Un llamado a recordar
El problema más grande de los creyentes no es la ignorancia sino la amnesia. Nacer y crecer en una cultura cristianizada facilita conocer los asuntos básicos del Evangelio. Temas como el amor al prójimo, la compasión, el perdón y la no violencia son por demás conocidos y esperados de parte de quienes se precian de cristianos. Sin embargo, las conductas cotidianas muestran que los creyentes viven lejos de esos ideales. Conociendo lo olvidadizo que el humano es, Jesús prometió enviar al Espíritu Santo, entre otras cosas, para hacer recordar sus enseñanzas. Recordar viene de “recor”: “re-“, volver a pasar y “cor” de “cordis”, que es el corazón. Volver a pasar por el corazón lo aprendido de Jesús. El Espíritu aviva la memoria y hace amar sus enseñanzas.
Entre las cosas que se deben rescatar del olvido se encuentra la enseñanza de Jesús sobre amar al prójimo, lo cual, es la señal definitiva de que somos sus discípulos. Esto resulta de especial importancia cuando en el país se fomenta el desprecio y el odio hacia personas a quienes ni siquiera se conoce y de quienes no se sabe nada. Llevados por incitaciones de otros desconocidos, las personas se ven envueltas en un torbellino de aborrecimiento sin tener idea de por qué están odiando. Hay sentimientos en la vida cuya profundidad verdadera no se percibe del todo en el momento en que suceden. Se necesita reposo, reflexión, decantación, tiempo y distancia para poder juzgar honestamente. El mandato cristiano es el de amar incluso al enemigo. De manera que hasta en la eventualidad de que se creyera que una persona es enemiga, el imperativo seguirá siendo el del amor.
También hay que recordar que el cristianismo es redención, no aniquilación. En una ocasión los discípulos quisieron destruir a los samaritanos, porque no quisieron recibir a Jesús. Pero Jesús les respondió que aún no entendían el sentido de su misión: él no vino para destruir a las personas sino para salvarlas. Cuando los creyentes desean el mal al prójimo definitivamente se extraviaron del camino. Dejaron de identificarse con Jesús y traicionaron su misión. Cuando se celebra el dolor de cualquier persona es porque ya hace mucho tiempo que se dejó de lado el mensaje de humanidad nueva y profunda. Los fundamentos de la fe han sido despreciados y el nombre de cristiano queda demasiado grande.
También hay que recordar que Jesús enseñó que no se debe insultar a ninguna persona. “Pero yo digo: aun si te enojas con alguien, ¡quedarás sujeto a juicio! Si llamas a alguien idiota, corres peligro de que te lleven ante el tribunal; y si maldices a alguien, corres peligro de caer en los fuegos del infierno” (Mateo 5:22). A cambio de dinero mal habido, existen vulgares profesionales que lanzan todo tipo de groserías que son repetidas por quienes aseguran ser creyentes. Aquellos lo hacen por intereses mezquinos, pero éstos por simple olvido de lo que dicen creer. Maltratan en nombre de Dios, incluso sin ser conscientes de que lo hacen. En realidad, no han saboreado cómo es ese Dios por el que ondean banderas ajenas.
En poco tiempo ya no se reconocen a sí mismos. Se llenan de antipatía y saña pisoteando los sagrados ideales que, en otro tiempo, era lo que más apreciaban. Su vivencia de la fe es mancillada, aprenden a odiar a los hermanos, olvidando las Escrituras que aseguran que el que no ama a su hermano permanece en muerte. Por eso el Espíritu visita a su pueblo de El Salvador para llevarlo al recuerdo de las palabras dichas por Jesús. Para que perdonen y sean perdonados. Para sentirse vivos por crecer, para aprender de las personas que no deberían olvidar, para ser conscientes de qué los hizo tropezar. Mirar al pasado para proyectarse al futuro. Memoria y esperanza, unidas.
Si no se abre el corazón a los recordatorios del Espíritu, se estará siempre lejos. Cristo permanecerá en el pasado, la Biblia será letra muerta, la iglesia una simple organización, la autoridad será dominación, la misión propaganda, el culto evocación y el actuar cristiano una moral de esclavos. Los creyentes salvadoreños se enfrentan a una disyuntiva: ¿Sin el Espíritu o con el Espíritu? Cada uno decide.
Amen 🙏
Para no olvidar la verdad sólo un camino queda: practicar la verdad. Muchas veces se cae en el error de leer, proclamar, enseñar, adorar, servir dentro y fuera de la congregación, pero El Señor invita por medio de su Espíritu a practicar la Verdad. Así dice la palabra: andar en el Espíritu, vivir en el Espíritu, ser guiado por el Espíritu Santo: Todo esto no es más que Praxis, practicar la verdad, el amor y la misericordia deberá ser el DUI de todo creyente. Somos cartas vivas ante el mundo. El testimonio vivo en Cristo, y viviendo progresivamente en Cristo. La vida misma es movimiento, acción, entrega, pensamiento verdadero y justo, pero todo lo contrario es olvido, pecado y muerte. Un oidor olvidadizo está proximo a fallar. El Señor dijo El Espíritu les hará recordar todo lo verdadero, justo, santo y bueno. Hasta en esto El Señor todo lo proveyó para guardar a su pueblo para Dios nuestro Padre. Atte. Adal R
Wao, muy interesante
Es una verdad que debe inquietar a la iglesia, como llamado de atención a los ministros, miembros, lideres, perder el sentido de vivir en el Espíritu, y proclamar intereses mezquinos, ha hecho que, estos, olviden la palabra con la que un día fueron quebrantados, endureciendo su frente a los intereses particulares, olvidan su ministerio y se abocan a sus propias decisiones, detrás de un escritorio, un cargo dentro de la iglesia, no importando el estado espiritual en el que se encuentren, haciendo de su vida de servicio una pantalla, dentro de la misión, olvidando que somos instrumentos de DIOS, al derramar su Espíritu Santo en nosotros, dando paso a contristar y ser la causa de porque la iglesia vive en la actualidad en su etapa de mayor decaimiento.
cuando vamos en la calle ya no se diferencia el creyente del impío, por olvidados…
gracias por ayudarnos con este Tipo de editoriales.
la iglesia necesita profundizar y hacer ese recordatorio para que seda paso a los que no olvidan.