Llorar con los que lloran
A menudo se asocia a las iglesias evangélicas con posturas conservadoras o «apolíticas», pero la historia ofrece otra cara: la de los creyentes que, motivados por el evangelio, se han atrevido a desobedecer leyes humanas por considerarlas injustas o inhumanas y, por tanto, contrarias a la voluntad de Dios. Para estos cristianos la desobediencia civil es una forma de espiritualidad comprometida con el reino de Dios y su justicia. De la misma manera que existe una mayoría de evangélicos ligados al quietismo político, también hay una minoría activa y profética que se basa en Hechos 5:29: «Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres».
Durante el conflicto armado guatemalteco miles de indígenas se convirtieron al evangelio. Muy lejos del relato simplista que vincula a todas las iglesias evangélicas con los regímenes militares, muchas comunidades evangélicas rurales resistieron activamente al reclutamiento forzado y al enrolamiento e imposición de los comités de autodefensa civil por parte del ejército. Como consecuencia de su negativa a colaborar con ninguno de los bandos armados, estas comunidades enfrentaron amenazas, desplazamientos y masacres. Su desobediencia a la participación armada se sustentaba en una fe que respeta y dignifica la vida humana y una esperanza en la justicia del reino de Dios proclamado por Jesús.
En el contexto del conflicto armado colombiano, la Comunidad de Paz de San José de Apartadó, se declaró en resistencia civil y no violenta. Rechazaron cualquier relación con grupos armados, ya fueran guerrillas, paramilitares o fuerzas estatales. Su desobediencia, de fuerte inspiración anabautista, fue radical: no portar armas, no aceptar beneficios de ningún actor armado y no permitir presencia militar en sus territorios. El precio que tuvieron que pagar fue altísimo en la forma de asesinatos, desplazamientos y estigmatización, pero también han sido reconocidos internacionalmente como un ejemplo de ética cristiana encarnada. Aun enfrentando la muerte, mantuvieron íntegras sus convicciones de respeto y honra a toda vida humana por humilde que fuera su condición.
En 2016 un grupo diverso de pastores, teólogos y líderes evangélicos brasileños se organizaron alrededor de lo que se llama el Frente de Evangélicos por el Estado de Derecho. Surgieron como una reacción a la instrumentalización electoral del evangelio que suele hacerse en nuestros países por parte de sectores de poder. Bajo el lema «fe y justicia» se han pronunciado, desarrollado campañas y declaraciones públicas en contra del racismo, la violencia policial, la militarización y la corrupción. Ellos invocan explícitamente la obediencia a Dios como criterio para resistir pacíficamente a políticas que atentan contra los pobres, los indígenas y los derechos humanos. En Brasil, donde el voto evangélico suele asociarse con la extrema derecha, su voz representa una forma de disidencia evangélica que se basa en una aplicación del Sermón del Monte a la realidad presente.
Durante las dictaduras militares en Argentina, el Movimiento por los Derechos Humanos, en el que participaron tanto protestantes como evangélicos, se convirtió en una voz que desde el cristianismo denunció activamente las desapariciones, las torturas y los asesinatos. Algunos pastores dieron un paso más ocultando y protegiendo a defensores de derechos humanos perseguidos. Su resistencia no fue masiva, pero sí profundamente significativa: se negaron a acatar el silencio impuesto por el terror invocando su deber cristiano de «llorar con los que lloran» y defendiendo la dignidad de la vida.
En Chile, durante la dictadura de Pinochet, el Comité de Iglesias Cristianas, se constituyó como una plataforma en la que participaron denominaciones evangélicas, metodistas y luteranas. Su trabajo se enfocó activamente en la defensa de los derechos humanos y el debido proceso. Además de brindar ayuda legal y refugio a los perseguidos, muchos pastores y laicos se negaron a repetir la narrativa oficial, desafiaron los toques de queda para asistir a los detenidos y organizaron vigilias de oración por los desaparecidos. A pesar de las amenazas y la posibilidad de una real represión violenta, conservaron su fe en el Dios que liberta a los oprimidos y colocaron el evangelio por encima del nacionalismo autoritario.
Los ejemplos mencionados muestran que la resistencia a lo injusto no es una excepción, sino más bien una obediencia radical al evangelio y a todas sus implicaciones. No por ideología, sino por fidelidad a los valores cristianos.