Todos se han corrompido
El ser humano es egoísta por naturaleza. Su motivación principal es la del interés propio que persigue asegurar su alimentación, territorio y bienestar. Thomas Hobbes escribió que el peor enemigo del hombre es el mismo hombre, expresando así su concepción de ser humano: “El hombre es un lobo para el hombre”. Al convivir con otros hombres, se vuelve peor, tratando siempre de mantener la ventaja sobre los demás. La idea de obtener la máxima ganancia con el menor esfuerzo posible dio paso al montaje de una sociedad en la que el motor del desarrollo es el interés.
El afán de riqueza y poder le condujo a buscar materias primas módicas, con ello se abrió a la conquista de territorios y a su colonización. Posteriormente, en la búsqueda de mano de obra barata, pasó al tráfico de esclavos y al mestizaje. Ese sistema fue sostenido hasta que se vio la necesidad de reducir los costos librándose de la manutención de los esclavos para limitarse a la compra de su mano de obra y maximizar la ganancia. En la actualidad, ese mismo afán de lucro ha llevado a que las compañías instalen sus fábricas en países pobres de Asia y Latinoamérica y así aprovechar los bajos salarios que allí se pagan. Así se alcanzó la globalización que ha permitido acumulaciones de riquezas hasta hace poco difíciles de imaginar.
Los modelos económicos basados en el egoísmo son los que han tenido mayor éxito y permanencia, en tanto que los basados en la solidaridad y la humanidad se derrumbaron. Las campañas publicitarias de mayor éxito son las que se enfocan en el interés personal, apelando a satisfacer necesidades reales o inventadas. En tanto que las campañas altruistas o basadas en ideales apenas logran a alcanzar sus metas y, cuando lo hacen, es porque reportan beneficios tales como la exoneración o reducción de impuestos. El gigantesco mercado global está basado, en buena medida, en el afán egoísta de obtener más cosas. El hombre siempre a la búsqueda de privilegios y distinciones.
De igual manera, la corrupción encuentra su génesis en el egoísmo. Si el hombre busca sus intereses sobre cualquier otra consideración, también lo hace, y con más razón, cuando se encuentra en el poder. La política se concibe así como una herramienta para mantener o ganar ventajas. Los impuestos y los fondos públicos se crearon para que la comunidad recibiera beneficios comunes. La administración de esos fondos fue delega a otros miembros de la comunidad elegidos por la mayoría. La realidad es que se estaba confiando el manejo de fondos colectivos al lobo del hombre. El resultado no tardó en manifestarse: fieles a su egoísmo acendrado demasiados dejaron de lado los ideales, traicionaron proyectos, incumplieron la palabra y tomaron lo que no les pertenecía.
Decepción tras decepción llevó a que las sociedades comprendieran la íntima naturaleza de lo humano y a adoptar medidas para prevenir la corrupción. La mejor lección consistió en entender que no se debe confiar en personas. La única garantía consiste en la vigilancia mutua. Está bien entregar el poder en un ejercicio de confianza, pero se deben fortalecer los mecanismos de vigilancia, transparencia y control ciudadano. La ciudadanía es la que paga sus impuestos, en consecuencia, es ella la indicada para asegurar que los fondos públicos sean utilizados con eficiencia en su beneficio. Eso no se puede lograr de otra manera que no sea la vigilancia y ésta por medio de la información suficiente. De allí que la rendición de cuentas, el control ciudadano, el conocimiento de los procesos y el fortalecimiento institucional sean los únicos mecanismos que pueden permitir a la sociedad velar por la correcta administración de lo que le pertenece. No se debe confiar en nadie, no hay ser humano que merezca tal confianza. Así está escrito: “No hay un solo justo, ni siquiera uno; no hay nadie que entienda, nadie que busque a Dios. Todos se han descarriado, a una se han corrompido. No hay nadie que haga lo bueno; ¡no hay uno solo!” (Romanos 3:10-12).
Cuando los humanos y cristianos practiquemos lo que Jesús enseñó, y no formemos parte del mundo consumista, reduzcamos nuestras necesidades a lo esencialmente básico, quizás aprendamos a vivir como Jesús, entonces está sociedad comenzaría a cambiar. Dios lo bendiga y le continúe dando palabra de sabiduria.
El Señor le bendiga, pastor. No tengo mucho conocimiento del manejo de la economía a nivel mundial, pero con lo que acaba de explicar me abre una luz. El egoísmo es el común denominador a nivel mundial y cómo dice su post no podemos confiar en nadie, pero entonces permaneceremos siempre en un círculo vicioso, por falta de interés en mejorar nuestra conducta egoísta, mostrándole a nuestros hijos que eso es normal? Estamos condenados a repetir la historia con peores consecuencias?. Mi esperanza y la de muchos es que Cristo venga para gobernar con justicia.
Muy profundo el escrito que haz compartido con todos nosotros, la Palabra de Dios nos dice que esto pasaría, no debe sorprendernos que el caos reinante, vaya velozmente a la destrucción del ser humano que no da el lugar que a Dios le pertenece en su vida, nosotros los creyentes tenemos grande responsabilidad porque nuestras familias sean sal y luz a las naciones, sigamos proclamando el Reino de Dios a las naciones, el tiempo de su establecimiento esta cerca, animo para todos