El mundo después de la pandemia

El confinamiento de 2020 representó un impacto inesperado para el mundo. Los meses de aislamiento obligaron a muchas personas a hacer una introspección que, por la prisa de la monotonía, no solían hacer. En el examen de sus actuaciones reconocieron que, en general, su conducta había sido egoísta. La nueva condición de vulnerabilidad les permitió descubrir al otro, al vecino. Entonces comenzaron los discursos reformadores que expresaban que la pandemia nos enseñaría a ser más solidarios. Se anunció una nueva era en la que el joven cuidaría del anciano, el adulto del niño y el sano del enfermo.

Enterados de que el SARS-CoV-2 saltó de los animales al hombre, también se expresaron discursos de contrición sobre las acciones depredadoras contra el medio ambiente. Al aclararse las aguas de los canales de Venecia y al volver los venados y los tapires a las calles solitarias de algunas ciudades, se hizo evidente el estilo de vida invasivo del humano en contra del hábitat animal. No era que los animales estuvieran invadiendo las áreas humanas, sino que eran los hombres los que habían asaltado los territorios de los animales. Se habló entonces del respeto a todas las formas de vida, de reducir el consumo de carne, del respeto a los árboles, de salvar al Amazonas, de la reducción de desechos sólidos y del reciclaje. Algunos afirmaron que Gea estaba dando una última advertencia a la humanidad antes del apocalipsis del efecto invernadero, última llamada a la sensatez y la racionalidad por sobre los intereses económicos.

También se cuestionó la vida tal como la conocemos, unos hablaron del final del capitalismo o de una crisis económica de la cual se saldría solo por una reforma solidaria en la distribución de los bienes. Se propusieron coberturas de atención médica universales y la eliminación del lucro en el ejercicio de la medicina y la farmacología. Algunas proclamas exigían que al desarrollarse las vacunas contra la covid-19 deberían liberarse las patentes, para que todas las naciones pudieran producir libremente las que necesitaran para inmunizar a sus poblaciones.

Tal como se imaginaban y se proponían las cosas, parecía que una nueva era de hermandad y cuidado de la naturaleza estaba por irrumpir. Pero una vez las vacunas estuvieron listas, los países ricos se apresuraron a acaparar para ellos cientos de millones de dosis aun antes de que estuvieran fabricadas. Por varios meses las vacunas fueron un privilegio de los países del primer mundo y, a duras penas, fue escuchada la voz de la OMS que urgía a fortalecer el mecanismo COVAX para proveer de vacunas a los países pobres. Ante la escasez de vacunas algunas personas deshonestas comercializaron falsificaciones, arriesgando la salud y vida de los demás por dinero sucio.

El mundo fue volviendo a la normalidad, la misma de siempre: plagada de codicia, inhumanidad, desprecio por la naturaleza, egoísmo persistente. Los discursos reflexivos fueron olvidándose y al idealismo le sustituyó la realidad. Después de más de 251 millones de casos y de más de 5 millones de fallecidos, la pandemia no logró cambiar las maneras de pensar. El egoísmo es consustancial al hombre. El veredicto divino es contundente: “Nadie es justo. Nadie entiende nada, ni quiere buscar a Dios. Todos se han alejado de él; todos se han vuelto malos. Nadie, absolutamente nadie, quiere hacer lo bueno. Sólo dicen cosas malas; sólo saben decir mentiras. Hacen tanto daño con sus palabras, como una serpiente con su veneno. Hablan con amargura y maldicen a la gente. Fácilmente se enojan y matan a cualquiera. A dondequiera que van, todo lo destruyen y lo dejan destrozado. No saben vivir en paz, ni respetan a Dios” (Romanos 3:10-18).

El mundo después de la pandemia comienza a lucir como era antes. El humano es impenitente y pronto olvida las lecciones de las tragedias y que éstas vienen como resultado de causas identificables y, muchas veces, remediables. El fracaso en el intento de superar los pensamientos y conductas destructivas debe mover al reconocimiento de la necesidad radical de transformación; lo que el evangelio llama nuevo nacimiento. Un renacer a una nueva vida que se produce de manera sobrenatural. No puede ser de otra manera.

Comments
6 Responses to “El mundo después de la pandemia”
  1. Eunice Acosta dice:

    Por eso Dios destruirá otra vez esta tierra hermano. La avaricia, codicia, egoísmo, no tienen límites. Solo Dios podrá cambiar esa panorama mediante el establecimiento de su reino. Que el Señor lo bendiga y proteja.

    • José María dice:

      Muy cierto este editorial con todo el apego a la realidad que estamos viviendo no hay duda que el hermano Mario Vega es un instrumento de Dios para llevar luz enmedio de una sociedad egoísta que la luz de Cristo siga fluyendo por medio del pastor Mario Vega.

  2. Un contundente Amén, Señor, Cristo Jesús, ayudanos a ser contundentes al predicar, vivir y reflejar tu palabra transformadora.

  3. José Alfredo Lozano dice:

    Muy cierto, Pastor Mario Vega, todos volvimos hacer lo que somos, unos desagradecidos con lo que Dios ha puesto en este mundo. La lección de la Pandemia duró poco. Dios nos guarde.

  4. Salomón Ramos dice:

    Dios le bendiga hermano pastor Mario Vega, gracias por sus artículos de mucha importancia.
    Dios le siga usando cada vez a mayor magnitud.

  5. David Saavedra dice:

    Todo está otra vez casi igual, a nadie le interesa el bienestar de los otros

Leave A Comment


HORARIOS DE SERVICIO

SERVICIO PRINCIPAL
Lunes a viernes: 6:00 PM
Domingos: 7:00, 8:45 y 10:30 AM.
2:00, 3:45 y 5:30 PM

CULTO MATUTINO
Martes: 8:00 AM

AYUNO DE MUJERES
Jueves: 9:00 AM