Los motivos del violento
La violencia es un espíritu de la época y surge con el propósito de romper un equilibrio que la inercia social ha construido y que lucha por conservar. Se le llama equilibrio porque el espacio para la convivencia es el resultado del regateo de intereses diversos y opuestos que luchan por prevalecer. Después de un desequilibrio violento las fuerzas se recomponen y hacen posible la creación tensa de un nuevo espacio para convivir.
Cuando la violencia organizada y utilizada con premeditación hace su aparición es porque un sector de la sociedad está inconforme con el equilibrio logrado y lucha por modificar el espacio de lo llevadero. Hoy en día se trata de grupos sin poder económico que atacan a la mayoría buscando resolver su frustración. Lo que a esa mayoría le parece violencia irracional e injustificada, es para el grupo pequeño su manera de expresar su insatisfacción y forzar los cambios que desean. Su ataque va en contra de las instituciones y convenciones que soportan el equilibrio logrado.
Las explicaciones tradicionales de la comisión de delitos es útil en tanto que se trate de hechos aislados y patológicos. Pero, cuando la violencia no es un incidente aislado sino que una actividad adoptada por docenas de miles y con un fuerte atractivo para nuevos reclutas, algo más esta pendiente de comprensión.
La conducta violenta puede calificarse como diabólica, psicopática o macabra pero tales calificativos pasan por alto el panorama general y reducen la responsabilidad por la violencia a los disfuncionales, como si el resto de la sociedad no necesitara hacer ningún cambio. Desde esa óptica, el uso de tales calificativos no contribuye a la solución del problema sino a exacerbarlo.
Se intenta controlar al violento con el encierro, la persecución y el ataque frontal pero no debe olvidarse que el cambio de las personas no puede preceder al cambio social.
El violento volverá a surgir una y otra vez en las nuevas generaciones y su propagación continuará mientras continúen las condiciones que lo motivan. No sólo se debe descubrir la patología de los síntomas sino también el valor de los actos. Sólo así podrá abordarse adecuadamente el proceso social que está dando como resultado a la presente juventud.
El problema de la violencia es que extrema las posturas. En la medida que el fenómeno se prolonga lleva al cansancio y a la indignación. Esto ocurre tanto en la parte funcional como en la disfuncional. Cuando las personas experimentan el poder de la violencia por lo general necesitan más. Les hace sentir bien, satisface y resuelve rápidamente. Así se pasa de la rabia por una razón concreta a la rabia contra cualquiera por cualquier motivo. Por ello, el violento va demasiado lejos y anima a los sensatos a usar en su contra todo tipo de poder. Después, la locura.
No habrá camino mientras se ignore la rabia y la amargura que afecta a importantes minorías. Mientras no se comprendan las señales y los mensajes del violento no será posible encontrar el camino a la sanación. Aún es tiempo de reflexionar. Un nuevo equilibrio debe construirse y en la medida que los excesos y los sinsentidos se multiplican se debería comprender la creciente necesidad de que la mayoría asuma la responsabilidad que le corresponde en el cambio social.
quisiera entender el punto de vista de la presente reflexion del hermano Vega, pero la verdad que no alcanzo a digerir en mi corto pensamiento, como un país como el nuestro a llegado a este punto mas que crítico, de quiebre, claro que se puede llenar mas que un compendio de libros tratando de explicarlo, y saldran a la luz lo que ya raya con las causas y los efectos de todo esto. Y, aquí la pregunta, somos nosotros como miembros de la iglesia, -el Cuerpo de Cristo- parte de esa minoría o parte de esa mayoria?, me refiero a la minoria (que viene a ser la mayoria) en cuanto a los atropellos que se sufren en la poca o nada de atención que se les brinda en cuanto al resguardo de sus derechos. Tomando en cuenta que no desatan violencia como la ya planteada, sino, mental y en sus mas intimos sentimientos. Gracias. que el Dios y Padre de Nuestro Señor Cristo Jesús, nos bendiga. Amen.