Lección de célula de adultos para sábado 5 de junio
Sábado 5 de junio de 2021
El desierto de Juan el Bautista
LECTURA: Mateo 3:1-6 NVI
En aquellos días se presentó Juan el Bautista predicando en el desierto de Judea. 2 Decía: «Arrepiéntanse, porque el reino de los cielos está cerca». 3 Juan era aquel de quien había escrito el profeta Isaías: «Voz de uno que grita en el desierto: “Preparen el camino para el Señor, háganle sendas derechas”».4 La ropa de Juan estaba hecha de pelo de camello. Llevaba puesto un cinturón de cuero y se alimentaba de langostas y miel silvestre. 5 Acudía a él la gente de Jerusalén, de toda Judea y de toda la región del Jordán. 6 Cuando confesaban sus pecados, él los bautizaba en el río Jordán.
VERDAD CENTRAL: Dios usa a quienes han dependido de él en los desiertos.
INTRODUCCIÓN
Aunque conocido como el Bautista, Juan hizo mucho más que bautizar. Su vida adulta se caracterizó por la devoción y la entrega a la misión divina que le fue encomendada. La voz de Juan era «la de uno que clamaba en el desierto» (Juan 1:23), mientras proclamaba la venida del Mesías a un pueblo que desesperadamente necesitaba un Salvador. Juan el Bautista es el modelo de un auténtico llamado de Dios para cumplir y obedecer las tareas especificas que el Señor delega. El éxito de ese cumplimiento radica en la voluntad rendida al señorío de Dios y el proceso en los diferentes desiertos de la vida.
CUERPO:
1- Una infancia en el desierto. La infancia de Juan termina con un último dato: «El niño crecía y se fortalecía en espíritu; y vivió en el desierto hasta el día en que se presentó públicamente al pueblo de Israel» (Lc 1:80). El hijo único de un sacerdote provinciano, a quien le esperaba una brillante y prometedora carrera en el Templo de Jerusalén, en cierto momento rechazó esa misión y se retiró al desierto. No hay muchos datos sobre el origen de tan drástica decisión. Al igual que Juan, lo que sí es cierto, es que, para encontrar razón a nuestra existencia, Dios nos necesita a solas con él. En la vida hay muchas personas que desean determinar nuestra razón de ser, pero esa es solo una competencia reservada para quien nos creó. Por otra parte, el desierto es el lugar menos idóneo para el crecimiento de un niño. Ese escenario, supondría: soledad, incomodidad, dolor. Muchos sucesos tristes que atravesamos en nuestra infancia Dios los toma para sus perfectos planes como Juan.
2- Una vida con lo esencial. En sus retiros de soledad en el desierto, Juan había comprendido que la crisis por la cual pasaba Israel era mucho más honda de lo que parecía a primera vista. No solo afectaba al pueblo judío y a los sacerdotes encargados de mediar por el pueblo, sino incluso la vida al interior del templo de Jerusalén. La familia del sumo sacerdote alardeaba de una vida suntuosa y extravagante frente a un pueblo empobrecido que apenas sobrevivía. La rusticidad del vestido de Juan era considerada significativa. Elías, el osado profeta cuya morada fue el desierto, había sido conocido en su época como un «varón que tenía vestido de pelo, y ceñía sus lomos con un cinturón de cuero»; esa indumentaria rústica había llegado a calificarse como rasgo distintivo de los profetas. La comida de este extraño predicador tampoco era de lujo y comodidad, sino que se alimentaba con lo que el desierto le proporcionaba: langostas y miel silvestre. Con esto, tanto Elías como Juan, delineaban aquello que auténticamente es esencial. Una lección que se aprende muy bien en los desiertos cuando solo se tiene lo necesario.
3- La predicación de Juan el Bautista. Muchedumbres se daban cita junto al rio Jordán para oír a Juan, el lugar donde predicaba era célebre por haber sido el escenario de la conquista de la tierra prometida por parte de Israel. Sin embargo, las multitudes no iban por conmemorar aquel gran acontecimiento. Su atracción se centraba en la promesa de repetir en sus propias vidas aquel suceso. Juan fue capaz de transformar ese hecho histórico en un acontecimiento presente; un suceso del pasado en una realidad actual, revivida con un sentido nuevo. La manera como Juan predicaba se fundamentaba en cuatro principios: a) les hacía ver los errores de su vida pasada (Mt 3:7); b) los invitaba a arrepentirse y cambiar de vida (Mt 3:8); c) les advertía de un castigo divino que caería sobre quienes no se convirtieran (Mt 3:10); d) les anunciaba la llegada de alguien, detrás de él, que vendría para hacer cumplir la Palabra de Dios (Mt 3:11-12). Cuando terminaba de predicar, a quienes se comprometían a cambiar de vida los invitaba a bautizarse en el río, como un símbolo de aceptación para «cruzar» la frontera de una nueva existencia, y luego los enviaba a sus hogares a aguardar el gran cambio que iba a producirse a través de ellos.
APLICACIÓN
Juan el Bautista fue un profeta que anunciaba y denunciaba. Sin temor alguno predicaba con intensidad y era un hombre justo a los ojos de Dios y de los hombres, por ese motivo, Jesús llegó a decir de él: «Les digo: Entre los nacidos de mujer no hay ninguno mayor que Juan» (Lc 7:28). ¿Ha descubierto como los desiertos de su infancia han sumado a la causa del Reino de Dios? ¿Ha descubierto su propósito de vida en Dios?
Juan el Bautista
Juan no estaba en un bosque,
Porque en el desierto estaba.
Vestido con ropas de camellos,
Langostas y miel silvestre, desayunaba.
Juan si que era un loco,
Todo el mundo murmuraba.
Más lo que ellos no sabían.
Que era Jehová, quien lo guardaba.
Juan creció en el desierto,
Aislado, como una zarza.
Entre espinos y caldos creció,
Se hizo fuerte, como una palma.
Bendiciones desde Toronto, Canadá.
Gleyvis