Perdón ¿y olvido?

El uso de la violencia como recurso para la solución de los conflictos sociales es una constante en la historia salvadoreña. El carácter vengativo y rencoroso ha dejado en el camino innumerables víctimas inocentes. Cuando la fuerza de la verdad interpela a los violentos y a sus apologistas se suele escuchar con bastante frecuencia la maliciosa expresión que intenta igualar el perdón con el olvido. «Perdona y olvida», es la frase que se ha repetido tantas veces que llega a crear una secuencia imaginaria e irrompible. «Si perdonas debes olvidar», se pontifica incluso apelando moralistamente a la fe cristiana y dejando de lado el hecho que las Escrituras no contienen ningún llamado a olvidar; el perdón cristiano llama a romper el ciclo de la venganza pero no invita a la amnesia.

Perdonar no es lo mismo que olvidar. El perdón es siempre posible, incluso cuando resulta muy doloroso. El olvido es casi siempre imposible o poco sabio. La memoria es una parte esencial de la identidad de la persona. El tratar de olvidar disminuiría seriamente la autenticidad de las personas afectadas imponiendo sobre ellas un maltrato adicional al que ya recibieron.

La esencia del mensaje cristiano no gira en torno al olvido sino en torno a la constante recordación de la victimización que se hizo del Cordero de Dios. El martirio cristiano no tendría sentido si se olvidase el sacrificio de los creyentes. Lo que hace a los mártires es el martirio y se les negaría su condición de mártires si se olvidase que fueron martirizados.

La insistencia en el olvido solamente puede explicarse por la negación que se hace a las víctimas de su derecho a conocer la verdad. Es un intento fallido por ocultar la verdad de las motivaciones y el verdadero carácter de los victimarios. Con ello se llega al atasco en el ciclo interminable de venganzas. Olvidar no es esencial en el perdón porque el recuerdo de la injusticia no requiere necesariamente que se tenga hambre de venganza permanente.

La historia de muchas víctimas demuestra que es posible que el dolor de la injusticia sea eliminado mientras permanece a la vez el recuerdo. No un recuerdo que hace que se reviva el dolor sino como un recuero que forma identidad y permite que la historia avance aunque el medio de la historia contenga un dolor innegable. El camino del perdón no olvida el pasado sino que, mediante la verdad y la reconciliación, encuentra un camino por encima del recuerdo hiriente.

Negarse al olvido inhumano establece las condiciones para la justicia restaurativa, la cual, no tiene como interés central la retribución ni el castigo sino la sanidad de las brechas, la compensación de los desequilibrios, la reparación de las relaciones rotas y la rehabilitación tanto de las víctimas como del victimario, a quien debe darse la oportunidad de ser reintegrado a la comunidad que ha lastimado con su ofensa.

La justicia restaurativa es el tipo de justicia de la que hablan los evangelios. Es el tipo de justicia que el cristianismo propone para un mundo quebrantado. Es el tipo de justicia que puede suceder cuando se toma la decisión de poner fin al ciclo de venganza. Es el tipo de justicia que se produce cuando se está más interesado en la reparación que en la represalia.

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