El valor de la persona humana
La discriminación es un fenómeno complejo que nació junto con la civilización humana. Consiste en el desprecio al prójimo que se produce cuando se aceptan ideas preconcebidas en forma de prejuicios y estereotipos negativos. Esas creencias con mucha frecuencia se basan en generalizaciones sobre raza, género, religión o clase social que suelen ser incorrectas. El desconocimiento y la ignorancia pueden producir miedo o rechazo hacia lo que no se entiende. También existen desigualdades estructurales que privilegian a ciertos grupos a costa de otros. En ambientes machistas, los hombres creen valer y saber más que las mujeres. También quien tiene mejor casa y mejor vehículo ve hacia abajo a quienes carecen de ello.
En algunas sociedades la discriminación puede estar profundamente arraigada en la tradición y se produce como una reacción cultural. Quienes poseen poder o privilegios pueden también discriminar a otros para preservar su estatus social. De manera más reciente, los medios de comunicación y las redes sociales refuerzan estereotipos y prejuicios, derivando en reacciones sociales discriminadoras. El rechazo también puede producirse entre países. Los ciudadanos de países ricos ven con menosprecio a los latinoamericanos y peor a los africanos. El mal está por todas partes.
Frente al desprecio a los demás, el cristianismo se levanta para contraponer la igualdad de todos los seres humanos. Esa igualdad se fundamenta en la dignidad que toda persona posee por el hecho de ser criatura de Dios y, en consecuencia, es irrenunciable y no puede ser arrebatada a ninguna persona por ninguna razón. La dignidad de todos los seres humanos es tan esencial que la fe cristiana no es posible si se la separa de la defensa de la igualdad humana. Nadie puede presumirse un seguidor de Jesús si no es, al mismo tiempo, un férreo defensor del carácter sagrado de la vida humana. Es más, la evangelización tampoco es tal si no incluye la promoción de la dignidad de todos, especialmente quienes son discriminados y olvidados. «Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?». El compromiso militante a favor de la dignidad de todos es un aspecto esencial de la espiritualidad. Si todos reconociéramos esta verdad universal y viviéramos en consecuencia con ella, tendríamos sociedades verdaderamente justas, pacíficas y auténticamente humanas.
El valor de la persona humana deriva de que ha sido creada a imagen y semejanza de Dios. Su dignidad es tan infinita que mereció el sacrificio del único Hijo de Dios. Tan alta estima es suficiente razón para comprender el compromiso que todo cristiano debe tener con los que son más débiles y menos capacitados. La dignidad humana es un don que le corresponde a toda persona más allá de toda circunstancia, estado o situación en que se encuentre. No hay humanos descartables o sacrificables. La dignidad de cada uno debe ser defendida sin limitaciones. Todos deben ser tratados con respeto y amor, precisamente por su dignidad inalienable. Todas las personas poseen la misma dignidad inviolable en cualquier época de la historia y no depende de circunstancias especiales ni extraordinarias. Nadie está autorizado para negar ese reconocimiento bajo ninguna excusa ni razonamiento.
No importa si se trata de un blanco o de un negro, de un sabio o de un analfabeto, de un citadino o de un campesino, de un europeo o de un africano, de un católico o de un evangélico, de un hombre o de una mujer, de un sano o de un enfermo, de un rico o de un pobre, de un trabajador o de un holgazán, de un culto o de un ignorante, de un honrado o de un delincuente, todos, sin excepción, poseen el carácter sagrado y digno de la vida humana. Esa verdad, plenamente reconocible incluso para la sola razón, es la base para la primacía de la persona humana y el fundamento para la protección de sus derechos. No hay mayor contradicción a las enseñanzas cristianas que los intentos de negar tal dignidad a cualquier persona, por insignificante que pueda parecer. Cuando los cristianos se alinean con Dios para proteger a cada persona descubren otra manera de ser humanos, de ser familia, de ser pueblo, de ser creyentes.
El trabajo en el Reino de Dios es producto del poder de Dios en la vida misma de la Iglesia. Y los mejores frutos y los mejores resultados en el Reino de Cristo se generan cuando cada creyente se fundamenta en la imagen de Dios en el hombre. No hay forma de elevar la vida del hombre, si no reconocemos la dignidad del hombre. Los criterios humanos como: la raza, el origen o pueblo, la tenencia, el dominio, la posición social, las posesiones, Carecen de valor alguno. Porque la verdadera dignificación viene de Dios, como la salvación, a igual que la vida y mas aún la vida eterna que Dios nos concede en Cristo Jesús. Todo lo perfecto y bueno procede del Señor. La imagen de Dios en nosotros nos hace diferentes. Cuando reconocemos plenamente la imagen de Dios en nosotros es cuando iniciamos a ver las cosas de manera distinta. La vanidad de muchos filósofos y pensadores ha llevado a reducir la vida humana a tan sólo una mera existencia producto del azar o casualidad. Pero muchos de estos pensadores viven vacíos y aburridos sin disfrutar la plenitud de la vida que Dios nos concede.
La falta de amor , la falta de valorar a las personas se debe a lo poco o nada de apreciar o gozar de esa virtud de la imagen de Dios en nosotros. Valoramos o despreciamos según sea nuestra obediencia o respeto a la voz de Dios: Génesis 1:26 Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra.
Desde el inicio de la creación, Dios manifiestó la base y el poder de nuestra existencia. El hombre creado a imagen de Dios, puesto en el Edén para ser los gobernantes o reyes representantes de Dios sobre su creación. El hombre es lo máximo de la Creación, creado un poco menor que los ángeles pero bendecido en abundancia y coronado de Gloria y honra. Salmos 8:5 Le has hecho poco menor que los ángeles, Y lo coronaste de gloria y de honra. El hombre ha sido primeramente dignificado por Dios. El hombre no es el producto de la evolución, sino de la mano de Dios y la bondad del Señor hizo al hombre y a la mujer. La dicha de dominar, gobernar y laborar en la creación le daba también dignidad. El hecho de la caída humana delante de Dios, es en esa desobediencia al Señor cuando inicia una serie de consecuencias y calamidades universales (la creación misma cayó en semejante Estado de maldición), manifiestandose en pérdida, pobreza, enfermedad, vejez, debilidad, maldad, error, desorden, pleito, separación y discriminación, inseguridad y olvido finalmente muerte física y espiritual. El abismo es grande que separó al hombre de Dios. La ruptura con Dios es mortal e irreparable que nadie pudo restaurar. No se haya hombre alguno para superar esa condición. Y en el caminar histórico de la humanidad desde Adán, Abel, Enoc(alzado al cielo), Noé, Abraham( llamado para salir de su tierra y encontrarse con Dios), luego los Patriarcas, y Llegamos hasta Moisés( sacado de las aguas o multitud de Egipto), llamado para liberar al pueblo de Israel y otras gentes se unieron en esa liberación. David siendo Rey de Israel anunció por obra del Espíritu acerca de Cristo. Salmos 110:1 El Señor dijo a mi Señor: Siéntate a mi diestra, Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies. En La línea del tiempo del Reino de Dios Israel recibe las Evidencias Históricas de la intervención y presencia Divina para la plena restauración tanto de Israel como de las naciones. Ro 9:4 que son israelitas, de los cuales son la adopción, la gloria, el pacto, la promulgación de la ley, el culto y las promesas. Es decir que Dios nunca abandonó a la humanidad, primero porque al primer hombre Dios le hizo túnicas y lo vistió, Génesis 3:21 Y El Señor Dios hizo al hombre y a su mujer túnicas de pieles, y los vistió. Llamó a Abraham diciéndole: Génesis 22:18 En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra, por cuanto obedeciste a mi voz. ¿Cuál simiente? Aquí está la clave de todo el plan de Dios, es en Jesucristo que la plena bendición llega a la vida, la restauración para la humanidad toca al hombre. Y aquella condición de muerte es eliminada por la fe puesta en Cristo Señor nuestro. Desde la caída hubo una plena eliminación de valores y virtudes, la destrucción y muerte fue la condición del hombre. El hombre fue incapaz para resolver su crisis, Ningún hombre del ayer fue capaz, ni los llamados ni los no llamados, ni los gobernantes, ni los imperios encontraron la fórmula para liberarse de la esclavitud del pecado. Antes bien, llegaron a denigrarse y a odiarse tanto unos a otros, la discriminar por el color de piel, región, posición social o intelectual, la esclavitud fue la dieta y ha sido la forma de hacer las cosas. Si en alguna medida a desaparecido la esclavitud pero hay otras formas como la violencia, la persecución, la acusación, la trata de personas, el secuestro, la estafa y muchas cosas mas. La pobreza es el resultado de denigrar, discriminar, reducir al mismo hombre. El pecado esclavizó al hombre y los hombres cayeron en orgullo, soberbia y altanería. Se aniquilaron unos y otros, y siguen este patrón de vida. Unos dicen ser más que otros, otros dicen saber más, algunos llegan a considerarse dioses, gobiernos dictatoriales eliminan seres humanos, las potencias se odian. Las pruebas atómicas es poder destructivo y denigrante del mismo hombre. Todo estos es muestra de No reconocer la imagen de Dios en el hombre. La crueldad de unos que piensan tener la razón. Nunca les ha importado la vida solo sus intereses mezquinos y de dominio. Es un desorden destructivo para la vida humana. Hay divisiones de stratos sociales o por tenencia material. El dinero mal usado para apoderarse de bienes y dominar masas y multitudes. La redes sociales como instrumento para infundir temor y terror, engaño y muerte entre unos y otros. Una gran discriminación social entre pueblo y continentes. La conciencia humana tiende a negar la creación de Dios, como un tunel de escape para no enfrentar la soberanía de Dios. El hombre se apega a un criterio existencialista y ateo. En este primer punto agrega derrota y destrucción así mismo. Negando a Dios niegan el valor que se posee, y luego de despreciar su propia vida, tiende a suprimir virtudes, pensamientos justos y dignos. Hasta llegar a un mundo de maldad. Destruyéndo a otros se destruye así mismo. Descrimir, matar, robar, explotar, abusar y condenar a otros se condena más y más.
Ahora bien, Dios revela su Reino para restaurar al hombre. Y lo ha hecho por medio de su Hijo, para eso apareció el Hijo de Dios para destruir el imperio de la muerte. Y para deshacer las obras del Diablo. El propósitos de Dios es restaurar al hombre para que éste le adore y le sirva en su Reino de Gloria. El Hijo de Dios nos salva, nos libera, y viste de su virtud para entrar en plena comunión y adoración a Dios. Este es nuestra bendición: Salmos 113:8 Para hacerlos sentar con los príncipes, Con los príncipes de su pueblo.
Ya que en el mundo muchos discriminan y menosprecian, hasta aún el pueblo de Dios es desvalorizado, avergonzado y burlado por seguir en el Reino invisible de fe en Cristo. No importa cuanto desprecio acontezca, ya que El Señor hará finalmente una gran obra de total liberación final para su Reino Eterno: Salmos 107:40 El esparce menosprecio sobre los príncipes, Y les hace andar perdidos, vagabundos y sin camino. Pero a su pueblo le concede la parcipación Gloriosa: Apocalipsis 1:6 y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén. Apocalipsis 5:10 y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra.
El Señor les bendiga.
Adal R
8septiembre2024