Potenciación de la necedad
En el pasado las personas sencillas creían cualquier cosa que leyeran impreso. Carentes de análisis y de la capacidad de juzgar las cosas por sus evidencias atribuían veracidad a cualquier afirmación por el solo hecho de verla impresa en un periódico, revista o libro. Pensaban que por tener forma de página impresa debía ser veraz lo que se afirmaba sin el menor examen de los hechos. Afortunadamente, no muchas personas se tomaban el trabajo de imprimir absurdos y tampoco las personas sencillas eran de andar comprando libros. A pesar que eso era desastroso, las cosas ahora han desmejorado aún más, pues demasiadas personas toman por ciertos los disparates que suelen circular por la red del Internet. Sentencias que se expresan con mucho aplomo dan la impresión de veracidad y contundencia, pero cuando se someten al más sencillo análisis se descubre que son puras necedades. Las redes sociales potencian la condición de los seres humanos. Está el científico generoso que comparte su conocimiento sin pedir nada a cambio, y los que aprovechando la distancia y hasta el anonimato que la red permite dan rienda suelta a sus malacrianzas y bajas pasiones.
Con el propósito de vanguardismo tecnológico, algunos medios de comunicación habilitaron interacción con el público por medio de llamadas en red y mensajes de texto. De esa manera tomaron el espacio y, consecuentemente los medios, personas que no tenían más mérito que haber sido los primeros en llamar o escribir. Personas a quienes, de otra manera, por ninguna razón esos medios se interesarían en cederles algún espacio. El resultado fue la potenciación de la necedad. La expresión de notorias estulticias que no tenían más base que la ignorancia más crasa. Afortunadamente, los medios más serios corrigieron a tiempo introduciendo moderadores o simplemente eliminando la opción de comentarios. Pero, quedan otros medios cuyos comentarios son controlados por la media docena de vulgares de siempre que hablan toda clase de obscenidades y que no dan ningún aporte constructivo.
Luego quedan los mensajes en redes sociales que son bastante libres y en donde se encuentra todo tipo de sinsentido. Nuevamente la aparición de afirmaciones por las que se juzga tajantemente y donde se expresan supuestas sapiencias que, por su aplomo, pueden impresionar a cualquiera. Pero, si se examina el perfil de quien la colocó, se descubre que normalmente se trata de cafres que escriben sus mal humoradas durante su habitual resaca matutina. Activistas de celular en mano y clic fácil, cuyo único compromiso consiste en coleccionar lemas o carteles que recogen de Facebook, tratando de dar lecciones a verdaderos modelos de virtud a quienes no tienen el gusto de conocer. Personas a quienes no vale la pena prestarles ni tiempo ni atención. No obstante, los medios de comunicación que se precian de profesionales deberían seguir la recomendación del, entre otras cosas, filósofo Umberto Eco quien pidió a la prensa “crear un filtro para mejorar la calidad de la información.” Eso dado que “el drama del Internet es que ha promovido al tonto del pueblo al nivel de portador de la verdad (…) ellos eran silenciados rápidamente y ahora tienen el mismo derecho a hablar que un premio Nobel. Es la invasión de los necios.” Es el reflejo potenciado de lo que somos en el ámbito de lo privado.