Dios.
CUERPO
1- El criterio humano pierde de vista lo esencial. Al llegar a Belén el profeta Samuel fue guiado por el Señor para invitar a Isaí y a sus hijos a un sacrificio. Entre los hijos de Isaí llego Eliab, al verlo, Samuel pensó: «Seguramente, éste es el que Dios ha escogido» (v. 6). La Biblia no describe la apariencia de Eliab, solamente menciona que era alto. Pero, por el contexto, se entiende que él era de buena apariencia, fuerte y de buena estatura. Samuel no tenía otro criterio para reconocer a un rey que la apariencia física. Israel solo había tenido un rey que había causado buena impresión por ser más alto que el promedio del pueblo. Pero, ese detalle es precisamente el que había llevado a la nación a sus problemas del momento. Delante de Dios la apariencia impresionante o agradable no es suficiente. El reino de Dios casi no tiene nada que ver con las apariencias o con las impresiones humanas. Es el ser humano el que se inclina a dejarse llevar por lo superficial y eso, en buena medida, explica la razón de muchos de sus fracasos.
2- Dios no valora en base a lo visible. Dios tuvo que intervenir ante la intención de Samuel de ungir como nuevo rey a Eliab. Pero el Señor le dijo: «No te dejes llevar por su apariencia ni por su estatura, porque éste no es mi elegido. Yo soy el Señor, y veo más allá de lo que el hombre ve» (v. 7). Dios desbarató lo que había captado la atención del profeta: le dice que no se deje llevar por la apariencia ni la estatura. La expresión «dejarse llevar» da la idea de ser arrastrado o ser cargado, en este caso por las apariencias. En verdad que lo superficial puede llegar a ser muy cautivador y las personas pueden permitir ser llevados solo por lo que se ve. Pero, Dios le mostró a Samuel que, en sus asuntos, lo más importante es su elección. Él le dijo: «No es mi elegido». Eso es lo que marca la diferencia entre el éxito y el fracaso: la voluntad de Dios eligiendo soberanamente a quien él desea. En lo que ocurría, también se mostraba que la elección de Dios no siempre concuerda con lo que es agradable a los ojos del hombre.
3- La base en la que se apoya el criterio divino. El Señor completó su lección para su profeta diciéndole: «El hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero yo miro el corazón» (v. 7). Esa es la gran diferencia de criterio: el hombre mira a la apariencia, Dios ve el corazón. Finalmente se entendió que el nuevo rey era David y no puede decirse que él era un hombre de mal aspecto. La Biblia lo describe como muy atractivo. Pero era muy joven y no era tan alto como su predecesor. Pero, tenía algo muy diferente que no era visible a los hombres. Lo especial de David se encontraba en su corazón y el corazón solamente Dios lo conoce. Siempre se debe recordar que las apariencias engañan y que pueden indicar algo muy diferente a la realidad que el corazón esconde.
APLICACIÓN
Las apariencias pueden ser tan engañosas que nosotros mismos podemos caer en el engaño de la impresión que las personas tienen de nosotros. Quienes nos observan pueden tener una buena reputación de nosotros, pero eso no significa que seamos aprobados. Dios es el único que conoce la verdad pues conoce nuestros corazones. Solamente podemos tener un buen corazón basándonos en una experiencia de nuevo nacimiento. Eso sucede cuando en nosotros hay un verdadero arrepentimiento y un deseo sincero de vivir de acuerdo con los principios del evangelio. Debemos renunciar a nuestras apariencias para apoyarnos en la gracia que se nos ofrece en Jesús. Se debe recibirlo como salvador para gozar de una vida para la eternidad.