Los profetas de ayer y de hoy

Popularmente se piensa que los profetas son personas que se especializan en anunciar eventos futuros. Pero si se examinan los extensos textos de los profetas de la Biblia se descubre, al primer vistazo, que hacer predicciones era lo que menos hacían. Sus mensajes eran referidos a la realidad religiosa, social y política en que vivían. Los profetas son hijos de su tiempo y surgen en contextos históricos especialmente conflictivos y difíciles, momentos de confusión, esclavitud y muerte. Su propósito central es el de dar a conocer la Palabra de Dios para esos tiempos turbulentos. Porque es en tiempos de desaliento e inseguridad económica y política que el ser humano se sensibiliza para indagar la voluntad de Dios.

Los profetas surgen como la respuesta de Dios a las necesidades de su pueblo. Es su Espíritu el que mueve al profeta y, por tanto, se trata de una experiencia de espiritualidad y fe. Sin mística no hay verdadera profecía. Nadie puede proclamarse profeta por su cuenta porque en ese caso sería un falso profeta. Pero quienes son levantados por el Señor parten de la realidad de confusión y de caos para confrontarla con el Reino de Dios. Poseen la capacidad de ver más allá del común y, por esa razón, en la antigüedad se les llamaba videntes. Son visionarios poco comprendidos porque se adelantan a su época. El común de las personas vive en un estricto presente, pero los profetas anticipan esperanzados el mañana. No solo señalan el mal, sino que anuncian la venida del Reino de Dios con la fuerza de su Espíritu liberador. No son profetas de calamidades sino centinelas que anuncian la vida.

Lo que los profetas buscan en última instancia es la transformación de las personas por medio de la conversión. En ese sentido, su palabra es última. Porque sin conversión no puede haber vida ni salvación. Seducidos por el Señor, ven las cosas desde la alta perspectiva divina y disciernen en los acontecimientos los signos del proyecto esperanzador de Dios. Ellos mismos se convierten en una señal y en un testimonio de la verdad. Comunican sin necesidad de palabras, con solo estar presentes. Su carácter es modelado por la palabra de Dios y ésta es muy crítica del orden establecido y, particularmente crítica, con aquellos que más poder tienen dentro de ese orden. Eso coloca a los profetas ante un desafío radical: si se busca a toda costa ser reconocidos, aplaudidos, tenidos en cuenta será solo por renunciar a decir la palabra que necesita ser dicha. Por el contrario, la fidelidad a Dios expone al profeta al riesgo, siempre deben pagar un precio y, algunas veces, se trata de la máxima ofrenda.

Las personas tienen un estereotipo religioso de los profetas. Los conciben como profundamente místicos, ocupados enteramente en la oración y la meditación. Predicando sobre ángeles y querubines. Bajo esa idea, las personas esperan que los profetas hagan tal y digan cual. Pero si se salen de ese guion esperado reciben rechazo. Sus enseñanzas sobre la realidad y la vida cotidiana provocan sorpresa. Sobre todo, si con su anuncio señalan los pecados de sus ídolos. El choque se vuelve inevitable, pero no sorpresivo para esos especialistas en tiempos críticos. Es más, el rechazo es la máxima validación que pueden recibir y les hace sentir bienaventurados. Les energiza y les estimula a seguir adelante. Es un ciclo de nunca terminar y, por eso, el martirio resulta ser la resolución temporal del conflicto. Temporal, porque siempre hay resurrección.

Tiempos críticos siempre habrá y, en consecuencia, siempre habrá profetas, porque Dios siempre desea expresarse y dar a conocer su palabra. Siempre habrá apasionados de Dios, de la justicia y del amor que no dudarán en ofrecerse para cumplir su misión. La fuerza de esos profetas se encuentra en la convicción de que otra sociedad y otro mundo es posible. Ese optimismo se nutre en una fe profunda. Los profetas han sido alcanzados por el Señor y son creyentes auténticos, enamorados del evangelio de Jesús, de su proyecto del reino. Son fieles a su vocación, de profunda experiencia espiritual, siempre dispuestos a denunciar y advertir, pero también a celebrar, perdonar y reconciliar.

Comments
2 Responses to “Los profetas de ayer y de hoy”
  1. Salomón Ramos dice:

    ¡Dios le bendiga hermano pastor Mario Vega! ¡Y siempre sea Dios guiando su vida!

  2. Jaime alfonso estrada dice:

    Que Nuestro Dios le bendiga de una manera muy especial y le de una gra recompenza aqui en la tierra y cuando llegemos al tribunal de cristo le de una de las coronas mas grandes por predicar la palabra del senor sin ningun temor y predicar con valentia y mucha sabiduria en contra del pecado y tambien por denunciar tantos abusos y maltratos en contra de las personas mas nesesitadas de este pais por parte de instituciones del gobierno actual Doos lo bendiga grandemente y lo guarde en su mano gloriosa y poderosa de cualquier asechansa del diablo muchas saludes y bediciones para todos

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