Editorial de la Semana

Una moral de otro mundo

El creyente promedio tiende a pensar que el cristianismo consiste en cuidarse de las grandes faltas. No ve ninguna contradicción con su fe cuando se da licencia para practicar faltas que considera menos graves, siempre y cuando se enfoque en evitar las que considera más graves. Se siente libre de culpa si no mata y tampoco roba. Pero esta es una manera muy básica de ver las cosas, como si se mereciera una recompensa por no matar. Pues solo faltara que robara y que matara. Solo eso faltara.

Su relación con Dios es similar a la que tiene con un policía, haciendo todo lo posible para cumplir formalidades y no cometer delitos, pero sin desarrollar ninguna relación cercana y mucho menos de amor. Esa fue la razón por la que las enseñanzas de Jesús desconcertaron profundamente a quienes las escucharon. Mientras el religioso sitúa los límites de la humanización en no robar y en no matar, Jesús lo puso en un lugar muy distante al ethos en el que se desarrollan las relaciones con los demás.

Comenzó citando las enseñanzas de Moisés: «Ustedes han oído que se dijo a sus antepasados: “No mates, y todo el que mate quedará sujeto al juicio del tribunal”». Pero no matar con el fin de evitar consecuencias penales es muy poco para Jesús. Evitar matar, en efecto, marca la diferencia entre dejar de ser un animal y comenzar a ser humano. Pero ser un discípulo de Jesús ya es una dimensión muy diferente, hay que ir mucho más allá: «Pero yo les digo que todo el que se enoje con su hermano quedará sujeto al juicio del tribunal. Es más, cualquiera que insulte a su hermano quedará sujeto al juicio del Consejo. Y cualquiera que lo maldiga quedará sujeto al fuego del infierno».

Para el evangelio el enojarse, insultar o maldecir a otra persona es tan grave como matar. La moral de Jesús es de otro mundo y, por esa razón, produce desconcierto total. Su enseñanza va dirigida a lo íntimo, a las motivaciones iniciales. Quien mata, lo hace como culminación de su enojo. El enojo se convierte en insulto, luego desprecia al otro y desea su mal con una maldición. De eso al homicidio o asesinato hay un pequeño paso que tan solo aguarda las circunstancias adecuadas. Por tanto, hay que remitirse a las raíces y censurar el mal en su génesis: no enojarse con nadie.

Pero aún más, no se trata de controlar o reprimir el enojo, como muchos piensan, sino que se trata de no sentir enojo. Llegados a este punto, en toda persona honesta surgirá el reconocimiento de su incapacidad para llegar hasta donde Jesús lo pide. Cuando se experimenta esa incapacidad se va por buen camino. Plantear altas exigencias morales promueve en las personas el reconocimiento de la propia ineptitud y necesidad. Precisamente en esa condición es donde la fe obra y comienza a labrar el carácter de un verdadero cristiano que vive conforme al Sermón del Monte. Ser auténtico cristiano no es menos que eso. ¡Cuán lejos se encuentran de serlo aquellos que hacen del insulto y las maldiciones su sello personal! Quien actúa movido por el enojo es incapaz de alcanzar la altura moral de quienes Jesús considera sus seguidores.

No hay manera de evadir o diluir esta realidad. No existe ningún atenuante para creer que matar está mal, pero enojarse esta bien. En otras palabras, convivir con el pecado solo porque se lo considera pequeño. Para Jesús el mal es el mismo, la misma raíz, y el corazón de quien lo alberga está definitivamente reprobado. Sus prácticas religiosas resultan inútiles y dignas de desprecio delante de Dios. Jesús advirtió: «Por lo tanto, si estás presentando tu ofrenda en el altar y allí recuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí delante del altar. Ve primero y reconcíliate con tu hermano; luego vuelve y presenta tu ofrenda». Si te siente molesto con alguien ¡alto! No continúes con tus rituales religiosos y tu pretendida sensibilidad. Ponle paro a tu simulación y haz lo correcto: ve y ponte en paz con esa persona. Perdona, ama y reconcíliate. Después podrás venir para ser escuchado por Dios.

Restauración 100.5 FM · Editorial de la semana – Una moral de otro mundo
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One Response to “Una moral de otro mundo”
  1. Adal R dice:

    El justo por la fe vivirá en el testimonio eficaz.
    La enseñanza de Cristo apuntan directamente al amor de Dios. El amor verdadero que viene de Dios. Amor que sin merecerlo, Dios lo da a todo aquel que cree. Todos los mandamiento se resumen en dos:
    Marcos 12:30 Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento.
    Marcos 12:31 Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que éstos.
    Ahora bien, hablar del amor de Dios y del amor al prójimo, tenemos que identificar lo inalterable de este amor. Amar a Dios implica:
    Amor único: exclusivo a Dios, sin mezclas ni contaminación.
    Amor a su Nombre que es sobre todo nombre
    Amor interminable
    Amor en humildad y mansedumbre
    Amor en fe de su Jesucristo, es decir,
    Es amor a Dios fundamentado en la Gracia y Verdad de Jesucristo.
    Amar a Dios implica obedecer a sus mandamientos
    Amor a Dios implica creer toda su Palabra,
    Amor a Dios implica agradecerle por todos sus beneficios.
    Amor a Dios es firmeza en medio de la prueba, de las tentaciones, y circunstancias.
    Para mayor plenitud de este amor a Dios el deleite constante en todo lo que él es.
    Finalmente en ese amor de Dios el corazón goza de paz, se llena de gratitud, se llena de su Espíritu y Glorifica su Nombre sobre todas las cosas.
    Conociendo al Verdadero Dios y amandole por sus beneficios y obra redentora, estamos listos para así gozar del amor al prójimo. Cristo nos da abundante Gracia por medio de su entrega y amor para que así podamos amar al prójimo.
    Es tan evidente que cuando se habla de amor a Dios, es llenar nuestra vida de su virtud para vencer el mal. El amor todo lo puede y todo lo alcanza o llena. De ahí que, las relaciones, los sentimientos, la conducta, los pensamientos, los motivos y deseos, proyectos y tareas tienden a ser testimonio real del amor de Dios derramado en nuestro corazones. Juan 13:35 En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros.
    Romanos 13:9 Porque: No adulterarás, no matarás, no hurtarás, no dirás falso testimonio, no codiciarás, y cualquier otro mandamiento, en esta sentencia se resume: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
    De esta manera logramos determinar que el amor a Dios, no es como el mundo lo ve, o lo califica de manera externa o religiosa, ya que el mudo todo lo hace bajo intereses, establece diferencias raciales, materiales, económicas, intelectuales y físicas. Pero el Reino de Cristo es por Gracia y Verdad para redimir a los no es, para rescatar lo que se había perdido y salvar al pecador.
    El amor de Dios llega a nuestro interior
    Toca lo más íntimo, perdona nuestros pecados, nos enseña en silencio por su Espíritu, no hay límites para el corazón arrepentido. De ahí que si no hay arrepentimiento es porque no le ha amanecido. Es difícil llegar a un testimonio eficaz sin Cristo, es decir sin haber nacido de nuevo. La luz de Cristo todo lo ilumina, nada ni nadie queda sin verse como pecador ante Dios. El juicio divino es justo, y somos declarados pecadores, injustos y perdidos, somos condenados por ese mismo juicio de Dios, porque Uno Justo y Santo murió por todos los pecadores, y yo soy el primero. Si alguien ha de criticarme o juzgarme, ya fui juzgado y condenado por Dios mismo en la muerte de Cristo. En la Cruz de Cristo he sido declarado pecador, injusto, reo de eterna condenación. Pero Gloria y honra al Señor que en la resurrección de Cristo, por medio de la fe soy declarado Justo para vida Eterna y abundante. Venimos pues, a gozar en ese encuentro con Jesucristo de la vida de amor Amor de Dios que todo lo llena. Es como la segunda Creación ya sin imperfección ni muerte. Veamos lo que dice El Espíritu: Hebreos 10:10 En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre. Hebreos 10:14 porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados. Creo que la misión estriba en la presentación de este Evangelio:
    Romanos 5:8 Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.
    1 Pedro 1:22 Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu, para el amor fraternal no fingido, amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro.

    Adal R
    7Dic2024

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