Pescando el voto evangélico

Comprender el panorama de las iglesias evangélicas en El Salvador no es un asunto simple. Si el esfuerzo se aborda desde la perspectiva teológica la materia, con todos sus sincretismos, retaría el interés de los eruditos. Pero, si se le aborda en términos numéricos, que es lo que interesa a la hora de las votaciones, el asunto se vuelve sencillo.

Existen las megaiglesias y las iglesias de vecindario. Aunque no existe un acuerdo definitivo en torno a lo que debe entenderse por megaiglesia, hay bastante consenso en colocar bajo tal designación las congregaciones que sobrepasan los diez mil miembros. Las iglesias de vecindario serían las restantes.

En nuestro país solamente existen tres megaiglesias. El movimiento evangélico salvadoreño es fundamentalmente de iglesias de vecindario. Éste término no es despectivo sino que hace referencia a su orientación distintivamente local. Son pequeñas iglesias que enfocan su ministerio evangelizador en la comunidad local inmediata.

Existen elementos que conservan estas iglesias de vecindario relativamente pequeñas. El más importante es que tienden a dividirse con frecuencia. Muchos pastores o miembros se aprovechan de lo abierto que es el mercado religioso en el país para iniciar su propia congregación. El campo de la fe es tan fértil que casi cualquiera tiene éxito en tal aventura.

Dado que estos pastores se sienten llamados, elegidos o simplemente autonombrados, la mayoría han crecido en la misma comunidad donde predican y poseen un conocimiento nativo del vecindario, sus problemas y su lenguaje. No pretenden influir más allá de su barrio como sí lo hacen, para bien o para mal, las megaiglesias. Son hombres y mujeres fervorosos en el proselitismo y fervientes en la predicación, aunque suelen ser inexactos con las doctrinas. Esta es su principal flaqueza, pues el grado de transformación que el convertido experimenta y el impacto que la iglesia pueda hacer sobre la sociedad, están en proporción directa a la integridad del evangelio que escuchen.

Por la misma razón, los pastores de iglesias de vecindario no se distinguen por un ministerio prolongado en un mismo lugar. Al carecer de cualidades para la enseñanza y para la organización a fondo, el crecimiento les sobrepasa y los desplaza. La amiba de las divisiones hace que su trabajo vuelva una y otra vez al punto de origen. Sus oyentes no poseen un cuerpo cierto de visión evangélica y son influenciados por corrientes diversas, dándoles bastante autonomía con respecto a las enseñanzas y posturas de sus pastores.

Nadie sabe a ciencia cierta cuántos pastores hay en el país. Y aunque hay que reconocer su celo por la evangelización y su valor para llevar el evangelio, no puede hablarse que tengan influencia decisoria sobre sus feligreses. Menos en el tema de la política partidaria.

Escasos de recursos pero abundantes en emociones, se entusiasman con conciertos cristianos, rifas, equipos de sonido y biblias que los políticos les regalan. También los políticos se entusiasman. Pero en términos electorales supone una elevada inversión para un segmento que no posee mayor influencia. Son los votos más caros que los partidos obtienen. Esto ya se había mencionado en elecciones anteriores. Una vez más, erraron amigos políticos. Erraron hermanos pastores. Es solamente con la comprensión y la coincidencia a los ideales bíblicos, que los partidos podrán ganar el voto evangélico y, eso, sin mediación de pastores.

Comments
3 Responses to “Pescando el voto evangélico”
  1. hay muchas iglesias pero con mucha divisiones evangélicas así es el camino del libre albedrío en nuestro país (la libertad de culto)

  2. Muy interesante y profundo su análisis Pastor. Que Dios los siga bendiciendo en sabiduria.

  3. Misión Cristiana Elim dice:

    Muchas gracias por sus comentarios, bendiciones.

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