Opciones de las víctimas
Nuestra historia nacional se caracteriza por una alta incidencia de hechos violentos. No solamente la violencia social de hoy sino también la violencia política de ayer y de anteayer. Como resultado, existe una cantidad considerable de víctimas que deben bregar con el dolor de haber perdido a un ser querido sin que existan explicaciones de lo ocurrido ni conocimiento de las motivaciones.
Las ofensas contra la vida humana nunca pueden pagarse, nunca puede lograrse verdadera justicia. El daño y el dolor causados son irreversibles. A la víctima solamente le quedan tres opciones: la retribución, la reparación o el perdón. La opción de la retribución está relacionada con el castigo, es cuando el agresor recibe una condena judicial y cumple una pena. En este caso, las víctimas experimentan una sensación de satisfacción al saber que la justicia les dio la razón. Pero el castigar a la persona culpable no deshace el daño recibido. No se recupera al ser querido muerto porque el asesino se encuentre en la cárcel. Se necesita una altura espiritual para apreciar plenamente que un mundo donde se hace que los deudores paguen sus deudas es el mundo que nos hará a nosotros pagar nuestras deudas.
La opción de la reparación, tiene que ver más con lo que se hace con las víctimas que lo que se hace con el victimario. Es un esfuerzo por reparar los daños para llevarlos al punto más cercano al que se encontraban antes del hecho violento. Por ello, las reparaciones se deben producir en el plano moral, médico, psicológico, económico y social. No obstante, por sinceros que sean los esfuerzos no podrán lograr una reparación integral, la cual, sólo sería posible con la vuelta a la vida del ser querido. Dado que eso es imposible para el ser humano, siempre existirá la certeza de pérdida irremediable.
Finalmente, en la opción del perdón, se trata de mucho más que de equilibrar las ofensas del mundo; debe tratarse de hacer las cosas bien. Es decir, no devolver el dolor sino que dejarlo atrás y avanzar hacia algo nuevo. Nuevamente, las ofensas no pueden ser realmente borradas por el simple perdón. La deuda no desaparece, es la víctima quien asume la pérdida. El perdón solamente puede ser voluntario pues supone la disposición a sufrir el dolor del costoso perdón con la esperanza de que es la única manera de dejar atrás el infinito ciclo de la venganza.
Al final, se comprende que ninguna de las tres opciones resuelven plenamente una ofensa. Tal es el valor inigualable de la vida humana. No puede ser compensada de ninguna manera. Lo ideal es que la salida incluyera los tres aspectos: retribución, reparación y perdón. Pero muchas veces a las víctimas se les niegan sistemáticamente las opciones de la retribución y de la reparación mientras se les impone la del perdón. Pero el perdón solamente es real cuando es una decisión libre de la persona, pues, es una resolución dolorosa y costosa. No obstante, tiene la virtud de evitar convertir a la persona en una doble víctima: primero en una víctima de la injusticia y después en una víctima de amargura sistemática. Al menos se debe evitar añadir un atercera victimización como es la de imponerle un perdón que no ha decidido o que no desea otorgar.