El Dios crucificado
En 1972 Jürgen Moltmann publicó su libro «El Dios crucificado». El libro supuso una verdadera revolución en la concepción que la teología ofrecía de Dios. Por siglos el concepto de Dios de Aristóteles había sido predominante con su propuesta del «motor inmóvil». Según Aristóteles, en el universo todo tiene movimiento; pero todo movimiento debe tener algo que lo provoca, una causa. Una pelota permanece quieta en el campo de juego, para que la bola se mueva algo debe causarle un movimiento. Si una persona le da un puntapié a la bola entonces se moverá. Ese movimiento es provocado por el golpe del pie. El pie actúa como la causa eficiente que pone en movimiento a la pelota. Pero si seguimos esta cadena de causas se pude decir que el movimiento del pie fue causado por la pierna moviéndose. La pierna se movió porque el cerebro le envió una señal nerviosa para hacerlo, y así sucesivamente. Cada causa tiene una causa anterior.
Pero según Aristóteles, la cadena de causas no puede retroceder infinitamente. Debe haber un primer motor que inicie el movimiento sin ser él mismo movido por nada más. El primer motor no solo es la causa eficiente del movimiento sino también la causa final. Dios es el ser perfecto y la meta última de todos los movimientos en el universo. Pero según esa concepción Dios es completamente inmutable e imperturbable. No cambia, no sufre y no es afectado por nada externo. Por eso, Dios debe ser el «motor inmóvil», que no es perturbado por nada. Este concepto influyó grandemente en la teología medieval, especialmente con el pensamiento de Tomás de Aquino, quien integró y adaptó las ideas aristotélicas al cristianismo.
Moltmann desafió tal propuesta y al «motor inmóvil» que ni sufre, ni padece, le antepuso al Dios crucificado, que se identifica con las víctimas y él mismo es una víctima. Por supuesto que Moltmann estaba hablando de Jesús, en quien habitaba corporalmente la deidad. La crucifixión de Jesús es el evento central del cristianismo. La cruz no es solo un símbolo de sufrimiento sino el punto de revelación más profundo de Dios y de su solidaridad con el sufrimiento humano. Dios estaba en Jesús reconciliando a los hombres consigo mismo. Por tanto, Dios participa en el sufrimiento del mundo a través de la cruz. La teología de la cruz muestra a un Dios que sufre y muere en la persona de Jesús. Dios no es un ser impecable y distante, indiferente al dolor humano, sino que padece, sufre y vive lo mismo que los humanos.
A los tradicionales atributos divinos de omnipotencia, omnisciencia, omnipresencia, impasibilidad, infinitud, felicidad celeste no compartida, le antepone otros atributos menos gloriosos y más a ras de humanidad, como impotencia, debilidad, solidaridad, compasión, sensibilidad al sufrimiento. Para Moltmann, la muerte de Jesús en la cruz es la muerte del Dios omnipotente para dar paso a un Dios que elige la vulnerabilidad y el amor sacrificial. Así, la cruz ofrece una respuesta parcial al problema del mal, mostrando que Dios no está distante del sufrimiento humano, sino que lo vive con él, lo asume en sí mismo.
La teología de Dios crucificado posee profundas implicaciones éticas y políticas. Moltmann aboga por una solidaridad radical con los sufrientes y marginados, y por una ética de resistencia contra la injusticia y la opresión. Aunque el enfoque principal es la crucifixión, también subraya que la resurrección de Jesús es inseparable de la cruz. La resurrección es la confirmación de la esperanza y la promesa de una nueva creación. Las iglesias cristianas pueden vivir en la tensión entre la cruz y la resurrección, siendo lugares de sufrimiento compartido y esperanza activa. Dios es el Dios de los humildes, defensor de los pequeños, apoyo de los débiles, refugio de los desvalidos, salvador de los desesperados. En la misma línea, los creyentes deben ser solidarios, sensibles con los que sufren, apoyo de los necesitados.
«El Dios crucificado» es una obra que invita a reconsiderar muchas concepciones tradicionales sobre Dios y la fe cristiana, proponiendo una teología que esté profundamente comprometida con el sufrimiento y la esperanza en el mundo. Esto es lo que más sentido hace a las víctimas de todos los tiempos.
Comentario
1_Existe hoy un acomodamiento espiritual producto de una actitud meramente religiosa, temporal o personal( deseos y placeres sin virtud y sin gratitud a Dios). Todo un mar de cosas deleitosas de satisfacción personal sin el mínimo interés en ver a otros y auxiliar a otros. Es como, obtener tu terreno, construir a tu antojo, usurpas puestos, delimitas linderos a tu gusto sin respetar lo poco de otros, sin respetar a los vecinos, sin velar por la comunidad. Así se han dado los grandes desastres ambientales y contaminaciones, las grandes injusticias y daños. Muchos han caído en ese ritmo de maldad e impiedad. Vivir a su antojo. Vivir la vida hoy, sin reparar en el daño a miles de personas o aún a sus propios vecinos o parientes. Decisiones equivocadas dentro de todos los sectores sociales. Hay robos, estafas, alza de precios, ilegalidad de gobiernos, productos vencidos y menos. Es una insensibilidad que habita en el corazón humano. Por ejemplo, me comentaba cierta persona que sus vecinos tienen unos perros asesinos, y sin importarles el cuidado de tener estos animales, dejaron que se saltaran la cerca para matar dos cabritos y herir una cabra de esta persona. Así vive el hombre, en negligencia e irresponsabilidad. Irrespetando la vida, como animales irracionales persiguen a otros, porque valen más su antojos, caprichos y deleites. El castillo de los terratenientes, la ciudad de la grandes pero la miseria de los muchos marginados. Solo recuerde el caso de la viña de Nabot que le fue arrebatada por el rey Acab en su locura de poseer lo ajeno y dominado por su mujer. 1 Reyes 21:15 Cuando Jezabel oyó que Nabot había sido apedreado y muerto, dijo a Acab: Levántate y toma la viña de Nabot de Jezreel, que no te la quiso dar por dinero; porque Nabot no vive, sino que ha muerto.
2_El crecimiento industrial, académico, los nuevos negocios en el mundo, la proliferación de la droga, la superpoblación, la conquista de tierras, el descubrimiento de nuevos elementos poderosos para el hombre, el dominio en las redes sociales y la proliferación de dispositivos. Pero aún el corazón vacío. Unido a este crecimiento, vemos un segundo punto persuasivo que es la estructura económica orientada al beneficio de unos pocos (la élite de las fuerzas dominantes) dejando millones al margen, olvidando grandes masas de seres humanos y hundiéndolos en la pobreza y otros matándolos e hiriendoles, como perros asesinos sueltos. Esta forma de administrar la gran economía mundial o de ejercer dominio sobre los demás, tiende a ser una forma inhumana, insensible, sin compasión y sin misericordia. Esto acto, ha venido marcando el proceder entre los seres humanos, aún siendo religiosos o con cierto grado de religión alguna. Se olvidan de las necesidades vitales, del bienestar de otros. Hay insensibilidad humana. Recordemos tres casos en el AT, Caín, Balaam y Coré, Judas 1:11 !!Ay de ellos! porque han seguido el camino de Caín, y se lanzaron por lucro en el error de Balaam, y perecieron en la contradicción de Coré. Caín representa Una religión sin amor, sin bondad ni compasión, sin la verdad del sacrificio de Cristo para Salvación. Es la falta de responsabilidad delante de Dios. Ya que ofrece a Dios ofrendas y sacrificios según su propia voluntad, y no como Dios manda. Balaam representa una religión lucrativa, dominada por el error de la avaricia, el lucro o el beneficio personal sin considerar el daño a los demás, o la destrucción de el pueblo de Cristo. Coré representa una religión de la rebelión, sin Dios, que no reconoce la autoridad de Dios y vive conforme a la vanidad y el orgullo, es una rebelión contra Dios, y dentro de esa actitud persigue a los creyentes. De modo que, son procederes injustos, dañinos y lejos del amor de Dios. El resultado es una suma la iniquidad.
Desde la primera venida de Cristo, la vida del hombre ha sido azotado por el hambre, las guerras, los desprecios, matanzas entre hermanos, guerras civiles, la lucha de clases incansables de conquistar y dominar. Cristo bien pudo haber transformado el sistema de cosas y liberar a millones de esclavos, y entrar con irrupción y poder para vencer todos los males en el mundo. Pero su propósito principal era manifestar el Dolor divino, el siervo sufriente. Isaías 53: 3 Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos. 4 Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. 7 Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca.
Esta es la entrega de Cristo a la voluntad de Dios. Es el sufrimiento divino, el dolor divino, el sacrificio personal de Dios mismo, es una amplia y poderosa entrega de Dios a favor de los débiles pobres y pecadores. El Señor se manifestó al mundo en humillación y sacrificio perfecto( perfecto porque no hay otro igual en naturaleza y poder de amor y verdad). Cuyo propósito fue salvar a los pecadores. La Redención del orden de todas las cosas. Puso su vida a favor de lo que no es. Se identificó en esa pobreza interior e incapacidad espiritual, moral y física del ser humano. Dio su vida para redimir a los hombres. Y Cristo nos ha dejado la obra redentora y el ejemplo para actuar en humildad y en verdadero amor, es decir identificándose con el hombre y su miseria. Fue un hecho que se identifica con la condición humana de debilidad, incapacidad y pobreza en todo sentido. Filipenses 2: 5 Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, 6 el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse.
Lo grandioso de esta gran obra de Dios estriba en la doble virtud: La muerte y la resurrección de Cristo. Que es el fundamento de nuestra fe. Es dos cosas inmutables: Una la debilidad de Dios ( humillación de Cristo) y otra la potencia de Dios (la resurrección de Cristo). Esta acción divina implica esa actitud de obediencia de Cristo en cada batalla hasta la muerte. Siendo Dios no estimó ser igual a Dios. Por eso fue necesario enseñarnos la manera de recibir el poder de Dios. La humillación que se lee en sometimiento a la voluntad de Dios. Cosa que debe ser vista en todo hombre que se arrepiente. Sin humillación no hay bendición o poder para vencer. Cristo aprendió obediencia. Hebreos 5:8 Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia. Cristo sufrió primero para Sentarse a la Diestra de Dios. Cristo sufrió, aún sabiendo que tenía poder para llamar una legión de ángeles. Pero en su muerte, ha llevado a millones de millones a la vida eterna. Hubo una primera creación, pero Cristo al morir y vencer la muerte. Es para dar a luz una nueva Creación, la semilla de Dios murió, Cristo Jesús, pero al tercer día sale del sepulcro para dar vida abundante y eterna. La resurrección es la virtud de Dios para ser diferente: la nueva creación. En la Esperanza de Gloria y triunfo en Cristo vivo. Aquel que estuvo muerto vive por siempre. Así es el Reino de los cielos. Dejamos un ayer infructuoso y mediocre, destructivo para entrar por la Puerta del Pacto de Dios por su Sangre preciosa.
Como un paréntesis, cuando un dirigente desconoce el sufrimiento, y desconoce el dolor, cuando alguien no ha pasado hambre, sed, falta de algún bien necesario. Parece ser que es insensible al dolor ajeno.
El escritor ruso León Tolstoi decía: “No me hables demasiado de religión, más bien déjame ver la religión en tus acciones”. Dijo: “Si sientes dolor, estás vivo, pero si sientes el dolor de los demás, eres humano»
Cristo se identificó con el dolor humano, y sufrió el dolor, fue crucificado por nuestros pecados, padeció por nosotros. Para darnos vida eterna con su preciosa sangre. La mejor evidencia del amor de Dios es la Sangre de su Hijo. Ante esa muerte de Cristo, Dios Padre ocultó su rostro ante el Hijo, El Silencio de Dios, El silencio en los cielos. Este silencio es la lejanía divina por causa del mal y el pecado. Jesucristo cargó por nuestro pecados. Cristo murió y clavo esa maldad de destrucción en la cruz. Su muerte es la paga por nuestros pecados. Para dar vida nueva, una nueva creación en las mano de Dios. Ya no más religión de Caín, de Balaam y de Coré, sino una verdadera reconciliación con Dios. Romanos 5:1 Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo.
Adal R
23junio2024