Una iglesia comprometida
Una familia de refugiados armenios entró a la iglesia Betel de La Haya, Países Bajos, para escapar a una orden de deportación al serle negado el asilo que habían solicitado. La policía iba detrás de ellos, pero se detuvieron en la puerta porque en ese país existe una ley que les prohíbe entrar a una iglesia cuando se está desarrollando un servicio. Al darse cuenta de la situación, el pastor tomó la decisión de no terminar el culto. Por el contrario, inició un servicio de oración al que se fueron sumando otras personas para sostenerlo 24 horas diarias. Cientos de personas se dispusieron a apoyar y el culto se convirtió en una maratón que se prolongó por varios días, meses en realidad. Al mismo tiempo, se gestionaba con las autoridades un perdón para los niños de la familia. Ante la presión pública que representó el interminable culto de oración, las autoridades accedieron a otorgar asilo no solo a la familia dentro de la iglesia sino a otras que sumaban un total de 700 niños. Logrado el propósito, la iglesia pudo finalizar su larguísimo servicio de oración de 96 días continuos.
A pesar de que la Suprema Corte de Países Bajos había sentenciado el retorno forzoso de los armenios, la iglesia Betel entendió que era un imperativo de fe el guarecer a los migrantes. No evadieron su responsabilidad acogiéndose cómoda y acríticamente al pasaje que dice que las autoridades han sido establecidas por Dios y que, por esa razón, los cristianos deben acatar lo que se les plante a los gobernantes. Por el contrario, asumieron el desafío también escritural de que “es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hechos 5:29). A la autoridad se le obedece en lo correcto y justo, pero en lo que no es así se le debe resistir. La iglesia reaccionó obedeciendo a las enseñanzas compasivas de Jesús, quien dijo: “Fui extranjero y me recibisteis” (Mateo 25:35). Jesús se encuentra representado en los migrantes que huyen de amenazas o de la pobreza.
Es obvio que la iglesia estaba informada. Su actuación decidida fue posible porque conocían las condiciones que se viven en Armenia y los peligros a los que los migrantes se enfrentaban en caso de ser obligados a retornar. Es notoria la sagacidad con la que actuaron al prolongar indefinidamente su culto de oración. Una astucia que los creyentes irresponsables y escapistas no procuran porque no la necesitan. Les basta con volver a ver hacia arriba para no fijarse en el hermano sufriente a su lado. La actuación fue un recurso no violento y muy legal, pero efectivo para despertar a la sociedad a la injusticia de la situación.
La verdad del sufrimiento humano se hizo visible ante la tragedia de una familia que prefería vivir encerrada entre las bancas de una iglesia que afrontar los peligros y la pobreza que implicaba volver a su país. La verdad posee tal fuerza que es capaz de mover a otros a sumar sus voces para dejarse oír. Ningún cristiano debería verse en la situación de tener que escoger entre el respeto al gobierno y el respeto a la dignidad humana. Pero en caso de que tal situación se presentara, no debería existir duda de que el creyente debe siempre optar por lo humano.
En países con plena legalidad el adoptar una posición comprometida con los valores del reino de Dios puede no representar mayor complicación, pero en países con débil institucionalidad puede ser una amenaza a la integridad personal. Aún conocedores de los riesgos, los cristianos comprometidos no renunciarán a ser fieles a Dios y a su Evangelio.
Gracias por esas excelentes reflexiones. Nuestro Dios los proteja, ayude, fortalezca y anime para seguir adelante hermano. Mis oraciones con ustedes.
Así es amén!
La fidelidad de Dios es grande!
Y nos dará la victoria!
Dios es fiel, nunca dejara al inocente siempre lo protejera aunque pasen duras etapas el bien triunfará sobre el mal.
Serán la sal sobre la tierra, pero cuantos verdaderamente están dispuestos a seguirle hermanos .
Bendiciones