Editorial de la Semana

No usarás el nombre de Dios en vano

Ya de antiguo Marduk había determinado lo que habría de suceder. Los oráculos indicaban sin rastros de duda que el día preciso había llegado. Jerusalén, esa pequeña fortaleza encaramada sobre una colina, esa ciudad de torres altivas y muros testarudos, estaba destinada a inclinarse ante el peso de mi sombra. Yo Senaquerib, el Rey del universo, el Rey de Asiria, el Favorito de los grandes dioses, el Pastor piadoso, el Conquistador de territorios y el Constructor de Nínive, emprendí la larga marcha desde mis jardines que susurran secretos de inmortalidad hasta ese rincón polvoriento del mundo.

Partimos cuando el cielo aún titubeaba entre la noche y el día, y la tierra misma parecía estremecerse con cada paso de mis ejércitos. Marchamos por la ruta donde asegurábamos la provisión de agua y los poblados estratégicos. Los carros relucientes, las lanzas afiladas, los estandartes que ondeaban como lenguas de fuego. Avanzábamos como un río iracundo, devorando pueblos, arrancando nombres del mapa, dejando un silencio temeroso en nuestro rastro. En Laquis, la tierra se tiñó de rojo y las piedras hablaron nuestro idioma, un idioma de fuerza y sometimiento. Allí, construí mi trono temporal, para mostrarle al mundo que el sol se detenía cuando yo lo ordenaba.

¿Cómo se atrevía Jerusalén, esa pequeña joya endurecida por oraciones y mitos, a resistir al imperio de mi deseo? Para aplacar mi ira, su rey, Ezequías, me pagó un gran tributo en plata y oro. Pero ¿acaso piensa que sus muros son más altos que mis ambiciones, o que sus oraciones son más poderosas que mis dioses? Yo quería todo el oro, todo. Sin rechistar y sin dilaciones.

El aire alrededor de Jerusalén tenía un peso diferente, como si cada roca, cada rama, estuviera cargada con la terquedad de sus habitantes. Se decía que en la ciudad moraba un profeta de nombre Isaías. Nada que temer pues soy más que todos sus profetas. Envié a mis más altos oficiales a advertirles lo que les ocurriría si no se rendían. ¿Qué sabían ellos del hambre que puede desgarrar la voluntad de los hombres? ¿Qué entendían ellos de los gritos de los conquistados que resuenan más allá de la eternidad? Para doblegar su antigua fe, templada por sus libros sagrados, me atreví a decirles que su Dios no podría librarlos de mi mano. Es más, les aseguré que era el Señor mismo quien me había enviado en contra de ellos. La mención de su Dios podía ser el golpe moral que necesitaba para su rendición y el camino cierto para hacerme con todo el oro. Pero, ¿habrá sido ese atrevimiento el que me impidió una victoria segura?

En las noches, cuando el campamento se llenaba de cantos de victoria anticipada, escuchaba los susurros de algo más: un presagio que no entendía, un murmullo que se arrastraba entre los tambores de guerra. Los días pasaron, y la ciudad seguía ahí, erguida como un desafío imposible. Entonces llegó el viento, ese viento extraño que nadie esperaba. Sopló desde las colinas con una fuerza que no era de este mundo. Al amanecer, el campamento estaba en silencio. Un silencio absoluto, como si la muerte misma hubiera caminado entre mis hombres mientras yo dormía. Miles yacían inmóviles, sus cuerpos fríos como si el aliento de los dioses hubiera abandonado la tierra.

Me vi obligado a regresar, no por miedo, sino porque incluso los reyes deben reconocer el momento en que el destino deja de ser su aliado. Jerusalén quedó ahí, intacta, su orgulloso rey aún orando en sus muros. Pero el mundo sabrá lo que ocurrió. Nínive recordará mis victorias, no mis retiros, y los anales de la historia contarán que Senaquerib siempre fue el azote del mundo. Así se contará porque así lo he dicho y así será.

Sin embargo, mientras camino entre los muros de mi palacio, no puedo evitar escuchar, en los ecos lejanos del viento, el susurro de Jerusalén, recordándome que incluso los grandes reyes son mortales.

P.S. Crónicas babilónicas, Nabónido y la Biblia, en 2 Reyes 18 y 19, relatan que, poco después, Senaquerib fue asesinado por uno o dos de sus hijos mientras adoraba en el templo de su dios Nisroc.

Restauración 100.5 FM · Editorial de la semana – No usarás el nombre de Dios en vano
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One Response to “No usarás el nombre de Dios en vano”
  1. Adal R dice:

    Emprendí la larga marcha, en busca de oro. ¡Y encontró la muerte!

    Todo el Reino de Cristo siempre permanecerá. La victoria es segura no por nuestra obra sino por la obra perfecta del Hijo de Dios. Nadie puede prevalecer delante de Dios. El Reino de los cielo sigue su rumbo ya trazado y establecido por Él Señor. Senaquerib con gran orgullo decide invadir y destruir Jerusalén, en sus palabra se nota la desafiante soberbia y deseo intenso por conquistar la Ciudad del Gran Rey. Como he dicho las cosas de Dios permanecen según su voluntad y tiene toda potestad de hacer con el barro según su deseo. No es el deseo del hombre o del gobernante que predomina, sino el deseo de Dios. El Señor tiene establecido los tiempos, los hechos y las obras, asimismo los límites humanos. Y en cuanto esto, debe quedar claro a todo hombre: sea hecha la voluntad de Dios. Pero este es el problema que acontece constantemente entre la raza humana. Este Rey abusó de su posición, quiso actuar como Dios, como hay muchos hoy en este siglo XXI. No estamos lejos de esta forma de gobernar: el hombre rompe las cuerdas de la sensatez, humildad, y tiende a abusar de su autoridad. Senaquerib invade la tierra de Juda, en busca de sus tesoros. Veamos el texto: II Cr 32:1-23 Después de que Ezequías llevó a cabo fielmente este trabajo, Senaquerib, rey de Asiria, invadió Judá. Sitió las ciudades fortificadas y dio órdenes a su ejército para que penetraran las murallas. 2 Cuando Ezequías se dio cuenta de que Senaquerib también pensaba atacar Jerusalén, 3 consultó con sus funcionarios y consejeros militares, y decidieron bloquear los manantiales fuera de la ciudad. 4 Organizaron una gran cuadrilla de trabajadores para cegar los manantiales, como consecuencia se cortó el arroyo que corría por los campos, porque dijeron: «¿Por qué han de venir aquí los reyes de Asiria y encontrar abundancia de agua?». 5 Luego Ezequías se esforzó en reparar todas las secciones caídas de la muralla, erigió torres y construyó una segunda muralla exterior a la primera. También reforzó los terraplenes en la Ciudad de David y fabricó grandes cantidades de armas y escudos. 6 Designó oficiales militares con mando sobre los habitantes y los reunió delante de él en la plaza junto a la puerta de la ciudad. Luego Ezequías les dio ánimo diciendo: 7 «¡Sean fuertes y valientes! No tengan miedo ni se desalienten por causa del rey de Asiria o de su poderoso ejército, ¡porque hay un poder mucho más grande de nuestro lado! 8 El rey podrá tener un gran ejército, pero no son más que hombres. ¡Con nosotros está el Señor nuestro Dios para ayudarnos y para pelear nuestras batallas por nosotros!». Las palabras de Ezequías alentaron en gran manera a la gente.
    Era el año catorce del reinado de Ezequías, Senaquerib, rey de Asiria, atacó y tomó todas las ciudades fortificadas. Y no solo invadió sino que alzó la voz contra Dios, palabra ofensivas contra Dios, el Rey del cielo. Toda esa actitud nace de un corazón vanidoso, ambicioso, soberbio y elevado a ser dios. y fue castigado por ello y tuvo que salir huyendo de Judea, se enojó y mató a muchos israelitas.
    Senaquerib emprendió una larga marcha contra Jerusalén y sus habitantes, y en su accionar decía:
    Marcho desde mis jardines a un lugar polvoriento
    Salgo con mi ejército como un río iracundo
    Con carros relucientes, las lanzas afiladas
    Dejando, dejando un silencio temeroso en nuestro rastro.
    Destruyendo pueblos
    Mis ambición era: yo quería todo el oro

    Pero Dios lo impide, reprende su locura, avaricia y soberbia. Con el pider de Dios fue avergonzado, el viento del Espíritu profético, Anunciado por Isaías. En Senaquerib se manifiesta la soberbia, la ceguera, la avaricia, la egolatría de gobierno. Todo esto redunda en muerte. Senaquerib regresó a su tierra completamente avergonzado, molesto y abativo. Tan abatido estaba que cuando entró al templo de su dios, sus propios hijos lo mataron allí. Lo que él había sembrado, es decir hijos avaros, injustos y soberbios, ellos lo mataron. Como dice el salmista: Salmos 72:9 Ante él se postrarán los moradores del desierto, Y sus enemigos lamerán el polvo. Así que se levantó contra el Dios vivo y eterno, pensó que era otro dios más, pero se equivocó. Dios es Todopoderoso, fiel a sus promesas. Ezequías confió en Dios, y Dios no lo abandonó, fue guardado, Jerusalén está en pie aún en este siglo, ha sido azotada, abatida, pero sigue en pie la ciudad y lo mejor de todo esto que ahora el Templo del Señor somos tú y yo, la Iglesia del Señor redimida con su sangre. Nadie podrá prevalecer contra el Señor ni contra la Iglesia, la Nueva Jerusalén. Bendito sea el Señor.
    Como conclusión no pelee contra Dios. Hubo un hombre que persiguió al cuerpo de Cristo, tenía cartas de acusación y condena contra los creyentes, pero El Señor lo derribó a tierra su orgullo religioso, su ímpetu legalista y lo desbarató, fue doblegado y postrado ante Dios dijo: Quién eres Señor? ¿Que quieres que haga? Pablo se arrepintió de sus pecados y confesó su maldad. De modo que su imperio anterior lo consideró basura. Y dijo: Filipenses 3:8 Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo. Esa es la actitud dejar nuestro yo, dejar nuestro reino, dejar nuestra idea o pensamiento, dejar nuestras obras y aprender de Cristo, recibiendo cada día mas y mas de El . Y no vivo yo, sino Cristo vive en mí.
    Salmos 102:14 Porque tus siervos aman sus piedras, Y del polvo de ella tienen compasión.
    Hoy nuestro deseo es amar a los hermanos, en sinceridad y Verdad. Amar su pierdas es amar a los hermanos, y de lo insignificante del cuerpo tener compasión, como Cristo lo hizo con nosotros. No buscamos oro o plata, ni avaricia alguna, nuestro deseo intenso e intención es que Cristo sea visto en cada hermano. Cristo sea llene sus corazones de la verdad y amor. Buscar la oveja perdida, anunciar el Evangelio a toda criatura. Amén

    Adal R
    14dic2024

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