¡Ojalá todo el pueblo fuese profeta!
Moisés se sintió agotado por el continuo desgaste que suponía dirigir a un pueblo exigente y poco sabio. Para ayudarlo, el Señor le instruyó para que buscara a setenta hombres que pudieran convertirse en sus ayudantes. Ellos debían ir al tabernáculo para recibir el Espíritu que los convertiría en profetas. Pero ocurrió que dos de ellos se quedaron en casa y no quisieron ir. No obstante, el Espíritu también cayó sobre ellos y profetizaron. Josué, el ayudante de Moisés, fue a pedirle que se los impidiera. Pero Moisés le respondió: «¿Tienes tú celos por mí? ¡Ojalá todo el pueblo del Señor fuese profeta!».
Un profeta es alguien que conoce la palabra y el corazón de Dios, y los encarna para hacerlos vivos en su momento histórico. ¡Cuánta razón tenía Moisés al desear que todo el pueblo fuese profeta! Si así fuese, se tendría un pueblo que acogería con fidelidad las buenas nuevas de Dios con todas sus implicaciones. Sería un pueblo discípulo que seguiría a Jesús para ser luz del mundo y sal de la tierra. Un pueblo que estaría por arriba de la mentira y las ambiciones mundanas, para anunciar con valentía el evangelio a los pobres. Un pueblo con verdadero discernimiento para ver más allá de las manipulaciones y descubrir la realidad de las cosas. Una presencia viva de Jesús en un mundo divido por la idolatría y el odio.
Un pueblo de profetas sería humano y compasivo, como Jesús. Llevaría alimento a los hambrientos y sería casa de acogida para los migrantes. Se opondría a la injusticia y defendería a los inocentes. Condenaría la codicia y los abusos. Sería el pueblo de las bienaventuranzas, porque las llevaría encarnadas en su vida; porque solo de esa manera poseería las señales de identidad del profeta Jesús. Se acercaría a los marginados, a los que no tienen quién por ellos, a los que no tienen poder, a quienes se les niega su condición de humanos.
Un pueblo de profetas no estaría contento solo con sus doctrinas piadosas y sus liturgias solemnes. No se conformaría solo con poder realizar sus prácticas y entonar sus cantos mientras para otros no haya garantías ni libertades. Para un pueblo de profetas el otro sí importaría, porque lo que afecta a un ser humano afecta a todos. No estaría de acuerdo con que se sacrifique a nadie que posea la imagen de Dios, bajo la excusa de ser víctimas necesarias del bienestar de privilegiados. No se pondría del lado del poder, sino del lado de las víctimas. Seguiría el modelo de Jesús, quien se enfocó en los pequeños, en los débiles y despreciados. No se olvidaría de anunciar las buenas nuevas a los desposeídos sin limitarse a expresar sabias doctrinas y consejos religiosos.
Un pueblo de profetas no doblaría su rodilla delante del poder y no toleraría las justificaciones del placer y el dinero que siempre abandonan a su suerte a los débiles y marginados. No pondría el culto por encima del amor y tampoco situaría a Jesús en un cielo de gloria intocable; por el contrario, lo bajaría a los mercados, a la milpa y a los pasillos de los hospitales donde, abandonados, los sin fortuna aguardan por un poco de compasión. Tampoco sería ciego para ver al Jesús sufriente de las champas o al del camino de los migrantes. Los que saltan muros, los que se ahogan en los ríos y que son tomados rehenes de carteles de la droga.
En una ocasión los discípulos se acercaron a Jesús para comentarle que le habían prohibido a uno que echara fuera demonios en su nombre porque no los seguía. Pero Jesús les respondió: «No se lo prohíban; porque ninguno hay que haga milagro en mi nombre, que luego pueda decir mal de mí». Era la manera de Jesús de decir con Moisés: ¡Ojalá todos echasen fuera demonios en mi nombre! Un pueblo así es el que Dios quiere y el que el mundo necesita. Un pueblo que sea evangelio para los necesitados. Un pueblo de profetas. ¡Que todos echen fuera demonios en su nombre y anuncien que el reino de Dios ha llegado!
Vasos de barro en sus manos
Es muy notorio que Dios concede dones a su pueblo, reparte de su Espíritu, y llama a sus siervos para la obra del ministerio. Es un deseo intenso de Dios para que el hombre que ha sido rescatado de la vana manera de vivir, ahora sea instrumento útil en las manos de Cristo. Dios no delegó esta labor de Evangelizar, Enseñar y preparar a otros, a un séquito de ángeles, ni seres en otra dimensión, más bien, el propósito divino es Usar vasos de barro, hombres y mujeres que con mucha fragilidad y débil condición puedan hacer grandes cosas en su Nombre. Ejemplo nos ha dejado el Señor, su Espíritu ha derramado, talentos y dones hay en sus manos para todo aquel que cree. La Escuela de Cristo está abierta, desde que Él padeció en la cruz sufriendo una corona de espinas, soportando los golpes y heridas de los duros clavos, soportando en su cuerpo los látigos, azotes, golpes, escupidas, burlas, escuchó el rechazo, las voces religiosas y políticas contra su persona, y ahí no abrió su boca. Cristo padeció todo en silencio, porque detrás de todo ese martirio había un gozo eterno e inefable escondido para millones de millones de almas redimidas por su sangre. El precio Jesucristo lo pagó para rescatarnos. Este rescate va unido a mucha cosas más. Este rescate de compasión implica Vida Eterna primeramente, y las múltiples riquezas de Cristo para su pueblo. Al sondear cada Escrito bíblico ya sea del Antiguo Testamento como del Nuevo, hay una continuidad de riquezas para el servicio a Dios. Es así que dice: Romanos 9:23 y para hacer notorias las riquezas de su gloria, las mostró para con los vasos de misericordia que él preparó de antemano para gloria. Desde el principio de la Revelación todo apunta a esta abundante riqueza que Cristo para los creyentes. Algo que debemos estar concientes es esto: Dios es todopoderoso, es misericordioso, todo lo conoce, y posee toda riqueza. Esto con el propósito que nadie ande a tientas, ciego o cabizbajo, ya es tiempo de levantar el Rostro viendo al Invisible, El esta cerca y viene pronto. Hebreos 12:2 puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios. Y ahora hermanos amados, el Señor Jesucristo nos llama a entrar a su Escuela de Riquezas, y reparte Dones, talentos para servirle. ¿Donde? Preguntará alguno, bueno tenemos un campo muy amplio que es el mundo, id y predicad el Evangelio, evangeliza, exhorta, anuncia su Venida, anima a otros, orando por los enfermos, en la calle, en las casas, en cada pueblo, entre las personas que conoces. Algo más no te limites ni por dicho humano ni por temores. Dios ha derramado de su Espíritu. Tenemos la Unción del Santo. Gloria a su Nombre. La Escuela del Señor no está cerrada y si ya lo recibiste como tu Salvador personal ya estas inscrito en el Libro de la vida. ¿Quién te detiene? o ¿Qué cosa te detiene? Ya no hay élite de religiosos que puedan decir: ¡Detenlos, impidelos! Basta ya de fariseos y saduceos. Considero que Saulo de Tarso en su mentalidad de fariseo vio un oficio distintos en los creyentes, hombres y mujeres siguiendo a Cristo Resucitado, con una mejor forma de hacer las cosas en sencillez y humildad, soportandolo todo persecución y desprecios, sin ritos, ni ceremonias, sin trabas humanas ni credenciales, hacían grandes cosas entre el pueblo: sanidades, milagros, predicaban, enseñaban con libertad del Nombre y del camino Nuevo, vivo y santo que es Cristo El Señor. Entonces Saulo fue confrontado por el Dueño del Reino. Cristo lo detuvo con la Verdad, y ahí todo cambió en su vida, hubo humillación, arrepentimiento, vio la luz de Cristo, quedó ciego ante el impacto y fue llevado de la mano hasta Damasco. De ser Saulo pasó a ser Pablo, de ser religioso a creyente y hermano en Cristo. De tener posición a perderlo todo por amor a Cristo, de perseguir a otros a amar al prójimo. De cruel y violento a manso y humilde de corazón, para recibir las Grandes Riquezas de Cristo el Señor. Como dice cuando presenta su defensa ante el rey Agripa, Hechos 26:19 Por lo cual, oh rey Agripa, no fui rebelde a la visión celestial. Y todavía algo más sorprendente que a todos debería motivar para seguir sus pasos. Gálatas 1:16 revelar a su Hijo en mí, para que yo le predicase entre los gentiles, no consulté en seguida con carne y sangre. Hechos 9:20 En seguida predicaba a Cristo en las sinagogas, diciendo que éste era el Hijo de Dios. Este llamado no era humano, ni colegial, ni supeditado por hombre alguno, ni para servir a autoridad secular. Las cosas que hacemos para Dios nacen de un corazón nuevo, limpio, lleno de su Espíritu para edificar el cuerpo de Cristo. No ofrecemos a Cristo en gratitud, una copia de otros, sino según nos da su poder y sabiduría cumplimos la misión encomendada de manera sencilla y original. No lo hacemos por precio o dinero, ni avaricia, porque ya el pagó el precio, su sangre preciosa mejor que oro y plata. Tampoco somos de los que mejoran sus tesoros o acrecientan las riquezas temporales, falsificado la Palabra de Dios. 2 Corintios 2:17 Pues no somos como muchos, que medran falsificando la palabra de Dios, sino que con sinceridad, como de parte de Dios, y delante de Dios, hablamos en Cristo. Es un compromiso de gozo viendo a Cristo siendo exaltado en la Iglesia, y nuestra responsabilidad es ser fieles ministros competentes. Un mandato hemos recibido de El, Mateo 10:8 Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios; de gracia recibisteis, dad de gracia. Finalmente todos sin excepción, porque delante de Dios no hay acepción de personas. Y así todos somos llamados a servir. Juan 1:16 Porque de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia. Cristo padeció la muerte y resucitó al tercer día, y esta sentado a la Diestra de Dios Padre para beneficiar a la Iglesia e intercede por su pueblo. Veamos la cadena ministerial del Santo llamamiento, el estilo de vida, sus dones inefables e irrevocables, su buen propósito: llegar a la plenitud de Cristo. Efesios 4: 1-2, 7, 11-13 Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados, con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor, Pero a cada uno de nosotros fue dada la gracia conforme a la medida del don de Cristo. Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo. En esta obra, nos gozamos sabiendo que debemos dar testimonio de El, acordandonos de los pobres, de la los niños, jóvenes, ancianos y para que cada adulto responda a Dios con valor y seguridad de que Solo Dios da vida abundante y paz. El afán desaparece cuando el amor de Dios nos llena. Confiemos en Cristo y sigamos adelante hermano. Romanos 11:29 Porque irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios.
Dios Padre nos conceda todo don perfecto, todo poder de su Espíritu y Verdad en Nombre de Cristo, para su servicio y Gloria de Dios. Nadie te tenga en poco. Amén
Adal R
20 Oct 2024