Reconciliación y perdón

Parece existir un consenso en cuanto a la necesidad de una sociedad reconciliada para encaminarse a épocas nuevas y diferentes, pero no existe un acuerdo acerca de qué se debe entender por reconciliación. Con bastante frecuencia se habla del tema de la reconciliación, despegándose del tema del perdón intentando solventar, así, una historia de violencia como si la misma no hubiese tenido lugar.

Este tipo de reconciliación es con frecuencia reclamada por aquellos que no desean enfrentar el resultado de sus acciones o por el temor a las posibles consecuencias de las mismas. Tan sólo desean que se le dé vuelta a la página.

Piden a las víctimas de su violencia que olviden el pasado y les perdonen cristianamente, haciendo pasar esta reconciliación impuesta como semejante a la verdadera reconciliación cristiana, aunque se trata de algo muy diferente. Al pedir a los que padecieron la violencia que olviden y postergue sus sufri- mientos, los que pretenden ser reconciliadores están en realidad prolongando la violencia, pues su petición equivale a no reconocer la importancia de esas experiencias tan dolorosas, y eso, en última instancia, significa que aquellas personas que sufrieron apenas cuentan en el proceso que se quiere llevar a cabo.

Olvidando el sufrimiento, se olvida también a las víctimas, y así, además, nunca se develan y asumen las causas que lo provocaron. La reconciliación es un proceso que no puede ser abreviado ya que exige su propio ritmo. Al no afrontar las causas del sufrimiento, es muy probable que el dolor se perpetúe.

Otras veces, quienes proponen este tipo de reconciliación falsa son personas que no han estado directamente implicadas en el uso de la violencia, quizá bien intencionadas, pero algo ingenuas. A pesar de sus buenos propósitos, están contribuyendo con sus actuaciones a la prolongación de la violencia ya que, por la manera en que tratan a las víctimas, se alían con los violentos.

Algunas veces, lastimosamente, son dirigentes cristianos quienes asumen ese papel, convencidos de que están respondiendo a las exigencias de la fe. Acierta al destacar con fuerza la invitación cristiana al perdón, pero soslayan por completo lo que éste supondría en una situación así. La reconciliación, desde la fe cristiana, se fundamenta en el perdón precedido de la confesión y el arrepentimiento. El arrepentimiento mueve a la confesión y ésta conduce a la solicitud de perdón. La reconciliación se produce cuando el perdón es otorgado.

Por ese motivo, suele ser preferible que el llamado a la reconciliación proceda de quienes más han sufrido en la situación que se intenta superar. Otras veces el llamado puede ser hecho por aquellos cuya autoridad moral es reconocida por las partes. No se pueden perdonar a sí mismos el mal que los violentos han cometido; sólo pueden perdonarnos los que lo han sufrido. Es necesario que el arrepentimiento sea declarado por los que ejecutaron o planificaron la violencia; pero la reconciliación y el perdón sólo pueden tener su origen en aquellos que han padecido sus consecuencias.

Aunque muchas veces esté motivada por la necesidad de disipar el clima de violencia que se vive, no puede decirse que una reconciliación impuesta sea una verdadera reconciliación. Obedece a menudo al temor de que recordar la violencia del pasado provocará un nuevo estallido de hostilidades. Pero el silenciamiento de la memoria no consigue nunca borrar la huella de la violencia; tan sólo pospone el momento de su purificación.

La reconciliación requiere la reparación de vidas humanas y si bien esto puede provocar que los participantes en el proceso se sientan inseguros, resulta condición necesaria para que pueda comenzar una nueva vida.

Leave A Comment


HORARIOS DE SERVICIO

SERVICIO PRINCIPAL
Lunes a viernes: 6:00 PM
Domingos: 7:00, 8:45 y 10:30 AM.
2:00, 3:45 y 5:30 PM

CULTO MATUTINO
Martes: 8:00 AM

AYUNO DE MUJERES
Jueves: 9:00 AM