Los creyentes y la prevención de la violencia
De sobra es conocido que el problema de seguridad es una de las mayores dificultades que enfrentamos como país. Dado el desacierto que los gobiernos han mostrado en el tema y las dimensiones que el mismo ha alcanzado, el ciudadano común se siente impotente y piensa que no hay nada que pueda hacer para mitigarlo. Si bien es cierto que lo que una persona pueda hacer por sí misma es poco, la suma de los esfuerzos individuales puede llegar a causar un impacto importante. Por ejemplo, si todos los que nos identificamos con el cristianismo asumiéramos nuestro papel de ser luz y sal tendríamos un porcentaje importante de la población haciendo lo suyo. El Evangelio anima a los creyentes a cumplir su responsabilidad con el prójimo. Responsabilidad (del latín “responsum”) es la capacidad de responder, de corresponder con otro, implica el conocimiento de que los resultados de cumplir o no las obligaciones recaen sobre uno mismo. Es la capacidad de comprometerse y actuar de manera correcta.
Sabiendo que la crisis de la familia es un primer elemento que predispone a los niños hacia la violencia, los creyentes podrían comprometerse a adoptar emocionalmente a un niño. Esto es brindarle la atención, el respeto y el cariño que no tiene en su hogar. Esto no requiere mayor inversión, solo la voluntad de asumir una responsabilidad hacia el prójimo sufriente, en este caso, el niño del vecindario. Los elementos que debe incluir el adoptar emocionalmente a un niño son los de orientarle en la vida con ternura. Eso implica el ejercer el control que necesita para no involucrarse en conductas antisociales. Si los padres son negligentes con su hijo, un creyente debería asumir el papel de cuidador y hacerlo con auténtico interés. Otro aspecto a vigilar es el relacionado con el consumo de alcohol o drogas. Debe comenzar por desarrollar en el niño conciencia sobre los riesgos de convertirse en un consumidor, algo que muy bien puede ver reflejado en su propio hogar. También implica el asegurarse de que el menor se mantenga alejado de los lugares donde hay disponibilidad de esas sustancias en la comunidad, eso incluye las amistades que son ya consumidoras.
Un elemento esencial de la adopción emocional es el mostrarse como modelo de conducta en contraste con los modelos de las amistades antisociales y los recursos agresivos que se usan en su hogar para resolver las diferencias. El motivarlo a relacionarse en comunidades positivas como las iglesias, le abre la posibilidad de conocer otras maneras de socializar y conocer personas que poseen aspiraciones y proyectos de superación. Como comunidades abiertas, las iglesias reciben con calidez a los menores y les abre oportunidades de participación en diferentes áreas de servicio. Eso supone la interactuación con una comunidad organizada en un ambiente libre de circulación de armas, drogas y tabaco.
Algo muy diferente a las vivencias de los barrios y comunidades. No puede subestimarse el significado que tiene para un niño el sentirse valorado, apreciado y aceptado. Sin duda que habrá experiencias de fracaso, pero también se producirán muchas experiencias positivas. Un solo niño que sea librado de las estructuras violentas hará que el esfuerzo valga la pena. No dependamos de lo que el Estado pueda hacer, pueda que no haga mayor cosa, pero hagamos nuestro trabajo y cumplamos así nuestra responsabilidad cristiana.